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La insignia
13 de noviembre del 2005


La apertura revisitada (II)


__Sección__
Diálogos
Pierre Salama (1)
La Insignia, noviembre del 2005.


China: Algunos hechos destacados

Las inversiones son impresionantes: la tasa de formación bruta de capital fijo es de más de treinta por ciento en los años noventa (31,5 % de 1990 a 1994 y 34,8 % de 1995 a 1999) para elevarse luego y superar el 40 % (40,2 % en 2002 y 42,2 % en 2003 (BM), permaneciendo inferior a la tasa de ahorro bruto (8). Las inversiones extranjeras directas son también muy elevadas: corresponden al 4 % del PIB por término medio entre 1997 y 2005 según McKinsey Quaterly (10.09.2005) contra el 2,1 % en los Estados Unidos y el 1,4 % en Corea, según la misma fuente. La productividad del trabajo registra un salto espectacular: 9,8 % al año por término medio de 1990 a 2001 (12 % para la industria, 4,5 % para los servicios y 3,7 % al año para la agricultura) contra 4 % en los Estados Unis, 7 % en Corea y 3,2 % en Japón según el US Bureau of Labor Statistics y el China Statistical Yearbook, citado por Mc Kinsey, y un poco más de 2 % para Brasil de 1996 a 2000 y 4 % en México de 1995 a 2000 (Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, 2004) (9). Las tasas de salarios reales, que aún si se hallan para ciertas categorías en fuerte progresión, permanecen muy débiles (10), ocho veces más débiles que en México por ejemplo, 48 veces más débiles que en los Estados Unidos en 1998. Una productividad del trabajo cuyo nivel se mantiene todavía relativamente bajo pero en muy fuerte progresión, un tipo de distanciamiento importante se manifiesta en la existencia de empresas que trabajan en condiciones modernas y otras que todavía utilizan tecnologías relativamente obsoletas, condiciones de trabajo muy poco protegidas conducentes a una administración casi libre de la fuerza de trabajo, adaptable según las necesidades de la empresa, una moneda atada a un dólar subvaluado, una intervención sustancial del Estado en lo económico, esfuerzos consecuentes en la infraestructura, en la educación, explican a la vez la fuerte progresión de las exportaciones y los fuertes excedentes de la balanza comercial y esto a pesar de instituciones cuya acción es por lo menos opaca, elecciones de gerentes que no se basan necesariamente en la competencia, la prioridad concedida al crecimiento a menudo en detrimento de la rentabilidad y del interés de los accionistas.

Las exportaciones chinas representan apenas el 1 % de las exportaciones mundiales a comienzos de los años ochenta para alcanzar el 5,5 % en 2002 según el Banco Mundial (op.cit). En los años ochenta el crecimiento de las exportaciones de bienes y de servicios apenas es superior al del comercio mundial (5,7 % contra 5 %), en los años noventa, la distancia se acrecienta considerablemente (12,4 % contra 6,2 %, 30,6 % en 2000 contra 13 %, 9,6 % en 2001 contra 0,4 % y 29,4 % contra 4,1 %) (fuente: World Development Indicators 2004, BM). No sólo aumenta la distancia sino que se acrecienta considerablemente en los períodos de crecimiento débil del comercio internacional mundial, lo que manifiesta la potencia creciente de China. La orientación geográfica de su comercio evoluciona sensiblemente: En los años ochenta: el 7,8 % de las exportaciones chinas se dirigen hacia los Estados Unidos para triplicar en porcentaje a principio de los años dos mil (21,5 %) mientras que sus importaciones procedentes de los Estados Unidos bajan en porcentaje (13,9 % y 9,2 % respectivamente), de donde el déficit abismal de Estados Unidos con China.

