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La insignia
1 de febrero del 2006


A fuego lento

El privilegio del lucro


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, enero del 2006.


Sólo un demente podría oponerse al lucro y al mercado. Equivaldría a no aceptar que haga sol o que llueva. El mercado y el lucro son elementos naturales del circuito de producción, circulación y consumo de mercancías. Nadie en su sano juicio podría oponerse a ellos.

Lo que sí admite oposición es la lógica cultural que hace del lucro y del mercado sinónimos unívocos de libertad, ética, moralidad y perfectibilidad humanas, subordinando a ellos la conducta social. No es al sol ni a la lluvia a lo que uno puede oponerse, sino a hacer del sol y la lluvia deidades a las que hay que adorar para que podamos ejercer nuestra esencia libre y creadora.

El mercado y el lucro son consecuencias naturales del proceso productivo como mecanismos para la generación de riqueza. Pero su uso y abuso, su acaparamiento, control y manipulación resultan del ejercicio del poder. Y es esto, en definitiva, lo que está en discusión cuando hablamos de libertad, mercado y lucro.

La crítica de la lógica cultural que propone el lucro como el motor de la libre generación de riqueza, no consiste en negar la libertad de lucrar sino en dilucidar de qué manera se lucra a fin de establecer si este acto natural puede constituir o no una violación a la libertad de los demás, como ocurre con las prácticas monopolistas de las oligarquías que coartan la libertad de empresa y el derecho de los otros a lucrar. Y puesto que se trata de un problema de poder, la pregunta pertinente sería: ¿es el lucro un derecho o un privilegio? No se trata de oponerse a que las personas intercambien libremente bienes y servicios ni a que lucren haciéndolo, sino a que ese acto les sea denegado a las mayorías por quienes tienen el poder económico suficiente para acapararlo y hacer de él una actividad exclusiva y privilegiada, porque controlan los medios y mecanismos de la producción, circulación y consumo de mercancías.

No es cierto, por otra parte, que sólo logra lucrar quien sirve bien a los consumidores. Los fabricantes de armas lucran haciendo que sus consumidores se aniquilen entre sí. Y si se argumenta que el fabricante los sirve bien puesto que lo que ellos quieren y deciden comprar son armas, podríamos aplicar esa misma lógica a los narcotraficantes legitimándolos, ya que satisfacen con creces las ingentes necesidades de sus disciplinados consumidores. ¿Que el narcotráfico está fuera de la ley y la fabricación de armas no? Sí, pero ¿quiénes hacen las leyes a la medida de sus necesidades sino los privilegiados que pueden lucrar dentro de sus marcos legales ilegalizando a la competencia? Como se ve, el asunto no es "filosófico" sino político. No tiene que ver con "la libertad" (en abstracto) sino con el poder (en concreto).

Finalmente, el riesgo empresarial y el exiguo margen de lucro que las corporaciones suelen declarar, no funciona como argumento a favor de la lógica cultural de la preeminencia del mercado y el lucro como condiciones de la ética y la libertad humanas, ya que el volumen de productividad de las corporaciones, así como el pago de bajos salarios sin prestaciones (al estilo de Wall-Mart), las prácticas monopolistas que quiebran a la micro, mediana y pequeña empresa, y la imposición de "libres" criterios de consumo a las masas por medio de la publicidad y el mercadeo conductistas, hacen del candor corporativo la esencia misma de la ética del lucro como instrumento del deliberado intelicidio (o enajenación) del ser humano que perpetra el mercado, logrando que aquél deje a las "sugerencias" de los mercadólogos y publicistas no sólo su conocimiento del mundo, su gusto estético y su derecho a ejercer su criterio libremente, sino también su "opción" de ser consumidor renunciando a otro derecho que según el ideario liberal también le asiste: el derecho a lucrar.

Mientras este derecho no sea ejercido por las masas, todo esfuerzo por forjarles una mentalidad emprendedora mediante la motivación bienpensante (al estilo de "GuateÁmala") se derrumbará, como todo lo que no tiene base.


(*) También publicado en A fuego lento



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