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26 de octubre del 2005


UE-CES

Forjar una Europa fuerte y social


Confederación Europea de Sindicatos (CES). Bruselas, octubre del 2005
Publicado en Internet por UGT (España).


Anticipando la reunión informal de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE, convocada para finales de octubre, en la que se debatirán sobre la futura dirección de Europa, la CES desea subrayar su convicción de la existencia de un modelo social europeo y no solo de 25 modelos sociales nacionales dispares en la Unión Europea. En ciertos sectores como la construcción, la restauración y algunas funciones del transporte, un único mercado laboral tiene cada vez más tendencia a instalarse en la UE, y normas comunes son a la vez deseables y necesarias. Pretender lo contrario solo favorece la hostilidad hacia el Mercado único y la UE. Las cuestiones económicas y sociales van unidas, y el equilibrio entre ambas forma parte del contrato social establecido en el momento de la construcción del mercado único. Una consecuencia primordial de esta visión es la necesidad de un marco común de legislación europea fuerte.

Reconocemos que este modelo está sometido a una dura prueba y estamos preparados a participar en el debate lanzado por la Presidencia británica. Sin embargo, si su intención en el análisis de "el equilibrio entre la acción común y la diversidad nacional" es volver a situar los derechos sociales a un nivel nacional, a una campaña de desregulación a todos los niveles, o ambos, esto no podrá desembocar en un debate útil.

Este documento es una contribución a las discusiones que tendrán lugar en la reunión del Consejo, y que esperemos desemboquen, en avances positivos. Pedimos insistentemente a todas las instituciones europeas y las autoridades nacionales que jueguen un papel constructivo. En este espíritu, proponemos a nuestros interlocutores sociales que elaboremos nosotros mismos un acuerdo marco como plan de acción para todos los actores implicados.

Introducción

El concepto de Europa social ha estado en el centro de la evolución de la Unión europea. Los derechos sociales, la inserción social, el diálogo social, así como un papel importante de los interlocutores sociales, han sido reconocidos como los elementos clave de Europa y forman parte de los valores fundamentales de esta última, tal y como se definen en el Tratado constitucional. Por estas razones la CES apoya Europa. Estos elementos son esenciales para conservar el apoyo de los sindicatos y de los trabajadores en la Unión Europea y, en ciertos países, este apoyo ha ido perdiendo terreno.

¿Por qué? Está claro que incluso si una mayoría de ciudadanos apoya las ventajas de pertenecer a Europa, este apoyo se va debilitando (entre los trabajadores en general, pero sobre todo entre las mujeres y los jóvenes). El paro, la deslocalización, las amenazas a la seguridad de los salarios, incluyendo las pensiones, provocan la desilusión, y se observa que algunos tienen la sensación de una falta de influencia y podrían volverse hacia el nacionalismo y el racismo, un rechazo de los trabajadores migrantes y la oposición a la ampliación de la UE. La CES concluye que Europa debe renovar sus argumentos para reactualizar su razón de ser y definir un futuro sólido para la Europa social, en el que se abordaría prioritariamente el problema del paro. Esta declaración va en este sentido.

Logros y fracasos

La Unión europea nació de las cenizas de la segunda guerra mundial para constituir una región de paz y prosperidad; y enterrar los antiguos tribalismos y nacionalismos de nuestro continente.

Ha conseguido con éxito transformar lo que fue, a principios del siglo XX, el continente más sangriento del mundo en una zona de cooperación pacifica y de progreso económico y social.

De los seis estados miembros fundadores, se ha extendido a 25 miembros, y otros países esperan su adhesión. La CES ha sido partidaria siempre de la ampliación sobre la base de que las garantías de protección social que hemos adquirido se extiendan a todos y que la intención común de Europa no se vea disminuida. Los ciudadanos de los nuevos Estados miembros quieren unirse al modelo social europeo común.

Para los sindicatos europeos, la UE ha sido hasta ahora una fuerza positiva, que ha sabido salvaguardar en su acción los valores sindicales de inserción social y de solidaridad, del Estado del bienestar y los servicios de interés general, la participación de los trabajadores y la negociación colectiva. El objeto ha sido siempre alcanzar el equilibrio entre dinamismo económico y dimensión social. Esto diferencia claramente el modelo europeo del sistema americano, en el que el contraste entre la fortuna privada y la miseria pública ha sido demostrado una vez más por la inapropiada reacción inicial frente al huracán Katrina. Este equilibrio europeo sostiene la estrategia de Lisboa concebida en el 2000 y que la CES apoya actualmente.