En porcentaje del PIB, el saldo de la balanza comercial pasa del 1,7 % entre 1990 y 1995 al 3,4 % entre 1995 y 1999, alcanza el 3 % en 2002, baja en 2003 al 1 % (Banco Interamericano de Desarrollo, op cit). El saldo de la balanza de pagos corrientes es por término medio de 5,1 millardos de dólares entre 1990 y 1996 según el BRI (op. cit.), se eleva a 29,8 millardos entre 2000 y 2003, más que se duplica luego para situarse en 68,7 millardos de dólares en 2003. Las reservas de cambio pasan de este modo de 12,6 millardos de dólares entre 1990 y 1996 en promedio a 206,7 millardos de dólares en 2003 lo que conduce China a ser fuertemente acreedora de los Estados Unidos y a reforzar así su poder de negociación en terrenos como el comercio, los cambios, la geoestrategia. Estas cifras impresionantes son el reflejo de trastornos profundos del aparato de producción, que analizaremos más tarde, y que expresan modificaciones sustanciales a nivel de la productividad. Los costes unitarios del trabajo (ratio entre salarios reales y productividad) son cada vez más favorables a China, combinando bajos salarios con nivel de productividad convergiendo hacia los de países desarrollados.


Una fuerte adaptabilidad a la evolución de la demanda mundial

Según la teoría pura del comercio internacional, un país debe abrir sus fronteras y especializarse según su dotación relativa de factores. Criticaremos teóricamente esta tesis. Desde un punto de vista empírico, este no es el camino que siguió y sigue China. Más exactamente, el crecimiento chino es financiado por un doble proceso de acumulación primitiva: el primero en el sentido de Marx, orientado a superexplotar a los trabajadores, y más particularmente a los que emigraron de los campos hacia las ciudades recientemente imponiendo una " administración libre de su fuerza de trabajo "; El segundo, nuevo, original, consiste en sacar provecho de ganancias obtenidas en empresas que utilizan mucha mano de obra poco remunerada para invertir en sectores de tecnología más sofisticada y que utilizan una mano de obra más cualificada, mejor remunerada que la no cualificada, pero recibiendo rentas muy débiles comparadas con las que se hallan en vigor en las economías semiindustrializadas.

Revisemos más detalladamente las estadísticas presentadas. Ellas revelan que China es cada vez más competitiva en productos industriales cada vez más elaborados y que no permanecen pues fijadas a una especialización "labour intensive" cuyos productos tuviesen una elasticidad de demanda con relación a su baja renta. Cuando se considera el valor agregado de la industria para cada país y para el conjunto de los países en vías de desarrollo (nuevos países industriales comprendidos), se observa un aumento sensible por parte de China: pasa del 10 % en 1980 casi al 30 % en 2000 mientras que retrocede fuertemente para América latina (México excluido) pasando de casi 40 % a 17 % entre estas dos fechas. Cuando se centra el análisis en las exportaciones de productos manufacturados, medidas en valor agregado y se lo extiende al conjunto del mundo, se constata que la parte de China pasa del 1 % en 1981 al 7 % en 2000. Esta parte aumentó un 50 % en los años ochenta y casi se cuadruplicó luego en los años noventa, más rápidamente que la de las economías asiáticas (más exactamente que las del sudeste excepto Japón y China (Lall, 2004, p. 7,8,9). El ratio de las exportaciones sobre el PIB pasa del 3 % en 1970 al 26 % en 2000 y se acerca así al de Corea y Taiwán (45 % ambos) (Palma, 2004, p. 9 según estadísticas del WDI, 2003 reelaboradas). La parte de China en las importaciones de los países de la OCDE, casi despreciable en 1963, alcanza un poco más de 5 % en 2000 (op. cit, p. 11).

