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La insignia
3 de julio del 2006


Bibliálogos

Una sencilla historia de la democratización mexicana


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, julio del 2006.


El difícil e intrincado camino mexicano a la democracia es una historia amplia cuya construcción ocupó un lugar importante en el siglo XX, y que viene cuando menos desde los grupos liberales opositores a la dictadura de Porfirio Díaz, que buscaban que el sufragio fuera efectivo y se concluyera con la reelección. Ese proceso tuvo uno de sus episodios más relevantes con el triunfo de Vicente Fox en la elección presidencial de 2000, lo que marcó el hito de la alternancia en el poder ejecutivo federal.

Para los ciudadanos, especialmente los más jóvenes, debe ser importante conocer -por lo menos a grandes rasgos- la sinuosa historia de la democracia mexicana. El último libro de Felipe Garrido, Compartir el poder. La lucha por la democracia en México; Una breve historia contada a los jóvenes (México, Océano, 2006), es un sencillo y asequible acercamiento a tan dilatado proceso.

Sobre este nuevo trabajo mantuvimos una charla con el autor, en la que se tocaron, entre otros, los siguientes asuntos: las razones del libro y del periodo que abarca, el déficit educativo en nuestro país y su impacto sobre la democracia, el público al que está dirigido el texto, la necesidad del conocimiento de la evolución política para el ejercicio responsable de la ciudadanía, la relación entre historia y literatura, la violencia y la democracia, así como un breve y contundente recuento del gobierno de la alternancia.

Garrido ha sido profesor en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM, gerente de producción del Fondo de Cultura Económica, director de Literatura en el Instituto Nacional de Bellas Artes y en la UNAM, director del programa Rincones de Lectura de la Secretaría de Educación Pública y director de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Asimismo ha publicado alrededor de treinta libros de narrativa y ensayo. En 1983 ganó el Premio de Traducción Literaria Alfonso Reyes.


Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?

Felipe Garrido (FG): Hay varias razones. Una, que yo no tenía una idea muy clara de cómo habíamos llegado al punto en que estamos. Estaba claro que no era cierto que la democracia la hubieran construido quienes apenas estaban llegando al poder, sino una obra que uno sabía que venía de tiempo atrás, que había habido momentos muy visibles, como las reformas implementadas por Reyes Heroles; incluso a mí me había tocado estar cerca de la reforma que se hizo en la época de Zedillo. Entonces yo sabía que había cosas anteriores, pero no tenía una imagen clara de lo que había pasado. La primera razón era explicarme a mí mismo cómo había sido el proceso que nos ha llevado al momento en que nos encontramos ahora.

Además yo hice el libro de historia de México para primaria en 1994; ese libro no alcanza a cubrir ampliamente el siglo XX, en parte porque el programa no lo pide y en parte porque es un libro destinado a niños muy pequeños, de ocho o nueve años. Tenía el compromiso conmigo mismo de que esos niños que han leído en un libro que yo hice lo que ha sido la historia del país desde los tiempos más remotos hasta principios del siglo XX, pudieran tener una visión también mía de lo que sucedió en el siglo XX. Aquí va por delante el aspecto político, el aspecto electoral, el de construcción de la democracia. Junto con eso es necesario decir qué sucede con la economía, con algunas relaciones internacionales, movimientos sociales, porque los hechos históricos no están aislados unos de otros. Mientras más amplio sea el panorama que uno tenga podrá tener una mejor comprensión de lo que sucedió.

Yo diría que esas son los motivos principales: explicarme a mí mismo qué había pasado, el interés por continuar aquella historia que hice en 1994 para cuarto de primaria.

El libro va dirigido a jóvenes porque sigo metido en la promoción de la lectura, con grupos de escuela de primaria, secundaria, preparatoria e incluso en la universidad. En ésta doy clases en el Centro de Enseñanza para Extranjeros; esta gente que viene de diferentes partes del mundo nos ve desde perspectivas distintas, y es muy interesante platicar y discutir con ellos, dejar que nos cuenten la visión que tienen del país . Casi nunca se cuenta la historia reciente, la que queda desperdigada en los periódicos, en las revistas, en los medios electrónicos como la televisión y la radio, ahora la historia se lleva día con día en la internet. Por un lado, eso representa muchas ventajas, pero por otro la cantidad de información que se acumula es tan desproporcionada que hay que aprender a manejarla bien.

AR: Su libro va del porfiriato a la elección presidencial del 2000. ¿Por qué eligió este periodo?

