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La insignia
19 de julio del 2006


Remesas, pobreza y crecimiento económico


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, julio del 2006.


En estos días se vienen discutiendo ardorosamente las cifras sobre reducción de la pobreza que habría logrado el gobierno actual. El oficialismo dice que -entre 2001 y el primer trimestre de este año- la pobreza habría disminuido en 11,1%, al caer del 54% al 48% de la población total. Los voceros del gobierno entrante dicen que aquellos 'mienten' y que tales cifras han sido 'groseramente manipuladas'. De donde seguramente habrán de seguir debates sin fin -muy útiles por cierto- sobre las diversas definiciones y formas de medir la pobreza. Sin embargo, mientras los expertos discuten los sofisticados vericuetos de esa gastronomía estadística, entre ramas y lianas, se viene perdiendo una visión del bosque. De ahí que intentaremos presentar una visión panorámica del debate y muy gruesa de las cifras, asumiendo que los datos divulgados por el INEI son veraces.

Para comenzar, debería darnos vergüenza ajena que el gobierno considere triunfalmente esa leve reducción de la pobreza en apenas 6 puntos porcentuales y que prácticamente la mitad de la población siga sobreviviendo en condiciones miserables, al margen de la increíblemente desigual distribución del ingreso y de la riqueza. Porque, en términos absolutos, sobre una población que -entre julio 2001 y el día de hoy- aumentó en 1,9 millones, al subir de 25,7 a 27,6 (asumiendo una tasa de crecimiento demográfico del 1,4% anual), significa, si creemos en las cifras oficiales, que la pobreza disminuyó de 13,9 a 13,3 y, más precisamente, en escasas 650.000 personas.

¿A qué podemos atribuir esa reducción? Evidentemente, se dirá, que al espectacular crecimiento económico de estos años, ascendente grosso modo al 5% anual. ¿Y a qué se debió esa expansión Producto Interno Bruto (PIB)? Nuestra chocante respuesta es que se debió, básicamente, a la contribución de esa fracción de emigrantes que eran pobres. Esto puede sorprender a primera vista, pero veamos algunos argumentos que podrían sustentar una hipótesis tan insólita.

Comencemos con un estimado del número de nuestros emigrados, que podemos derivarlo directamente de un informe del INEI. De ahí se desprende que en el quinquenio 2001-2005 la emigración neta llegó al sorprendente guarismo de ¡un millón y nueve mil personas! Y, en lo que va del presente año, hasta mayo, el saldo migratorio fue de 157.000 personas. Sin duda, durante ningún gobierno se ha alcanzado una cifra tan elevada, la que por supuesto no podemos achacársela solo a la gestión gubernamental que fenece en los próximos días. Con lo que actualmente vivirían fuera del país 2,8 millones de personas (descontando los que fallecieran desde entonces), es decir, un notorio 10% de la población total.

Ahora bien, ¿qué tanto han contribuido los emigrados a la reducción de la pobreza en el Perú? Obviamente no todos los que emigran son pobres y, mucho menos, pobres extremos. Estos últimos, si logran migrar, lo hacen a Ecuador, Chile y Bolivia, mientras que los demás pobres que migran provienen de los estratos C y D, muchos de los cuales también lo hacen a través de Bolivia que sirve como 'puente' y, según los datos, es el supuesto destino de la mayor parte de migrantes. Del millón de emigrados, ¿cuántos son pobres? Es difícil saberlo por la falta de estudios, por lo que asumiremos que de cada 100 migrantes 54 son pobres, derivando esta cifra de otra que nos dice que el 54% de nuestros emigrados son 'peruanos en situación migratoria irregular' (según RREE). Lo que significa que durante el último quinquenio salieron del país 540.000 pobres. Es decir, si le añadimos los emigrados no detectados y la contribución de las remesas al crecimiento económico, se puede llegar a ¡una cifra similar a la de los 650.000 de reducción de pobres durante ese periodo! De donde podría argumentarse que, más que el gobierno, fueron los propios pobres los que contribuyeron a reducir la pobreza en el Perú.