Pero la UE está pasando dificultades, principalmente a causa de su impotencia frente a tasas de paro elevadas en los países del corazón de Europa, y también, más recientemente, su incapacidad de garantizar la ratificación indispensable del Tratado constitucional de la UE. Estos problemas se agravarán si no se concluye rápidamente un nuevo acuerdo presupuestario satisfactorio.

Esta crisis en el seno de Europa es el resultado de una falta de coraje y de visión políticas. Los dirigentes de los países europeos no han asumido la responsabilidad de explicar las ventajas de la integración a los ciudadanos y han encontrado a menudo muy cómodo echar las culpas a Bruselas cuando las cosas iban mal. Han omitido igualmente construir una visión política en la que se considere que una Europa integrada juega un papel esencial. Esto forma parte de una tendencia, más amplia e inquietante, en detrimento de la confianza en la capacidad de los gobierno de mejorar la vida de los ciudadanos.

Además, en algunos países, fracciones de la izquierda política dominante están decepcionadas por la escasa visión social de Europa, constantemente buscada por Jacques Delors. Ha habido una reacción contra el acento unilateral puesto en la liberalización del mercado, que se ha traducido en un creciente escepticismo hacia el valor y la utilidad de la integración europea. Mientras que Europa no sea considerada como parte de la solución, será siempre percibida como parte del problema.

La Europa de la mundialización

La Unión europea no ha sido inventada para responder a la mundialización, pero su existencia debe permitirnos afrontar los nuevos desafíos mundiales mucho más eficazmente, y debe figurar en el corazón de la misión europea del siglo XXI. El objetivo de poner un término a la guerra en Europa ya no basta para alimentar el proceso de integración.

Aunque siga estando de actualidad (muy recientemente en los Balcanes), este objetivo resulta lejano para otros muchos europeos modernos, sobre todo al Oeste y entre las generaciones más jóvenes.

En la época del tratado de Roma, existía un sistema de gestión económica internacional que funcionaba, los problemas medioambientales eran de orden nacional, las comunicaciones internacionales y los viajes al extranjero estaban reservados a las elites y los Estados tenían el monopolio de una fuerza armada. Los desafíos modernos de los mercados mundiales volátiles, del cambio climático y del deterioro del medio ambiente, así como el terrorismo internacional no habrían podido predecirse. Sin embargo, construyendo un espacio político transnacional, los países de Europa han creado un marco en el que se pueden encontrar las soluciones a estos problemas.

Sostener que la mundialización es buena o mal es demasiado simplista Su impacto social y económico es demasiado desigual para que se pueda hacer un juicio semejante. Por una parte, es la consecuencia de las ambiciones que tienen las persona de acceder a lo que el mundo les puede ofrecer. Por otra parte, engendra nuevas formas de inseguridad y de perturbación social a las que hay que remediar. Este objetivo no puede alcanzarse sin una acción colectiva a nivel internacional. Si Europa, que posee el conjunto más sólido de instituciones y de valores comunes de todas las instituciones internacionales, no compone la base de este proyecto, ¿quién lo hará?

El objetivo de una Europa integrada debería ser gestionar el proceso de mundialización de manera a maximizar sus beneficios y minimizar sus costes, haciendo que haya tantos beneficiados como sea posible y que se pongan en marcha medidas compensatorias para los más desfavorecidos. Debería intentar restaurar la preponderancia de la política en los mercados y la capacidad de los europeos de controlar su propio destino.

Lo que es chocante a propósito de la mundialización, es que las naciones que más se han beneficiado son aquellas cuya presencia geopolítica es suficiente para permitirlas gobernar los términos de sus interacciones con el mundo exterior en su propio beneficio. Ningún país europeo es lo suficientemente grande para lograrlo solo. Los europeos solo pueden hacerlo actuando colectivamente.

Las bases del proyecto europeo deberían ser sus valores comunes. La prueba de que estos existen aparece claramente en los sondeos de opinión. Las naciones europeas representan un abanico variado de experiencias e ideas. Sin embargo, están ligadas por un conjunto claramente identificable de valores políticos y sociales que son el resultado de la historia y la cultura únicas del continente.

