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La insignia
5 de mayo del 2006


Chile

El precio del cobre y la enfermedad holandesa


Marcel Claude (*)
La Insignia. Chile, mayo del 2006.


El debate económico de las últimas semanas se ha centrado en el alza del precio del cobre, que ha llegado a niveles históricos superando la barrera de los 3 dólares la libra. Lo paradójico es que este aumento, que conlleva importantes ingresos para el fisco, más que una buena noticia ha sido motivo de importantes preocupaciones para el sector exportador y también para el bienestar de los chilenos. Es así por varias razones de carácter estructural de la economía chilena.

Por un lado, dada nuestra total y absoluta dependencia al cobre, que explica el 45% de las exportaciones, no somos inmunes a la llamada "enfermedad holandesa", fenómeno económico que implica que ante un aumento importante en el precio del principal bien exportable de un país, la mayor entrada de divisas al mercado provoca una caída en el precio del dólar, lo que afecta al resto de las industrias exportadoras, principalmente a las menos competitivas, ligadas a las pequeñas y medianas empresas. Lo grave es que este grupo de empresas alcanza el 58% del total de empresas exportadoras y genera la mayor cantidad de puestos de trabajo.

Frente a ello, las autoridades económicas de Hacienda y del Banco Central han sido excesivamente cautas y han aplicado medidas menores como el ahorro de los excedentes del cobre en fondos en el extranjero o destinar parte del superávit a un fondo de reserva de pensiones, sin que se busque modificar nuestra estrategia de desarrollo, ligada exclusivamente a la explotación de recursos naturales. Muchos economistas argumentan que el contagio holandés es remoto, ya que otros recursos exportables también están subiendo de precio, como la harina de pescado y la celulosa, pero olvidan que estos sectores (pesquero y forestal) están altamente concentrados y en manos de grupos económicos. Mientras las Pymes, que son las que realmente aportan a la industrialización del país, sufren en carne propia la pérdida de competitividad por el descenso del dólar.

Dada la asfixiante y dogmática regla del superávit estructural, se renuncia explícitamente a utilizar en forma activa los excedentes acumulados para generar desarrollo social. Pero, por otro lado, dada la Ley Reservada del Cobre que destina recursos exclusivamente a las Fuerzas Armadas, aumenta la adquisición irracional de armamento. Esta lógica ortodoxa que entiende que todas las alzas del precio del cobre son transitorias y que los aumentos en la actividad superiores a lo "proyectado" son cíclicos, se desmarca incluso de las propias recomendaciones del FMI para aprovechar la favorable coyuntura internacional, algo que ha entendido muy bien el Gobierno de Venezuela con el aumento en el precio del petróleo y el uso de los excedentes generados en inversión social.

Chile necesita una política para el precio del dólar inserta en un plan nacional de desarrollo que tienda a la diversificación de nuestras exportaciones y a la sustentabilidad ambiental. Se requiere avanzar hacia una política destinada a aprovechar al máximo las coyunturas externas y generar desarrollo social interno. Y no estaría de más derogar, de una vez y para siempre, la Ley Reservada del Cobre.


(*) Marcel Claude es economista y director de Oceana.



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