FG: Intenté hacer una historia coherente de una época tan reciente como el siglo XX. Este libro termina en el último año del siglo XX, el 2 de julio de 2000, con la victoria electoral de Vicente Fox, al que considero un hecho histórico importante: es la primera vez que se da la alternancia entre partidos a nivel de presidencia de la República. Esto, nos guste o no, es un hecho histórico importante. Tenía muy claro que allí tenía que terminar el libro, aunque no descartó la idea de que se pueda añadir un capítulo a este libro, quizás en los próximos meses o años. Pero realmente se cierra una etapa al darse esa alternancia, y allí tenía que terminar el libro.

¿Dónde empezarlo? No había que remontarse demasiado atrás; realmente la construcción de la democracia en México tiene una continuidad clara desde Madero hasta julio de 2000. No quiere decir que esté completa, esa es una etapa que se cumplió; más bien creo que nuestra democracia es todavía muy frágil, y hay que preocuparse por cuidarla. Seguirá siendo frágil mientras México sea un país tan desigual como lo es; no se puede aspirar a que haya un gobierno de todos cuando somos inmensamente desiguales, en dinero, recursos, educación, privilegios. Creo que la primera desigualdad que hay que atacar es la que se da en el terreno educativo: no hemos conseguido desarrollar un sistema educativo, ni que la escuela pública sea tan buena que pueda equilibrar las diferencias sociales que se dan entre los usuarios de la escuela pública y de la escuela privada.

En cualquier país del mundo más vale que la escuela pública sea buena, pero en México tiene que ser maravillosa, porque tiene que dar a niños que tienen desventajas económicas frente a quienes van a escuelas privadas elementos para compensarlas, tiene que darles de más. Creo que si no resolvemos esas desigualdades no podemos aspirar a una democracia en serio, y entonces tenemos que simular un poco la democracia, financiarla con dinero de los ciudadanos, sostener partidos políticos que no tendrían por qué estar sostenidos. Es como una función de teatro que montamos con nuestro dinero, y que se justifica mientras realmente permita crear un espacio para que vaya avanzando el progreso democrático del país. Si esta situación se perpetúa, va a llegar el momento en que sea insostenible; no es posible jugar a la democracia así.

Se han ido consiguiendo muchos avances, faltan muchos, y uno de los que a mí me preocupa es ese liberar al erario de la función democrática.

AR: Dice usted que es una breve historia contada a los jóvenes. ¿Para qué edad es más apropiado su libro?

FG: Yo diría que es un libro que puede funcionar de Preparatoria para arriba. Estoy seguro que hay alumnos de secundaria que lo pueden seguir perfectamente; no todos, porque hay niños de secundaria menos maduros, menos preocupados por la organización política del país. Creo que en general ese es un problema con el que vivimos: los jóvenes no están interesados en la organización política y en el funcionamiento del país. Nadie los prepara para votar, sino que sencillamente llega una edad en la que ya les toca y votan.

En ese sentido creo que el libro puede ser útil, puede enseñarle a ese público que va a llegar a votar por primera vez lo que ha costado llegar a este estado del que todavía nos quejamos, pero que significa un adelanto muy grande de lo que vivimos hace treinta o cuarenta años. Pero en estos años se vivieron años muy difíciles, en los que era evidente que hacía falta cambiar; cada presidente que llegaba anunciaba cambios, Salinas anunció cambios.

Creo que este libro puede interesar a un público joven, pero sin límite de edad; trata de ser lo más sencillo posible, aunque hay cosas difíciles de explicar -como los diputados plurinominales, por ejemplo-, creo que sí se consigue.

AR: Usted se ha dedicado fundamentalmente a la promoción de la lectura, a la literatura; en ese sentido, ¿cómo fue su paso de la literatura a la historia política?

FG: No es la primera vez que sucede, el antecedente más notable es la historia de México para primaria que hice; además realicé otra obra histórica para el día nacional del libro en 1990, 1991 y 1992, obra en tres tomos dirigida a celebrar los quinientos años del viaje de Colón... aunque claro, eran bastante literarios considerando que era una antología de los primeros cronistas de Indias-.

Digamos que la historia me ha interesado siempre. Cuando andaba de periodista muchas veces hice artículos sobre temas históricos. Yo creo que historia y literatura en realidad deberían ir mucho más cerca una de otra; no siento que haya una distancia tan grande, y no dudo que a este libro puedan seguir otros de tipo histórico, y tal vez una combinación como una novela histórica.

En mis clases de literatura también doy historia, ya que no se comprende la una sin la otra.

AR: Una idea central que cruza el libro es la de compartir el poder, generalmente utilizada en contextos democratizadores de nuestra historia, pero aparece también mencionado en ocasión de la fundación del Partido Nacional Revolucionario.