Los valores comunes europeos se hacen eco de los valores que han definido al movimiento sindical europeo desde su fundación - la solidaridad, la igualdad, la justicia social, el internacionalismo y la convicción de que la vida económica y social debe ser estructurada de manera que responda a las necesidades humanas. No existe ningún lugar en el mundo, exceptuando Europa, donde esos valores estén más integrados en la gobernanza.

Bajo la influencia del desarrollo del movimiento sindical europeo y de las ideas democráticas, las sociedades europeas son prueba de un sólido compromiso con la ayuda publica y la responsabilidad del gobierno de promover la cohesión social - un compromiso compartido por las corrientes dominantes de la izquierda y la derecha, que incluye las medidas de predistribución como el salario mínimo y la imposición progresiva.

La visión europea del orden internacional se basa en el apoyo al multilateralismo, los principios del orden internacional, la gobernanza mundial a través de las instituciones legítimas y la solidaridad entre ricos y pobres. ¿Siguen siendo pertinentes estos valores? ¿O se han quedado obsoletos en razón de la mundialización y de la emergencia de nuevas economías de envergadura, en particular China e India?

Durabilidad del modelo social europeo

Es claramente el momento de iniciar un período de reflexión seguido por unas acciones valientes y ambiciosas.

El debate sobre el futuro de Europa y del modelo social europeo está actualmente lanzado. La batalla actual ha sido descrita como una lucha entre los que quieren un modelo social europeo moderno, una unión política y social basada en una economía de mercado y derechos sociales y los que quieren únicamente una zona de libre cambio, caracterizada por un mercado libre menos reglamentado dotado de instituciones más débiles. ¿Es correcta esta interpretación?

Mientras que esta diferencia crucial y actualmente enorme de las percepciones subsista, mientras que numerosos empresarios, con el apoyo de los políticos, incluido, en algunos países, de políticos de centro izquierda, argumenten a favor de una Europa más "comercial" (con menos burocracia puntillosa, menos normas sociales, mas desregulación, liberalización, menos influencia sindical), será imposible encontrar una nueva base para la evolución de Europa. El foso ideológico es demasiado grande. Si los trabajadores tienen la impresión de que la Europa social está perdiendo velocidad, considerarán Europa en su totalidad como una amenaza y no como un apoyo. Su reacción natural sería la resistencia y la oposición.

La CES considera pues vital que el Consejo de Ministros, la Comisión, el Parlamento y los interlocutores sociales, incluida la sociedad civil, garanticen el acuerdo más amplio posible sobre las pistas de reflexión que lleven a la Europa social, de manera que se construya una plataforma común que busque:

- La prosperidad - más y mejores empleos, avances hacia el pleno empleo, Estados del bienestar sostenibles y una mejor calidad de vida para todos.
- La igualdad - eliminación de todas las formas de discriminación, sobre todo en lo referido al género, de la raza y al origen étnico, creencias y convicciones, orientación sexual, edad y discapacidades;
- La solidaridad - la construcción de sociedades propicias a la inserción y a la cohesión social, la protección de los que están en situación de necesidad, servicios de interés general.

Las características principales del modelo social europeo son

- La responsabilidad del Estado en materia de pleno empleo (economía social y de mercado), de servicios de interés general /obligaciones de servicios públicos y de cohesión económica y social;
- Los derechos sociales fundamentales: libertad de asociación, derecho de huelga, negociación colectiva; derecho a la información y consulta de los trabajadores; protección contra los despidos abusivos, condiciones de trabajo justas y equitativas, igualdad y no discriminación;
- La protección social - sistemas universales, muy desarrollados (en comparación con los Estados Unidos u otras regiones del mundo) - y medidas de redistribución, como por ejemplo el salario mínimo o la imposición progresiva;
- El diálogo social / las relaciones industriales con la posibilidad de concluir negociaciones colectivas; la representación de los trabajadores, los comités de empresa nacionales, los comités de empresa europeo, la legislación sobre la representación en los consejos de administración, etc.
- Una reglamentación social y laboral (legislación sobre la salud y la seguridad en el trabajo, limitación del tiempo de trabajo semanal y diario, vacaciones, protección del empleo, etc.); una política de igualdad de oportunidades; una protección para las mujeres embarazadas, etc.

El modelo social necesita un contexto amplio y eficaz en el que se pueda trabajar. Buscamos un esfuerzo común para alcanzar objetivos en materia de energía renovable, conceder una mayor importancia al aumento de recursos para la investigación y el desarrollo y la inversión para alcanzar los objetivos de la estrategia de Lisboa, un enfoque común sobre la política industrial (un campo en el que aparecen preocupantes diferencias entre Estados miembros); y un marco legal para los servicios de interés general en Europa, definiendo los servicios públicos esenciales que deben ser protegidos de la liberalización del mercado.

