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La insignia
23 de noviembre del 2005


Perú ad portas de las elecciones generales 2006

Oligopolios y partidos políticos (I)


Jürgen Schuldt
La Insignia. Perú, 21 de noviembre.


Aunque no comulgamos con los economistas que creen poder explicar todo fenómeno humano a partir de la teoría económica ortodoxa (Lazear), hay casos en que vale la pena intentarlo como primera aproximación. Aquí aprovecharemos el planteamiento de una teoría del oligopolio en su aplicación a la dinámica política electoral actual, con indicios basados en encuestas y con la mira puesta en los comicios generales de abril del 2006.


La estabilidad en la competencia

En 1926 Harold Hotelling publicó un artículo en el que cuestionaba a esa mayoría de economistas que consideraban que el empresario oligopólico que vendía un mismo producto -de calidad similar- al de sus competidores, pero a un precio más elevado que los otros, perdería inmediatamente a sus clientes.

Según el autor, esta errónea idea surgía de simplificaciones inadmisibles, derivadas básicamente del hecho de que la doctrina establecida asumía implícitamente que "el mercado es un punto, sin dimensiones ni densidad". En tal sentido, aunque una de las empresas venda el mismo producto (v.gr. agua mineral) a un precio mayor, "muchos consumidores seguirán comprándole a él la mercancía, bien porque viven más cerca de su tienda que de las de sus rivales, o porque es menor el coste de transporte desde el almacén de este proveedor al del cliente, o porque prefieren tratar con este vendedor, o porque vende al mismo tiempo otro artículo que aquellos necesitan, o porque es pariente suyo o correligionario, por alguna diferencia en el servicio, o por una combinación de razones".

Desde esa perspectiva, una vez que se da la competencia, las empresas buscan asimilar cada vez más las características de sus productos a los de sus competidores, pero diferenciándose mínimamente en diversas 'dimensiones y densidades'. Con lo que, en la práctica, "la enorme estandarización del mobiliario, casas, ropas, automóviles e instrucción se debe a (...) la tendencia a introducir sólo pequeñas variaciones para con ellas arrebatar al antiguo producto el mayor número posible de compradores, o digámoslo así, para colarse entre los competidores y una parte de los compradores".

El autor ilustra su planteamiento en base a una distribución muy simple de los consumidores, alineados uniformemente a lo largo de una avenida comercial o una línea férrea transcontinental. Afirma que, inicialmente, las dos empresas (duopolio) que compiten por las preferencias de los consumidores se ubican en algún lugar indeterminado entre los extremos fijos de esa línea. Sin embargo, por las fuerzas de la competencia, con el tiempo las empresas se van ubicando en condiciones espaciales cada vez más adecuadas para maximizar sus ventas, lo que las lleva a moverse paulatinamente hacia el centro de la línea, con lo que teóricamente y a la larga cada una se ubica en las proximidades del medio del espacio.

Es así como cada una atrae, cuando menos teóricamente, a la mitad de los consumidores; lo que obviamente no es una solución ideal desde la perspectiva del óptimo social. En este caso, al existir solo dos empresas (tiendas), lo óptimo habría sido que cada una se ubicara en el centro de cada mitad de la línea finita, pero por su afán de maximizar ventas se acercarán cada vez más a la mitad de la 'avenida', con lo que prácticamente estarían muy próximos entre sí, casi como gemelos; con lo que los consumidores no llegan a un óptimo, ya que tienen que gastar más en transportarse que en la situación ideal.


De la economía teórica a la política electorera

Hotelling termina señalando, en lo que nos interesa aquí, que ese fenómeno "es tan general que aparece en los más diversos campos de competencia, incluso en los ajenos a la vida económica. Así, p.ej., está notoriamente representada en la política. En los Estados Unidos, la competencia entre el partido Demócrata y el Republicano por arrebatarse los votos de los electores hace que los programas de ambos partidos no estén claramente definidos, no tengan dos posiciones abiertamente distintas entre las que los electores puedan elegir. Por el contrario, cada uno de esos partidos trata de hacer su programa lo más parecido posible al otro (…) Los cautelosos candidatos contestan con ambigüedad a las preguntas, y no adoptan una posición clara respecto a los temas de discusión por temor a perder votos. Las verdaderas diferencias, si es que alguna vez existen, van desapareciendo con el tiempo aunque los temas objeto de debate puedan seguir teniendo la misma importancia que antes".

En los años de postguerra los politólogos han formalizado ese principio en lo que ahora se conoce como "teoría del lugar central" o 'teorema del elector mediano' (Duncan Black), en el sentido que las propuestas de los partidos tienden a ubicarse en la mediana (no en la media) del espectro político. Consecuentemente, como en prácticamente todo el mundo, también hoy en día y más que nunca los partidos políticos dirigen sus campañas hacia ese neurálgico núcleo correspondiente al votante mediano, con lo que se vuelven 'moderados' casi por definición. Por lo que, técnicamente, se les denomina -en la teoría de la economía política- "candidatos oportunistas", categoría que no posee tinte despectivo alguno.

Será este, sin duda, el caso de los principales contendores actuales en el país: Lourdes Flores, Valentín Paniagua y Alan García, cuya ubicación ideológica -según los electores- se puede apreciar en el cuadro que adjuntamos, elaborado por Alfredo Torres. De ahí se tiene que los tres se ubican muy cercanos entre sí, en una especie de centro-centro con una leve desviación hacia la 'derecha', a juzgar por los encuestados por 'Apoyo'. En esa encuesta, de noviembre 2005, solo se considera a ese 31% de la muestra que -según los propios encuestados- sabe diferenciar ideológicamente los partidos y candidatos.

Lo que significa que, hasta el momento, los cálculos electorales de los partidos -para cazar el número máximo de votos- no habrían sido realizados adecuadamente, ya que actualmente parecerían estar concentrados -según los encuestados- hacia la derecha de la mediana, que es igual a 4 (el promedio, señalado en el Gráfico es de 3,8; en un espacio que va del 1, que corresponde a la extrema izquierda, al 7 de la extrema derecha). O porque, como me lo ha hecho notar la politóloga Cynthia Sanborn, los partidos políticos centran sus campañas, a esta distancia de las elecciones, en "sus potenciales donantes y auspiciadores, y/o por los 'poderes fácticos' dentro y fuera del país", más que a sus electores, los que solo son motivo de atención concentrada poco antes de las elecciones.

Abona en ese sentido el hecho de que la mayoría de ciudadanos -en este caso, de limeños (GOP-UL)- se decidirá a votar por un determinado candidato el mismo día de la elección (¡23,1%!) o muy poco antes del día D: el 16,9% durante la semana y el 26,9%, a lo largo del mes anterior. Lo que, dicho sea de paso, viabiliza potencialmente el surgimiento de algún outsider, a cuyo favor juega el hecho de que el 57% está 'nada satisfecho' y el 38% 'poco satisfecho' con el funcionamiento de la democracia en el país. En cambio, el 17,4% se decide a cuatro meses de las elecciones y apenas un 13,3% a un año de su realización. Según la encuesta nacional de Apoyo, por su parte, un 38% ya "tiene totalmente decidido su voto" (y, según IMA, serían el 34,1%).



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