En efecto, los emigrados no sólo contribuyeron a disminuir el número de pobres en forma directa al migrar, sino que también estimularon el crecimiento económico y, con ello, en una doble ronda, a disminuir aún más la pobreza. Son varios los argumentos que podrían llevarnos a sustentar su significativa contribución. En primer lugar, obviamente, hay que considerar el impacto que sobre el PIB ejercieron sus remesas en términos de exportaciones, tal como figuran en la cuenta de 'servicios' de nuestra balanza de pagos. Oficialmente, según los datos del BCR, las remisiones ascendieron a 4.900 millones de dólares durante el quinquenio (2001-2005). Pero esta cifra sólo incluye las que se envían por vías formales. El año pasado, por ejemplo, éstas llegaron a 1.440 millones de dólares, pero las 'informales' fueron de 1.020 (según una encuesta de Bendixen & Associates de Miami). Por lo que ascendieron a casi 2.500, equivalentes al 14,7% de las exportaciones de bienes (17.200 millones), al 12% de las exportaciones totales (21.000) y al 3,3% del PIB (que ascendería a 75.000). Utilizando esta relación de remesas informales sobre las totales (59%), diríamos que las remisiones totales durante el quinquenio alcanzaron la asombrosa cifra de 10.000 millones de dólares, equivalentes al 175% del flujo de reservas internacionales netas acumuladas durante el presente régimen, que llegaron a 5.700. Ligado a lo anterior, en segundo lugar, también deben haber aumentado las exportaciones 'no tradicionales' de bienes que demanda esa masa de peruanos en el extranjero, así como la de los extranjeros que han ido adquiriendo 'hábitos de consumo peruanos'.

Un tercer impacto evidente de tales remisiones, quizás el más importante, reside en el hecho de que permitió aumentar el consumo privado agregado en el país, estimulando el crecimiento económico a través del efecto multiplicador, en que presumiblemente solo se ahorró el 10% de lo recibido por sus familiares. Un cuarto beneficio de la elevada tasa de emigración debe haber actuado por el lado de la oferta de fuerza laboral (PEA), que -en promedio- debe haber aumentado menos en unos 200.000 trabajadores por año. Dado que esta creció a ritmos menores como consecuencia de la migración, debe haber ejercido algún efecto sobre los salarios de la población. Quinto: dejando el país, los que se van liberan bocas que alimentar, con lo que mejora la alimentación, educación y demás de los familiares que se quedan, aumentando presumiblemente su 'productividad'. A ello habría que añadir lo que los emigrados envían a sus familias en especie (ropa, conservas, juguetes, dulces y demás). Finalmente, entre otros muchos factores que actúan en pro del crecimiento, como consecuencia de la gigantesca emigración, hay quienes dicen que ha aumentado menos -aunque levemente quizás- la delincuencia, la drogadicción, la prostitución, etc., en el país.

Evidentemente, a los rubros anteriores hay que restar aquellos que tienen relación con lo que dejaron de producir y consumir los emigrados: la producción formal o informal de quienes se fueron precisamente porque no ganaban lo suficiente o porque estaban desempleados o porque tenían mejores ofertas fuera (médicos, profesores, etc.); los componentes importados de la incrementada demanda de bienes de consumo; el hecho de que un cierto porcentaje de familias peruanas aún sufragan los gastos de sus hijos emigrados, sobre todo de los que recién han emprendido esta 'aventura'; y, lo más grave, la pérdida de valioso 'capital humano' que se pierde, entre otros muchos factores.

De manera que, en pocas palabras, conservadoramente hablando, los emigrantes explican gran parte de -por no decir, toda- la reducción de la pobreza y contribuyeron con un punto porcentual o algo más al PIB del Perú en cada uno de estos últimos años. Por lo que la bonanza macroeconómica se debería a tres eses: la suerte (por el aumento de los precios internacionales de nuestras exportaciones primarias), el saneamiento (de las cuentas fiscal y externa) y, sobre todo, el sacrificio (por la enorme emigración). El costo social es inconmensurable: desde lo ocurrido a nivel micro, con la destrucción o separación de las familias, a nivel meso con la pérdida de capital humano valioso y a nivel macro por los desequillibrios sociopolíticos generados por equilibrar ortodoxamente la economía. Estamos convencidos que el gobierno entrante hará todo lo posible por reducir el número de emigrantes pobres, generando empleo digno. Sería un digno gobierno.



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