FG: Hay muchas formas de poder; en el libro me ocupo esencialmente del poder político, no del poder económico, de las asociaciones religiosas o del crimen organizado, que una historia más a fondo de lo que fue el siglo XX mexicano tendría que tomar en cuenta. Este libro se ocupa básicamente de una de esas formas de poder, aunque en algún momento se asoma por allí el roce de este poder con otros poderes, por ejemplo en los conflictos entre varios presidentes y los empresarios, o los del Estado con la Iglesia (aunque cuando no hay conflicto, la Iglesia es un factor real de poder, por ejemplo).

Creo que los dos conflictos mayores que ha habido en México (la guerra de independencia y la revolución) se dieron por la negativa de los grupos en el poder a compartir el poder. Es cierto que en ambas épocas había graves injusticias sociales, desigualdades, pero esas, mal que bien, nunca nos las hemos podido quitar nunca, y las hay ahora. Pero el paso del siglo XX al XXI no ha desembocado en un conflicto social grave.

Creo que en el caso de la independencia el factor más importante para desatar la lucha fue la cerrazón de los peninsulares para compartir el poder con los criollos, y menos todavía con los mestizos. En el caso de la revolución, igual: si el régimen de Porfirio Díaz hubiera encontrado los mecanismos para facilitar la incorporación al ejercicio del poder o a la disputa por el poder, aunque las desigualdades y las injusticias hubieran quedado igual no se habría dado la revolución como se dio.

En el momento del siglo XX en que se inventa el que los partidos puedan participar con el registro condicionado en las elecciones, y que sea el voto de los ciudadanos el que decida si ese partido debe seguir o no, es clave, ya que ese simple mecanismo es uno de los factores más importantes para distender la tensión social y política. Si el porfiriato hubiera tenido algo parecido, quién sabe cuál hubiera sido la historia.

AR: El libro cubre un gran periodo en el que hubo muchos episodios violentos, incluyendo el gran cataclismo social que fue la revolución mexicana. En este sentido, ¿qué papel ha jugado la violencia en el trayecto democratizador que usted estudió?

FG: La violencia siempre está asomada a la puerta. Un conflicto como el de los mineros, que estamos viendo ahora, ya tuvo momentos de violencia brutal, ya hubo gente muerta. Esa violencia podría crecer y complicarse si no se maneja bien por ambas partes; pero si una de ellas quiere la violencia, la va a conseguir.

Los mexicanos hemos tenido siempre ante nosotros dos caminos: el de la violencia allí está, siempre a la mano. El otro es el de la legalidad, de las instituciones, de la lucha civilizada, en la que se puede contender con otros, y los adversarios van a tolerarse y a respetarse.

Esos caminos están allí siempre frente a frente; hay quienes optan por la violencia, mientras que otros lo hacen por el camino legal, al que incluso hay que corregir para que no sea solamente legal, sino también justo y equitativo.

Cada vez más se ha ido mostrando que sí es posible llegar a reformas, que es posible avanzar por el camino legal; el otro es un desbarrancadero. Sin embargo, en 1994 todavía hubo un levantamiento armado, el del EZLN, que fue una invitación a la violencia, y una buena parte de la sociedad sintió que tenía razón.

Afortunadamente, en algunos momentos en los que el país pudo estar al borde de conflictos más amplios, más graves, los protagonistas ha actuado con enorme responsabilidad. Uno de estos momentos fue cuando en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas rechazó la propuesta de algunos seguidores suyos para intentar el asalto a Palacio Nacional, el que contaba con una guardia especial; por su parte, el presidente De la Madrid tuvo la prudencia de que esos soldados no estuvieran a la vista de la gente, porque lo contrario podría haberse visto como una provocación. En ese momento Cárdenas tuvo una actitud muy responsable, calmó los ánimos, rechazó la tentación de la violencia.

Esa tentación de optar por una vía que parece más rápida y una aparente solución difícilmente puede llevar a buena soluciones.

Desde que se creó el PNR, cada vez las elecciones han sido menos violentas, lo que no quiere decir que no haya de pronto la toma de un edificio, que pueda haber enfrentamientos, algún muerto.

Aquí vuelvo al tema de la educación: desgraciadamente no estamos educados para respetar a los adversarios y tolerarlos. Creo que nuestra carencia educativa es muy grande. En el famoso debate, cuando los candidatos hablaron sobre educación me quedo claro que lo que entienden por educación es construir más escuelas, y que no tienen ninguna idea de lo que podría conseguirse mediante la educación. Cuando se habla de los problemas de violencia del país, no he oído a nadie que crea que la educación puede ayudar a resolver esos problemas.

AR: En el libro encuentro algunos comentarios positivos hacia el PRI y hacia los distintos presidentes de la República, aunque también los hay en sentido contrario. ¿Qué papel jugaron tanto el partido como los presidentes en la democratización del país?

