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22 de enero del 2006 |
Réplica al artículo La extraña muerte de Sebastián
Mario Escala
Les escribo por un articulo que publicaron el 21 de noviembre del 2004, por la muerte de un niño en Chile, Sebastian Valencia.
Yo soy el medico que estaba en ese campamento y salgo mencionado en dicho articulo. No había querido escribirles antes, pues pensé que bajarían epontaneamente el artículo cuando las cosas se tranquilizaran. Lo que mencionan en dicho artículo está muy alejado de la verdad. Las cosas no son como las contaron, y es así que el juicio todavía no empieza, pues todas las diligencias han salido en favor de la tesis que el niño desgraciadamente tuvo un accidente y murió por asfixia. Si hay responsabilidades o no, el juicio lo dirá, que para que ustedes sepan tuvimos una audiencia la semana pasada, en la cual se barajó la posibilidad de un arreglo reparatorio, con el que todos estaban de acuerdo, menos yo. ¿Por qué? Porque no eswtoy dispuesto a que alguien pague dinero por algo que yo no hice. Mis acciones y conductas fueron las adecuadas tanto ética como protocolarmente. Se siguieron todos los protocolos de rescate y atención en las condiciones en que se produjo el accidente, y así lo consideran también las múltiples comisiones evaluadoras a las que me han sometido. Si quieren saber detalles, yo estoy tan dispuesto como siempre lo he estado a contar la verdad de lo que pasó, y cómo se destruyó el sueño de miles de niños diabéticos, que la única oportunidad de aprender y poder sobrellevar su enfermedad era ese campamento. En mi país la informacion sobre diabetes es escasa, y la educación nula; es por ello que ese campamento era tan importante. Educaba a mas de 400 niños de bajos recursos por año, era el mas grande de Latinoamérica y de los top ten mundiales en tamaño y manejo, y eso lo pueden verificar los múltiples congresos internacionales de campamentos que se han realizado en Chile. Fuimos lideres y dignos de ejemplo que sobrepasaba nuestras fronteras, pero más importante que eso, eramos LA oprtunidad que tenian muchos niños de vivir, una vida sana y segura, con esta terrible enfermedad. Ese sueño fue truncado por este accidente. El campamento nunca volvió a ser el mismo, pero más que el accidente, lo que lo destruyó fue este juicio. En este juicio las personas enjuiciadas somos yo (médico) el director de campamento, jefe del grupo, monitor del grupo y ¡SU MEJOR AMIGO! Todo eso destruyó la organización en sus cimientos más profundos. Ahora el campamento sólo dura una sesión (de 4 anteriores) y no alcanza a abarcar la mitad de la población que antes educaba. Si les sirve de algo, o si pueden hacer renacer ese sueño, que salvo la vida de muchos niños pequeños que estaban solos con su enfermedad, yo estoy completamente abierto a ayudarlos en lo que sea y contarles la verdadera historia, lo que realmente pasó desde un punto de vista objetivo y ético, sin sentimientos de por medio. Espero que esta carta sirva de algo, o por lo menos que ustedes no contribuyan a la destrucción de un sueño, que también fue el sueño de Sebastián. Él había asistido a 8 campamentos, y sólo queria ser uno de nosotros, los que trabajabamos en ese campamento (todos ad honorem); y lo habría logrado, pero en vez de ello se convirtió en el destructor de su propiio sueño, por manos inescrupulosas que usaron su nombre en la forma en que les convenía. |
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