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La insignia
24 de junio del 2006


Martín Ramírez, el ilegal de la cordura


Paul Medrano
La Insignia. México, junio del 2006.


Mientras que para unos mexicanos, la emigración a Estados Unidos significa una solución a sus problemas económicos, para otros el irse de mojados es sinónimo de salida, y no precisamente del país, sino de la realidad. Así sucedió con Martín Ramírez.

Nació en Jalisco (México) en 1885, aunque se desconoce el lugar preciso. Desde muy joven, Ramírez se empleó en los trabajos propios del medio rural, después trabajó en una lavandería. Más tarde se convirtió en ferrocarrilero inmigrante, mudándose a los Estados Unidos. Este cambio fue propiciado, también, por el alebrestado ambiente nacional, en donde se gestaba los inicios de la revolución.

Con las primeras manifestaciones de su enfermedad mental -alucinaciones y pérdidas temporales del habla- abandonó su trabajo en el ferrocarril y se dedicó a vagar. Perdió el habla de manera definitiva alrededor de 1915, a la edad de 30 años y vagó durante mucho tiempo hasta que la policía de Los Ángeles lo recogió y lo envió a Pershing Square, un albergue para personas sin hogar. Los médicos dictaminaron que era un "esquizofrénico paranoide deteriorado" y lo enviaron al hospital Dewitt. Ramírez nunca en su vida volvió a hablar.

En 1955, quince años antes de morir, comenzó a dibujar con lápices de colores y crayolas sobre papel de desperdicio. Sus temas - imaginativos y hasta cierto punto visionarios- mantienen un sólido vínculo con representaciones artesanales de México, como las que se plasman en la cerámica o en los amates.

Tuvo la fortuna de ser descubierto por uno de los psiquiatras del hospital, la historia fue así: el doctor Tarmo Pasto -catedrático de la Universidad de California en Sacramento- estaba un día de visita en el hospital con unos alumnos suyos, cuando Ramírez se le acercó y le ofreció un manojo de pinturas enrolladas. El doctor Pasto se impresionó tanto con la obra de Ramírez que tomó las medidas pertinentes para que al paciente no le faltaran materiales de dibujo.

Gracias al estímulo del doctor Pasto, Ramírez desplegó sus inquietudes plásticas en condiciones menos desfavorables. El psiquiatra empezó a coleccionar las obras de Ramírez y a mostrarla a varios pintores, entre ellos Jim Nutt, quien organizó una exposición de las pinturas de Ramírez con un comerciante de arte de Sacramento.

Pronto siguieron otras exposiciones -en Nueva York, Chicago, Suecia, Dinamarca y Houston, entre otros lugares- y Ramírez, perfectamente extranjero, fue una deslumbrante revelación en la exposición "Extranjeros" en la Galería Hayward de Londres. Murió en 1960 a los 75 años de edad, en el hospital donde había estado recluido -sin hablar- varias décadas.

En junio de 1986, para conmemorar la exposición "Arte Hispánico en los Estados Unidos: Treinta pintores y escultores contemporáneos", realizada en Washington, Octavio Paz aseveró que los dibujos en lápiz y crayón de Ramírez son evocaciones de lo que vivió y soñó durante la Revolución Mexicana y después de ella. Paz comparó al artista con Richard Dadd, un pintor del siglo XIX que perdió la razón al final de su vida.

Carlos Fuentes afirmó que el pintor dibujaba su mudez, haciéndola gráfica. Por su parte, Roger Cardinal, el autor británico de Figures of Reality, sostuvo que los logros del artista no deben tomarse como una simple divagación psicótica, y lo clasificó como un "pintor naïf".

El doctor Pasto llegó a la conclusión de que los trastornos psicológicos de Ramírez fueron consecuencia del difícil proceso de adaptación a una cultura extranjera.

El jalisciense había salido de México en una época turbulenta y alborotada, y llegó a un lugar donde todo le era desconocido y extraño. Así, el conflicto de Ramírez es una muestra representativa de lo que experimenta la cultura hispana en los Estados Unidos.

Según Keith Miller, en las corrientes artísticas a lo largo de la historia, hay muchas que quisieron representar un momento histórico con un evento cultural, un evento social, etc. Por ejemplo, los años cincuenta con el expresionismo abstracto, el fin del siglo pasado con el impresionismo. En el caso de Martín Ramírez -sostiene el crítico de arte- se ve una persona independiente quizá ubicado entre los modernistas y regionalistas estadounidenses de los años 30 (Benton, Hopper o Wood) y los muralistas mexicanos. Como obrero itinerante y migrante podría ubicarse en los dos campos, con mucho más afinidad hacia los mexicanos. Sin embargo, su obra desarrolla fuera de tales corrientes y representa una voz singular que representa una investigación de su identidad tanto personal como social y nacional.

En conclusión, ante una realidad completamente desconocida cono la estadunidense, Martín Ramírez creó una realidad propia para tratar de entender un ambiente absolutamente diferente, aunque con ello rebasara los límites de la cordura, de esa aparente cordura en la que vivimos las "personas normales": simples seres humanos que intentan ser sólo eso, humanos.



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