Para dar forma a un nuevo compromiso con estos valores, la CES apoya la propuesta a favor de una nueva estrategia plurianual de crecimiento y de inversión sostenibles para más y mejores empleos en el contexto de la estrategia de Lisboa. Debemos situar el debate sobre la evolución hacia el pleno empleo como una prioridad en nuestro trabajo.

No se trata, como algunos lo pretenden, de un debate limitado a la reforma estructural. No puede haber campos "intocables" como la política macro-económica, donde se hace necesario reforzar la gobernanza económica dentro de la zona euro haciendo del Banco central europeo el guardián de la estabilidad de los precios y del crecimiento. Proponemos igualmente una nueva Declaración sobre la renovación económica europea, con un plan de puesta en práctica de la estrategia de Lisboa que incluya una mayor coordinación de las políticas presupuestarias de los Estados miembros y un nuevo papel del Banco central europeo de inversiones que consista en financiar nuevas inversiones, incluso emitiendo obligaciones. Estos aspectos económicos se han desarrollado en un documento anejo intitulado "Más y mejores empleos".

La CES era y es firmemente partidaria de la ampliación de la UE - un logro histórico - y ahora hay que atacar la profunda división en materia de riqueza y de condiciones de vida, de políticas fiscales y de previsión social, así como de la legislación social.

La CES pide a los dirigentes europeos, cuando se reúnan a finales de octubre 2005, que se pongan de acuerdo sobre una nueva visión de Europa, basada en los principios anteriormente expuestos.

Pedimos igualmente la puesta a punto de una estrategia comunicativa de acompañamiento para lanzar un debate sobre una nueva visión entre los ciudadanos europeos. Esta vez, una simple estrategia "hacia abajo" no bastará. Una buena dirección, imaginativa es particularmente importante en las circunstancias actuales, pero además, la dirección debe ir junto a un proceso de escucha de los ciudadanos y de sus preocupaciones.

La Europa social: una responsabilidad común

La CES, con sus interlocutores sociales, quiere cumplir plenamente su rol esencial en los debates y acciones que se realicen sobre el futuro de Europa, y en particular en lo referente al papel de la Europa social. La Europa social sigue siendo la base de nuestro apoyo al concepto general de una Unión europea en desarrollo - y sus valores de inserción social, de trabajo decente y de diálogo social son los elementos clave del futuro.

Esto se aplica igualmente a las empresas. Una empresa que practique la igualdad, que le dé importancia al diálogo social, es una empresa que reúne las mejores condiciones de competitividad, de éxito a largo plazo y que obtiene el mayor grado de compromiso y de dedicación de sus empleados. Invertir en las personas, en sus aptitudes y su capacidad de adaptación, es esencial para el futuro de los individuos, de las empresas (públicas y privadas) y de los países.

La precariedad del empleo, los empleos poco remunerados y la inseguridad van fuertemente contra las buenas prácticas y amenazan los derechos adquiridos. La CES reconoce la necesidad de un cambio. No nos corresponde apoyar cada statu quo, pero somos conscientes de la necesidad de actuar con el consentimiento de la gente, identificar los temas de cambio, poner a punto una agenda de acciones y alcanzar seguidamente acuerdos.

Los interlocutores sociales tienen un programa de trabajo que llega hasta finales de 2005 y han decidido preparar un nuevo programa aun más ambicioso. He aquí un nuevo plan de acción, no solo a nivel del diálogo social, sino también con la Comisión, el Consejo de Ministros y el Parlamento.

El papel de la negociación colectiva es un eje central. La negociación colectiva ha sido un elemento importante de la construcción de numerosos países europeos y así debe seguir siendo. Hay sitio para ella en la UE, y existen algunos acuerdos marcos. Pero los empresarios son en general poco partidarios de tratar temas referidos a la relación fundamental en el lugar de trabajo o al mercado laboral. Su falta de entusiasmo refleja parcialmente su convicción de que las perspectivas de nueva legislación europea en este campo son lejanas. El enfoque de los años 90 de la Comisión con respecto a los interlocutores sociales: "o negociáis o legislamos" es ampliamente redundante.

