Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
28 de diciembre del 2006


Perú

Alucinaciones tinkeras


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, diciembre del 2006.


En septiembre del año pasado, mi abuelita materna Candelaria Felipa Trinidad de los Santos se ganó la Tinka y se llevó la friolera suma de 3,3 millones de soles, después del 10% que le descontó la empresa de la lotería. Aunque no sabía nada de finanzas, decidió invertir en compañías que cotizaban en bolsa para asegurar su futuro, dado que recién había cumplido 99. Lupa en mano, las escogía de las Páginas Amarillas, siempre que su razón social le recordara alguno de sus recorridos juveniles por ríos y montañas, ciudades y museos, bares y amantes.

Fue en persona a la Sociedad Agente de Bolsa, que queda a la vuelta de la esquina, y le encargó invertir 100.000 en 33 empresas. Por supuesto, después de asignar todo el premio a la compra de las acciones se quedó sin un centavo y no me pudo devolver los 3 soles que le presté para comprar el boleto ganador.

Un año después, revisé sus cuentas y descubrí deslumbrado que había más que triplicado su capital inicial, que pasó de 3,3 millones a 11,2 millones. En efecto, había ganado un 240% en esos breves 12 meses por haber invertido precisamente --que es casi como ganarse otra Tinka-- en las 33 empresas más rentables del país, las cuales figuran en el gráfico adjunto.

Las cifras que ahí aparecen representan la ganancia nominal porcentual por acción de las que han rendido más del 100% entre setiembre del 2005 y setiembre de este año, considerando tanto los cambios en sus cotizaciones como los dividendos repartidos, y que hemos recalculado del 'índice de lucro' (sic) que publica trimestralmente la Bolsa de Valores de Lima (BVL). Candelaria merece, pues, nuestros mayores respetos, porque logró sobrepasar los incrementos del Índice General y del Selectivo (correspondiente este a las 15 blue chips) de la BVL, que aumentaron, respectivamente, 109,1% y 134,3% en ese período (septiembre 2006-septiembre 2005), bastante menos que el que alcanzaron entre anteayer y el mismo día del año pasado: 176,2% y 202,3% cada cual. Sin duda, como es sabido, se trata de la bolsa más jugosa del orbe.

En cambio, mi abuela paterna Érika Inge, que se llevó la misma suerte en la Navidad del año pasado, es absolutamente adversa al riesgo en general y a la bolsa en particular. De ahí que la mitad del premio la guardó en billetes debajo y dentro de sus cojines y colchón (por lo que decía poder dormir más suavecito y que así ya no extrañaba al abuelo), con lo que perdió a tres bandas: -2,7% por los soles, debido a la inflación; y -6,5% por los dólares y -3,6% por los yenes, por la revaluación del sol respecto a esas monedas y por la diferencia de cambio en la compra y la venta de la M/E, a lo que debió añadir una pérdida adicional por la inflación mencionada. Solo ganó 2,5% con los euros y las libras esterlinas, por la devaluación del sol respecto a esas monedas, pero que finalmente se esfumaron completamente por la leve inflación local.

El otro 50% del premio lo llevó al banco. "No vaya a ser que me asalten en casa", decía, aunque las malas lenguas y las estadísticas -"lo mismo son en este país"- afirman que es más probable que lo hagan dentro o junto al banco. También sabía que los bancos quiebran, pero por lo menos el seguro le devolvería 65.000 soles (o 20.000 dólares) de sus depósitos si ello sucediera.

Asignó su dinero en cuentas de ahorro y a plazo, tanto en soles como en dólares, de manera que también perdió en las de ahorro: las de soles le daban apenas un 1,1% de interés al año, que por efecto de la leve inflación se convirtieron en -1,7%; mientras que las de dólares le rendían nominalmente 0,46%, por lo que efectivamente perdió 9% en soles reales, contando las pérdidas por tipo de cambio e inflación.

En las cuentas a plazo en dólares, si bien le pagaban 4,50%, terminó perdiendo 5,3% debido a los efectos mencionados, por lo que solo ganó alguito con las denominadas en soles (también a 360 días), que daban un interés del 4,9%, que con la diferencia en el IPC le significaron un liliputiense plus del 2,1%.

Nicolasa (esa de la TV), mi tercera y más célebre abuela, gracias a los genes minerales que había heredado, asignó todos sus fondos a tres tipos de barras: oro, cobre y plata, que le permitieron recabar 31,6%, 64,5% y 65,1% de ganancias, respectivamente, sin contar inflación e insomnio, comisiones y pérdida cambiaria, alarmas y ametralladoras. No compró barriles de petróleo, lo que fue una suerte porque apenas aumentaron de 59,4 a 62 dólares en estos 12 meses y porque habría tenido que almacenarlos en su piscina. Claro que si los hubiera vendido en agosto, cuando el barril volaba por los 74 dólares, la cosa le habría salido simpática (25% de ganancia). Finalmente, de mi cuarta abuela prefiero no hablar y no doy su nombre, porque no tiene nombre que en 33 días le hayan pelado sus 3,3 millones en un casino miraflorino y que hoy ha tenido el descoco de pedirme tres soles... para jugar ya saben qué.

En conclusión, debe usted reconocer que mis abuelitas tienen mucha suerte por haberse ganado todas ellas una Tinka. Porque la única manera de ganársela con seguridad plena (rezando para que a ningún otro tinkero le tinquen los seis números milagrosos) es comprando 8.145.060 tickets, para lo que habría que desembolsar casi 24,5 millones de soles, lo que no resulta muy rentable si tenemos presente que el pozo que se juega esta dulce noche navideña es de 1,2 millones. Aquí termino y me disculpan... tengo que salir a comprarme un huachito y comerme cada uno de los pavos que cada una de mis cuatro viejitas lecheras me ha preparado.




Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto