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La insignia
3 de agosto del 2006


Elogio del pragmatismo


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, julio del 2006.


Entre las muchas formas de lectura e interpretación del Mensaje del 28, la más práctica consiste en encontrarle la lógica económico-política subyacente, entresacando del discurso los intereses específicos que pretende servir y las alianzas concretas que busca tejer el gobernante de turno, según lo expresado, lo implícito, lo negado o lo ignorado en su transcurso. Desde esta perspectiva particular, se desprende claramente el intento de soldar una magna alianza con los poderosos intereses foráneos que influyen sobre o que están radicados en el país, desde las empresas transnacionales, pasando por los organismos financieros internacionales, hasta los principales gobiernos del norte y algunos de los vecinos. Se trata, por tanto, de un intento bastante más ambicioso que el que se intentara infructuosamente con los 12 Apóstoles hace veinte años. Las inversiones masivas que así se atraerían, así como los recortes y reasignaciones del gasto público, permitirían aumentar el empleo y ampliar el impacto de las políticas sociales. Sería, por tanto, un proyecto económico-político muy realista y consistente para alcanzar el ansiado 7% de crecimiento económico y la sustancial reducción de la pobreza, lo que aseguraría la precaria paz social y la amenazada seguridad ciudadana.

Las señales que se le han dado al gran capital privado, especialmente al extranjero, no pueden ser más claras, contra toda promesa de campaña y en concordancia con una centro derecha moderna, como si la ciudadanía hubiese votado por Lourdes. Las noticias para las empresas transnacionales son de festejo. No se tocaron temas candentes -que figuraron en primera plana durante la campaña electoral- como el TLC (que se aprobará 'línea por línea'), ni las privatizaciones y concesiones (para las que aún habría espacios), ni la reforma tributaria integral (que hubiera incidido más en los impuestos directos que en los indirectos), ni los impuestos a las sobreganancias (para evitar arbitrajes internacionales que perderíamos), ni el cambio de la Constitución (que permitiría renegociar los contratos de estabilidad tributaria y administrativa), ni la insistencia para que todas las empresas mineras paguen regalías, entre otras. Esos silencios tranquilizan aún más a los privilegiados si se piensa en la gran confianza que irradian y la calidad técnica que poseen los ministros nombrados, por lo menos en los tres críticos ramos de Economía y Finanzas, Producción, y Comercio Exterior y Turismo, que también habría elegido Lourdes. A lo que se añaden, finalmente, las primeras medidas concretas del Gabinete: la creación del Comité de Coordinación de Política Fiscal y las sanciones severas a los funcionarios públicos que no cumplan con la ley de responsabilidad y transparencia fiscal. En pocas palabras, se han dado las señales correctas y las medidas concretas para tranquilizar al 'mercado', tanto para reducir aún más el 'riesgo país', aunque pueda aumentar el riesgo social, como para asegurar una marcha segura al tan ansiado 'grado de inversión', aunque pueda ocurrir a costa del 'grado de satisfacción' de la población.

¿Cómo entender este viraje radical de un presidente socialdemócrata? De una parte, evidentemente, para acceder al poder hay que maximizar votos, lo que obliga a hacer promesas que los aseguren; una vez que se llega al poder, las cosas cambian y el 'pragmatismo' campea. A este respecto, a nuestro mandatario se le ha vendido la idea que solo con la expansión de la inversión extranjera directa (IED) y las exportaciones se puede sacar al país del marasmo, dado que serían los motores de propulsión para generar empleo y comprar paz social, como lo señalaba también el gobierno anterior. Y para eso alguien, aparentemente no muy bien intencionado, le ha soplado el dato de que ya están comprometidos 24.000 millones de dólares de inversión foránea. Esa extraordinaria suma, de ser válida, convence a cualquiera del realismo de esa alianza, por lo que sería absurdo espantar a la gallina de los huevos de oro y que es lo que explica porqué a la IED se la trató como al pétalo de una orquídea. Lo que, además es consistente con "la necesidad de pragmatismo que Haya de la Torre planteó" .

Desafortunadamente la cifras de "más de 20.000 millones de inversión concertada" con el capital foráneo es ilusoria y no sabemos de donde sale. No solo el sentido común nos dice que se trata de una magnitud descaminada, porque deriva de una proyección pasiva (que asume que las condiciones internacionales de precios se mantendrán como ahora), sino que los datos de que disponemos sobre los proyectos en cartera para el quinquenio, tal como los diera a conocer Gestión (julio 17, 2006; p. 17), apenas llegan a 10.300 millones de dólares (8.000 para la minería y 2.300 del petróleo); parte de la cual, por lo demás, seguramente se levantará en el mercado doméstico de capitales. Los restantes 14.000 quién sabe de qué manga vendrán. De otra parte, si revisamos la Balanza de Pagos, observamos que durante el último quinquenio la IED fue de 8.311 millones de dólares (incluidas las privatizaciones), que equivalen a un promedio anual de 1.700, frente a los 4.800 por año que se esperarían ilusamente hasta el 2011. Más aún, lo que se olvida es que la IED, con todo derecho, remite utilidades al extranjero (e intereses por su deuda externa), las que van creciendo con el tiempo y exponencialmente a medida que maduran: el año pasado llegaron a la asombrosa cifra de 4.211 millones de dólares, muy por encima de lo que ingresó al país por IED (1.818). Lo que significa que, aunque indudablemente contribuyen a expandir nuestras exportaciones primarias, no permiten una sostenibilidad de nuestra balanza de pagos. Y el día que los mercados mundiales se caigan, señales de las cuales ya llegan desde EEUU, nos preguntaremos porqué no adoptamos a tiempo medidas para encadenar esos procesos a la economía interna, que todos sabemos que es un mercado mucho más estable, no tan sujeto a la volatilidad de la economía mundial. Pero este tema de la importancia de expandir el mercado doméstico quedó al margen, para lo que hubiera tenido que plantearse la necesidad de establecer políticas sectoriales específicas, incentivos concretos para generar encadenamientos productivos, medidas redistributivas y similares.

Por lo demás, el mensaje trae muchas muy buenas ideas (y otras no tanto) para afrontar con seriedad el problema de la pobreza, aunque aquí tampoco las cifras son muy alentadoras para cubrir lo prometido, como habrá oportunidad de expresarlo en alguna otra oportunidad. En todo caso queda clara la racional división del trabajo al interior del Gabinete, que para muchos se caracteriza por una aparente esquizofrenia, dada su heterogénea composición y que podría llevar a renuncias fulminantes, más temprano que tarde. En todo caso, en teoría, mientras los 'técnicos' (ideológicamente neoclásicos) se encargarían de asegurar los incentivos para expandir la inversión extranjera y las exportaciones, los miembros y simpatizantes del partido (ideológicamente heterodoxos en tiempo y espacio) contribuirían a implementar las medidas para asegurar la paz social (y las elecciones de noviembre). En teoría, los primeros se ocuparán de la responsabilidad (fiscal) y los segundos del cambio (para que nada cambie), con lo que se lograría el prometido 'cambio responsable'...precisamente por lo cual se diluirá en un 'continuismo irresponsable'.


(*) Publicado originalmente en Gestión. 2 de agosto del 2006.



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