Estas opiniones corrientes entre los empresarios, la Comisión y los Estados miembros deben flexibilizarse. En este caso la CES estará dispuesta a reaccionar con energía y compromiso a una serie de cuestiones que son importantes para el futuro de Europa. De hecho, la CES propone que se elabore un acuerdo marco como plan de acción que abarque el trabajo sobre los puntos siguientes, no solo a nivel del diálogo social, sino de manera más general.

(i) Desarrollar más políticas y legislación social

La introducción y el mantenimiento de las normas sociales mínimas son esenciales para mejorar la calidad y la protección de todos los trabajadores; en este sentido, la revisión de las directivas existentes debe llevar a una progresiva armonización. La CES desea una acción rápida a favor de la revisión de la directiva sobre el tiempo de trabajo, con el objetivo de poner fin a la cláusula de renuncia individual y ofrecer a los trabajadores una protección adecuada contra las horas de trabajo largas e irregulares. Por otra parte, el bloqueo actual sobre el proyecto de directiva sobre los trabajadores temporales debe acabar, para poder ofrecer a los trabajadores temporales una protección mínima en toda Europa; y el proyecto de directiva sobre los servicios en el mercado interior debe ser considerablemente modificada para proporcionar una situación comparable que no conlleve competencia a expensas de los derechos y condiciones laborales de los asalariados.

La CES reitera su demanda de revisión de la Directiva 94/95 sobre los Comités de empresa europeos con el fin de responder a las cada vez más intensas reestructuraciones, fusiones y deslocalizaciones y contribuir a una mejor gobernanza de estos procesos con una base de acuerdos sólidos en materia de información y consulta.

Además, se deben tomar medidas a nivel de la UE, con la implicación activa de los interlocutores sociales, para proporcionar a los trabajadores cuyas relaciones laborales son atípicas (trabajadores económicamente dependientes, trabajo domestico, etc.) una protección apropiada. La UE no puede permitirse dar la impresión de que la política social se ha "parado" para dejar más sitio a más empresas. La clave, para el futuro, consiste en mantener el equilibrio.

(ii) Crear un marco sólido para hacer frente a la deslocalización y a la reestructuración

Un problema con el que se enfrentan inevitablemente numerosos asalariados actualmente; y la manera en que sea tratado será crucial para el futuro. En el pasado, en los sectores del carbón y de la siderurgia, se creaban fondos especiales para facilitar los procesos de cambio. En algunas industrias y regiones, Europa debería examinar el alcance de estas acciones para ayudar a las personas y colectividades a atravesar mejor los cambios. Una política industrial moderna, sobre todo a nivel sectorial, resulta necesaria, amortizada y acompañada por medidas de política social. El trabajo de los interlocutores sociales y de la Comisión en cuanto a las reestructuraciones debe ampliarse para elaborar proposiciones en este campo. El objetivo debe ser establecer reglas firmes en materia de información y de consulta, comités de empresa europeos eficaces y un derecho a la reinserción para los trabajadores afectados por la reducción de personal y la reestructuración, derecho mantenido a nivel europeo (Fondos estructurales/acuerdo marco de los interlocutores sociales) e inspirándose en los convenios de negociación colectiva del conjunto de la industria sueca y finlandesa. Cuestiones próximas como la responsabilidad social de las empresas, la participación de los trabajadores y el gobierno de empresa deben ser igualmente tratadas. Un marco jurídico sólido en cuanto al derecho de participación de los trabajadores es indispensable para hacer frente a las eventuales fusiones transfronterizas y de cambio de sede social de las sociedades anónimas.

(iii) Abordar los desafíos demográficos con una mirada abierta al futuro

Queda claro que, a causa de una esperanza de vida más larga y de una tasa de natalidad más débil, la mayoría de Europa está constituida por una población envejecida. Esto plantea enormes problemas en materia de durabilidad de las pensiones y con respecto a las expectativas de los trabajadores que, como los del baby-boom de la posguerra, esperan poder jubilarse con 60 años o antes. Esto suscita también otras cuestiones, más amplias como

- El apoyo a los padres que trabajan, con servicios de guardería a precios abordables y de calidad así como otras comodidades y servicios, para permitirles tener una familia;

- La mejora de la calidad de vida profesional, sobre todo reduciendo las largas horas de trabajo, para que los trabajadores de más edad puedan mantener una buena salud y trabajar durante más tiempo;

- El desarrollo del aprendizaje a lo largo de toda la vida para ayudar a los asalariados a adquirir nuevas aptitudes y capacidad de adaptación;

- La puesta a punto de políticas concertadas sobre la inmigración y la migración.