FG: Hay comentarios positivos y otros que no lo son porque no toda la gente es la misma. Piezas centrales en la construcción de la democracia son personajes como Reyes Heroles, secretario de Gobernación de López Portillo. Pero siempre hay fuerzas que pretenden conservar las cosas como están porque significan ventajas y privilegios para ellas; junto a ellas hay fuerzas que promueven los cambios. Hay un momento en que los presidentes de la República y los directivos del PRI sintieron la presión social tan intensa, que entendieron que había que hacer ciertas reformas y ceder en puntos en que había razón.

México no es un país que pueda funcionar solo, y es más dependiente que otros países en el sentido económico y de infraestructura. Los países, para poder conservar sus relaciones, se ven obligados a modernizarse Existen monarquías en el mundo, pero lo son parlamentarias y las formas de gobierno son más bien democráticas. Pero estoy seguro que habrá otras formas de organización; creo que los poderes centrales de los países van a desaparecer en algún momento y se van a tener que fundar poderes de demarcaciones muy pequeñas que se asociaran para obtener más fuerza en algún momento.

AR: Casi concluye el libro haciendo una exposición a grandes rasgos de las ofertas que hizo Vicente Fox en su campaña electoral de 2000. Ya cerca de concluir el sexenio, ¿qué evaluación hace usted del cumplimiento de aquellas ofertas?

FG: Para qué pierdo el tiempo haciéndola. Para los desmemoriados, en el libro presento una lista, que es como la tercera parte de lo que Fox dijo, y que es la más sensata. También ahora que hubo debates, todos hicieron promesas absolutamente desmesuradas. ¿Cómo se le ocurre a Calderón, en este país en donde están quebrados el IMSS y el ISSSTE, garantizar un seguro médico para cada niño que nace? Es de una ingenuidad y de una estupidez muy grandes. Pero Madrazo hizo declaraciones iguales, y en cuanto a López Obrador bastan los segundos pisos para que podamos darnos cuenta de que son medidas muy visibles, espectaculares y muy poco prácticas: ya están saturados y el problema de la ciudad sigue siendo el mismo.

Pero creo que este fue un gobierno increíblemente inepto; también es increíble que no haya forma de rectificarlo. El gabinete de Fox, frente a los gabinetes de Zedillo o de Salinas, es de risa loca; no es gente respetable, y con lo que hicieron, menos. De un funcionario no importan los antecedentes con los que llegue. Si llega con todos los títulos del mundo y lo hace mal, de qué le sirven; si no es muy conocido y lo hace bien, es la oportunidad de crecer. Necesitamos un público más educado, más escéptico, más capaz de juzgar lo que oye, lo que obligaría a los candidatos a elevar su nivel.

AR: Esta elección de julio va a ser definida en buena medida por los jóvenes, personas de entre 18 y 34 años que son la mayoría en el padrón electoral. Muchos de ellos no conocen las luchas democratizadoras ni el gran esfuerzo social que ha costado nuestra democracia. ¿Qué les diría usted a ellos? ¿qué beneficios ha traído al país la democracia, porque habría que defenderla?

FG: Creo que hay que interesarse por la historia del lugar donde uno vive, más allá de que se pudieran demostrar claramente beneficios prácticos. De esa manera uno puede empezar a pensar la ventajas de hacia adónde se dirige y dónde quedan las cosas. Uno debería desarrollar la curiosidad por averiguar esos asuntos.

Vuelvo a la educación: ésta comienza en la casa y en la escuela. Uno tendría que preocuparse por saber quiénes fueron sus padres y sus abuelos, dónde vivieron y de dónde vinieron, no porque vaya a sacar de allí una ventaja práctica, sino simplemente porque eso ayuda que uno se forme más completamente. De allí se derivarán ventajas en que uno no había pensado. En mi caso, una razón para interesarse en el libro puede ser que es una historia interesante, acerca de uno de los temas más importantes incluso en las tragedias de Shakespeare o en las novelas de cualquier época, que es el poder.

Esta es una historia de cómo ese poder se ha disputado, primero a balazos y traiciones, y cómo después se ha ido civilizando y sofisticando. Ahora sigue habiendo traiciones, pero ya no se mata (o se espera que no se haga).

La primera razón por la que yo trataría de interesar al joven a leer este libro es que es una historia interesante, con violencia, con personajes muy importantes, luchas encarnizadas, con dos personajes centrales: la violencia y la legalidad, y la forma como nos hemos inclinado por una de las dos vías.

El balance hasta ahora es que ha dominado la idea de que el camino debe ser el legal; pero qué cerca estamos de la violencia, la que se puede dar cualquier día, y debemos tener conciencia de eso. Si estamos más o menos bien educados, está claro que hay que optar por la vía legal, aunque sea más complicada y requiera más tiempo. Hasta ahora el país ha ido creciendo en esa dirección, y espero que así siga.



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