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La insignia
25 de julio del 2006


Israel-Palestina

El débil argumento de la defensa


Mario Roberto Morales
La Insignia*. España, julio del 2006.


De la perversa provocación de los grupos terroristas de Hamás y Hezbolá no puede seguirse la justificación de la indiscriminada escalada israelí contra la población civil libanesa y calificarla como "defensiva", por mucho que comprendamos la razón militar de que la mejor defensa es el ataque. Otro argumento que no se sostiene, por parte de quienes así justifican esta nueva destrucción de Beirut y de su población civil, es el de calificar de terroristas sólo a Hamás y Hezbolá. Y para muestra, este botón de historia palestina.

A lo largo de las décadas de 1930 y 1940, una organización terrorista israelí llamada Irgún tenía como una de sus principales tácticas poner bombas en Palestina, teniendo como blanco a los soldados británicos que ocupaban el territorio y a civiles palestinos para forzarlos a aceptar la creación del Estado de Israel en el mismo territorio. Es obvio que no todo el pueblo israelí comulgaba ni comulga con los métodos terroristas del Irgún y que el gobierno israelí no puede equipararse a todo el pueblo de Israel y mucho menos a todo el pueblo judío, pues no todos ellos son sionistas.

Lo que sí es cierto es que Ehmud Olmert, primer ministro israelí, fue miembro del Irgún. Y que el padre de Tzipi Living, ministra del Exterior y probablemente próxima primera ministra, fue jefe de operaciones militares del Irgún. En otras palabras, la clase dirigente israelí es heredera directa del nacionalismo terrorista de aquella organización. Otro primer ministro, Menahem Begin, fue comandante de la misma, la cual quería para Israel la totalidad del territorio palestino, exactamente como lo quieren ahora los terroristas de Hamás y Hezbolá. Esa es la razón por la que provocan la guerra.

No estoy diciendo que los métodos terroristas del Irgún sean los culpables del terrorismo islamista, ni justificando de esta pobre manera argumentativa sus injustificables ataques suicidas ni las provocaciones que desataron la desproporcionada e indiscriminada ofensiva israelí. Estoy diciendo que tanto el terrorismo islamista como el sionista coinciden en dos intereses comunes: el fundamentalismo y la guerra.

A ambos conviene la guerra, como les conviene a los fabricantes de armas. Por eso es que las posiciones moderadas a favor de la negociación de la paz en Medio Oriente corren el peligro de ser eliminadas de la faz de la tierra. En medio de los señores de la guerra y en pleno campo de operaciones, está la población civil, tanto en Palestina como en Líbano. El involucramiento de Irán y Siria conviene tanto a los extremistas de estos países como a los planes de las corporaciones armamentistas que representan Bush y el republicanismo cristiano-sionista de Washington. Esta es una guerra de fundamentalistas que sueñan con la eliminación total de su enemigo a toda costa, y mientras ese desenlace soñado llega, hacen negocios con la fabricación y el tráfico de armas, asunto que los obliga a promover su mercado mediante guerras.

La posibilidad de que convivan dos Estados de acuerdo a la frontera de 1967 en Palestina sigue vigente y ha sido aceptada por las partes más de una vez. Pero los grupos extremistas, tanto del lado islamista como del sionista, impiden que estas gestiones progresen. Por desgracia, ahora, los fascistas que asaltaron la Casa Blanca toman partido y, al igual que muchos analistas "objetivos", repiten como loros que Israel "sólo se defiende" y que los malos son solamente los terroristas islamistas. No olvidemos que los palestinos y los israelíes son ambos pueblos semitas. De modo que escasamente puede haber "antisemitismo" en favorecer la posición negociadora. Por ello, y aun a riesgo de ser zarandeados por el Mossad, debemos reiterar la convicción de que solamente la negociación política para la convivencia pacífica de un Estado israelí y otro palestino, podrá poner fin a esta macabra e interminable matanza de inocentes, en especial de niños libaneses de los que Israel no tiene ninguna necesidad de "defenderse".


(*) También publicado en A fuego lento



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