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La insignia
10 de mayo del 2006


Ecuador

Negociando lo innegociable


Alberto Acosta
Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, mayo del 2006.


La sinvergüencería domina el escenario. Los defensores de la seguridad jurídica acomodan el Derecho a sus intereses. Los neoliberales levantan viejos fantasmas para asustar a los incautos. Y en este zafarrancho ninguno de de estos fulanos se preocupa por lo que es de todos.

Es conocido que en materia de derecho público sólo se aplica lo que está expresamente escrito en la ley. Entonces, no se puede negociar el contrato de la Occidental (Oxy), pues la renegociación sólo cabe cuando se ha pedido autorización para el traspaso de derechos y obligaciones y ésta ha sido concedida, algo que no sucedió. Además, la negociación es viable cuando los derechos del Estado no son ciertos e indiscutibles, lo que no se aplica en este caso en tanto la ley manda la caducidad por los incumplimientos contractuales de la Oxy. Además, resulta inaceptable que se hable de compensación y que incluso se haya recibido una propuesta de renegociación de la Oxy, en la que, en un acto de redomada picardía, esta empresa ofrece pagar al Estado lo que le correspondería hacerlo si pudiera acogerse a la reciente reforma legal relativa a la repartición de las ganancias extraordinarias, algo que tampoco es negociable por más que ésta sea la condición impuesta por Washington para continuar con la última ronda del TLC.

Dicha ley reformatoria, por otro lado, sacudió el avispero de los guardianes de la fe... neoliberal. Ellos, que acaban de desenterrar la muletilla del "populismo económico" y que están aterrados por la "nacionalización" del petróleo en Bolivia, se lamentan por el efecto que produciría repartir las ganancias extraordinarias del precio del crudo, que -dicen- dejaría al país sin inversiones y que conduciría al descalabro del sector petrolero. Seguramente no saben, y si lo saben ocultan, que en Derecho hay una doctrina: rebus sic stantibus, que prevé la posibilidad de revisar los contratos de darse un hecho imprevisible que afecte las condiciones inicialmente pactadas para recuperar el equilibrio económico anterior (tal como lo hizo el presidente Ronald Reagan al introducir un impuesto a dichas ganancias). Justamente este principio es la base de las mencionadas reformas, que si bien tienen algo de positivo, resultan todavía generosas para con las petroleras que lucraban en demasía aún antes del reciente incremento de los precios del petróleo gracias a contratos concedidos graciosamente por ciertos funcionarios públicos que hoy apoyan descaradamente a las petroleras.

Para completar el triángulo -sin que esto sorprenda a nadie- a ninguno de los promotores de las transnacionales preocupa la suerte de Petroecuador. Al contrario, deben ver con satisfacción que prospere su obra de debilitar a la empresa estatal por diversas vías, siendo la más efectiva su estrangulamiento financiero que retrasa cada más sus programas de inversión.

En esta encrucijada, un arreglo extrajudicial con la Oxy podría destrabar la negociación con el TLC, pero a su vez desataría la protesta popular.



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