Es importante igualmente que el concepto de pacto por la juventud sea abordado en este contexto.

(iv) Proporcionar y poner en práctica las políticas activas del mercado laboral y la agenda de formación

No son solo los jóvenes trabajadores los que deben tener acceso a la formación a lo largo de toda la vida; todos los trabajadores tienen derecho a adquirir nuevas competencias y una mejor capacidad de adaptación a las oportunidades y a las amenazas de la mundialización y de la reestructuración.

Algunas naciones europeas tienen excelentes resultados en este campo. Los países nórdicos han aplicado políticas activas ejemplares en materia de mercado laboral, y recientemente el Reino Unido, con su programa para los parados de larga duración y su apoyo al papel activo de los sindicatos en la formación, ha abierto una vía a medidas obligatorias en el contexto de una economía creciente y a un salario mínimo legalmente impuesto.

Un nuevo acuerdo a nivel europeo, subrayando lo que se puede hacer a nivel de los Estados miembros, seria una ayuda útil para mejorar las oportunidades y la capacidad de adaptación.

(v) Garantizar la igualdad para todos

La discriminación en el lugar de trabajo y en el mercado de trabajo está todavía extendida en la UE, sobre todo por motivo de género y de raza. Esto constituye un ataque a los derechos fundamentales y a las directivas europeas. Su persistencia es una barrera enorme a una mayor participación en el mercado de trabajo en empleos apropiados. La mano de obra femenina, así como los trabajadores migrantes o las minorías étnicas, y otros grupos que sufren de discriminación son los recursos clave actualmente subutilizados y subestimados. Tanto para los intereses individuales de los hombres y mujeres como de la economía y de la sociedad en su conjunto se debe mejorar la situación.

En lo que se refiere a la igualdad entre hombres y mujeres, los interlocutores sociales a nivel europeo han decidido recientemente cuatro campos de acción: abordar los roles masculinos y femeninos que mantienen la segregación, promover a las mujeres en la toma de decisión, sostener el equilibrio entre la vida familiar y la vida profesional, y luchar contra la desigualdad salarial entre hombres y mujeres

A nivel europeo un doble enfoque es necesario:

- Un esfuerzo constante dirigido a poner en práctica y a hacer respetar una legislación de igualdad a todos los niveles implicados;

- Un mayor esfuerzo de "integración", sobre todo en lo que respecta la igualdad entre hombres y mujeres y la igualdad de razas en todos los aspectos de la política europea.

(vi) Crear un marco legal para la migración y la movilidad

En algunos sectores - como el horeca1, ciertas aspectos del transporte y de la construcción - un mercado de trabajo europeo existe ya y otros sectores lo tendrán dentro de poco. Hay demasiadas incertidumbres en cuanto a las normas que se aplican a los trabajadores migrantes. Estas perjudican a la ampliación - ya realizada o futura - y necesitan una nueva y urgente atención. El proceso actualmente en curso ante el tribunal de justicia europeo (el caso Vaxholm), que implica trabajadores letones de la construcción en Estocolmo, y que debe decidir sobre la aplicación de acuerdos letones o suecos, y el otro asunto sobre una sociedad finlandesa de transporte marítimo en el Tribunal de apelación de Londres (el caso Viking) que pretende establecer si el derecho de huelga puede ser anulado por las libertades europeas de libre circulación, subrayan la importancia del problema.

Existe una necesidad, "Inter alia", de reforzar la directiva sobre el desplazamiento de los trabajadores y garantizar que el principio de base de los sistemas y de la legislación laboral para los trabajadores migrantes es "a donde fueres haz lo que vieres". Cualquier otro enfoque sería desastroso para la UE.

(vii) Reforzar la dimensión exterior del modelo social

El modelo social europeo no debe ser solo para Europa, Europa debe promover su modelo con fuerza y confianza.

- En su enfoque del comercio y del desarrollo, donde las normas sociales deberán ser, en adelante, elementos centrales y no marginales.

- Las sociedades europeas deben adoptar fuera de Europa el mismo comportamiento que se supone que tienen dentro, y respetar los valores europeos de dirección de las empresas, a las normas medioambientales y laborales, incluyendo la negociación colectiva.

Esta agenda es un reto. Pero la CES está dispuesta a jugar su papel si los dirigentes de Europa reaccionan positivamente en la cumbre del 27 y 28 de octubre.



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