Algunos datos revelan una competitividad creciente de China en productos tradicionales, y una adaptabilidad asombrosa de las empresas chinas: su capacidad para producir rápidamente bienes diferentes, más sofisticados, teniendo a la vez una importante elasticidad de demanda con relación a la elevada renta en los países desarrollados y elasticidades de la demanda con relación a los precios elevados, es grande. Es este segundo punto el que vamos ahora a precisar. Palma mide el grado de competitividad considerando la evolución de las cuotas de mercado en las importaciones de los países de la OCDE: los productos que conocen un aumento están considerados como competitivos y los que conocen una regresión de su cuota de mercado son designados como no competitivos. Es interesante comparar Estados Unidos, y China considerando dos períodos 1963-1985 y 1985-2000. En 1985, es decir al término del primer período, las cuotas totales de mercado de Estados Unidos en los países de OCDE eran de 10%, las de China de aproximadamente 0,5 %. Más de 60 % de las cuotas de mercado de Estados Unidos en las importaciones de OCDE estaba compuesta por productos que habían perdido competitividad, lo que no era el caso de China cuya cuota era cercana a 0. Al término del segundo período, en 2000, las cuotas de mercado de Estados Unidos ascendían al 10 % de las que el 57 % constaba de bienes que habían perdido competitividad, las de China al 5 % de las que el 97 % estaba compuesta de productos competitivos (Palma, p. 24), traduciendo la fuerte capacidad de las empresas de este país a adaptarse a la evolución de la demanda mundial hacia productos elasticidad renta más fuerte. Esto es confirmado por la construcción de un indicador de adaptabilidad (11): cuando éste toma el valor unitario, significa que el país supo adaptarse a los cambios de la demanda. Los períodos analizados son los mismos que anteriormente. Se observa un ratio de 1 en 1985 y de 1,7 en 2000 para Estados Unidos, es decir una progresión del 70 %, resultado de su esfuerzo consecuente en investigación y desarrollo. La progresión es más elevada en China, algo más de 100 %: el indicador pasa de 0,75 a un plus de 1,5 (op. cit. P. 33). Estos datos muestran entonces que China supo modificar la estructura de sus exportaciones a favor de bienes más sofisticados y más solicitados. Esta evolución es finalmente confirmada cuando se cruza el porcentaje de las importaciones por la OCDE de bienes que tienen un elevado contenido en investigación y desarrollo y el porcentaje de las exportaciones que conocen un aumento de las cuotas de mercado en las importaciones de OCDE. En los años sesenta, este cruzamiento tenía por coordenadas 0 % y 82 % y en los años el noventa 28 % y 98 % para China, los datos para Brasil eran respectivamente 0 y 59 % luego 78 % y 10 %, para Corea 0 y 98 % luego 47 % y 80 % (op. Cit.p.49). A la vista estos datos, la recuperación de China es pues consecuente cuando se recuerda que las reformas emprendidas comenzaron en 1979 mientras que en Corea y en los "dragones" asiáticos de algún modo comenzaron a fines de los años sesenta. A la inversa, el retraso relativo de las principales economías latinoamericanas sobre todo en los últimos veinte años es problemático.


Notas

(8) La comparación con Estados Unidos es interesante: la FBCF es en promedio de 1997 a 2005 de 40 % en China y de 24 % en Estados Unidos, la tasa de ahorro es de 40,3 % contra 13,6 % respectivamente. Fuente: McKinsey Quaterly (10.09.2005); ella se sitúa en menos de 20 % en América Latina.
(9) La UNCTAD calcula un índice interesante que pone en relación de un lado la IED de un país con relación a la IED mundial y de otro al PIB de este país con relación al PIB mundial. Sobre 140 países, este indicador revela el peso creciente de las inversiones extranjeras en China ya que ella se sitúa en el lugar 61° de 1988 a 1990 para pasar al lugar 47° diez años más tarde (ver Arellano, 2004).
(10) Salarios reales en la industria en China comparados con algunos otros países en 1998, según Shafaedin (2002):
Chile: 12,51. Corea: 12,85. EEUU: 47,80. India: 1,49. Japón: 29,90. México: 7,78. Datos más recientes, elaborados por el Bureau of Labour Statistics (mayo de 2004), confirman estas divergencias: el costo horario en la industria manufacturera es de 0,6 dólar US en China contra 21,37 en Estados Unidos, 19,02 en Japón, 2,61 en México y 0,3 en la India en 2002.
(11) Este indicador, construido por G.Palma, es un ratio en el cual el numerador representa la parte de mercado de un país en productos que pertenecen a sectores dinámicos (en las importaciones de la OCDE) ponderado por el peso adquirido por estos sectores en el conjunto de las importaciones de la OCDE; el denominador contiene productos estimados según el mismo método pero que pertenece a sectores poco dinámicos, en regresión.



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