Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
30 de mayo del 2005


Bibliálogos: Entrevista con Martín Bonfil Olivera

Divulgar la ciencia es democratizar


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, mayo del 2005.



En un mundo crecientemente complejo que es transformado a diario por descubrimientos científicos e inventos técnicos, es necesario que los ciudadanos cuenten con un mínimo de formación e información en materia de ciencia para de esa manera poder participar en ese proceso e intentar darle a esos profundos cambios un rumbo ampliamente compartido por sus semejantes. El acervo científico deber ser distribuido más ampliamente entre la humanidad entera.

En el esfuerzo por ampliar el conocimiento entre el público juegan un papel destacado los divulgadores de la ciencia, quienes ya ocupan espacios cada vez más relevantes en los medios de comunicación. Ellos se han convertido en importantes intermediarios entre quienes se dedican profesionalmente a la investigación científica y el público en general. Su gran reto ha sido traducir el muchas veces complicado y hermético lenguaje científico a uno mucho más asequible que pueda causar interés y aumentar la curiosidad de la concurrencia.

Uno de los más destacados divulgadores de la ciencia en la prensa mexicana es Martín Bonfil Olivera, quien hace pocos meses publicó su libro La ciencia por gusto. Una invitación a la cultura científica (México, Paidós, 2004), en el que trata temas muy diversos que tienen como eje una promoción y defensa de la ciencia frente a muchos de sus adversarios. Con él sostuvimos una charla en la que abordamos cuestiones tales como la ciencia como una experiencia estética, la divisiones entre la ciencia básica y la aplicada, la ficticia separación entre la cultura y la ciencia, diversos aspectos del periodismo dedicado a la ciencia, la batalla en los medios de comunicación contra diversas clases de supercherías, y las relaciones de la ciencia con la democracia y la religión, entre otras.

Bonfil Olivera es químico famacobiólogo por la UNAM y actualmente trabaja en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la misma universidad. Ha colaborado en publicaciones como Humanidades, ¿Cómo ves?, La Crónica de hoy y Milenio diario.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué reunir tus artículos de divulgación de la ciencia y publicarlos ahora?

Martín Bonfil (MB): La respuesta corta es: por gusto. La larga es: desde que pude cumplir mi vocación de dedicarme a la comunicación de la ciencia, lo que yo quería era encontrar un medio amplio que pudiera llegar a un público grande. Cuando tuve la oportunidad de escribir en periódicos como Crónica y Humanidades, pues la aproveché y desde entonces he tratado de estar publicando siempre en donde pueda. Pero los periódicos son flor de un día, que al día siguiente son basura.

Entonces sentía que valdría la pena rescatar algunos de estos textos y presentarlos a un público distinto. Yo había visto que muchos divulgadores hacían esto, como Isaac Asimov, que publicaba ensayos en revistas y luego los recopilaba y hacía libros. Yo tenía la idea de hacerlo, y cuando hubo la oportunidad con Paidós, agarré todas mis columnas, las peiné, deseché las que no venían al caso o que ya no me parecían buenas, y las que quedaron las organicé, las traté de pulir y de conectarlas un poco, y a Paidós le pareció que valía la pena. Ahora lo que espero es que haya un público al que le pueda parecer interesante.

AR: Algo que me parece muy atractivo del libro, y que de alguna forma lo había visto también en el trabajo de Sergio de Régules publicado en la misma colección, es el de considerar la ciencia como un placer. Este es uno de los grandes temas de tu trabajo: considerar el valor de la ciencia como algo estético. ¿Por qué recuperar hoy a la ciencia por la belleza que genera, por experimentar el placer de la experiencia científica?

MB: Creo que porque ya hemos perdido mucho por considerarla valiosa sólo por su utilidad. De alguna manera yo sí creo que eso es prostituir a la ciencia en el sentido de que, si no nos sirve, entonces la tiramos a la basura. Creo que esa no es la idea.

Desgraciadamente esta mentalidad ya está permeando hasta el campo de las artes; si te fijas, ya se está hablando de las empresas culturales, diciendo que la cultura también nos puede dar dinero y entonces sí vale la pena.

Además lo que pasa es que cuando se limita a la ciencia a aplicarla para resolver problemas prácticos, normalmente falla. Si yo le doy ahora chorrocientos millones a unos investigadores para que descubran la vacuna contra el SIDA, probablemente van a descubrir muchas cosas más, pero no esa vacuna, porque la investigación científica no se puede planear con tanta precisión. Puedes escoger un tema y hacer tu mayor esfuerzo para explorar esa selva de conocimiento por descubrir, pero no puedes garantizar que vas a encontrar lo que querías hallar.

Lo que sí puedes garantizar es que si la exploras con suficientes recursos, vas a encontrar joyas, no sabes cuáles pero las encontrarás. Entonces lo que hay que hacer es una estrategia un poco darwiniana en el sentido de que haya mucha variedad y luego seleccionar lo que valga la pena. Eso no les gusta a los que tienen un pensamiento muy empresarial.

Parece que se desperdicia, pero así funcionan los mecanismos darwinianos, pero encuentran con gran eficiencia lo que hay escondido, lo valioso. En donde no hay eficiencia es que no se puede hacer con poco dinero, tienes que invertir bastante, buscar mucho y tener la confianza de que vas a encontrar algunas cosas valiosas.

Un ejemplo es el transistor: para que alguien lo inventara se necesito mucha investigación básica, y un economista diría que se desperdiciaron muchos recursos. Tendría razón; pero el que le pegó al transistor pagó con creces; imagínate el valor que tiene la industria basada en los transistores actualmente. Pagó con creces el dinero que se hubiera podido "desperdiciar" en apoyar investigadores que estudian cosas que no sirven para nada. Uno de ésos descubrió algo que sí se pudo aplicar para crear una industria multimillonaria a nivel mundial que cambió la forma en que vivimos.

Entonces de la investigación de repente aparecen la vacuna, la aspirina, la tecnología de radio para podernos comunicar a distancia. Esos justifica, desde un punto de vista económico, el gasto.

Pero esa visión lo que nos hace es creer que la ciencia va a funcionar como una empresa. Allí dices: "Mis metas son estas, y te doy seis meses para cumplirla; si no se cumplen, te quito el presupuesto porque no cumpliste." Esa es la receta para acabar con la ciencia.

AR: Como dices, eso también pasa con las artes y las humanidades, que por criterios utilitaristas se les deja de apoyar.

MB: Aunque la ciencia tiene una ventaja sobre las artes: además de su parte estética también sirve para producir tecnología y resolver problemas. Por eso le doy un punto extra a la ciencia.

AR: En el libro acometes la discusión de lo falaz que es la división entre ciencia básica y ciencia aplicada.

MB: Sí. Ahora oí a un investigador que se llama Marcelino Cereijido -al que siempre cito mucho-, que dice: ¿Cómo vas a aplicar la ciencia si no hay ciencia que aplicar? Primero debes tener la ciencia, es decir el conocimiento, para poderlo aplicar. Ese conocimiento lo genera la investigación científica que llaman básica. Ya con él puedes buscar las aplicaciones de ese conocimiento, que es lo que se conoce como ciencia aplicada.

AR: Hay otra discusión que emprendes con tu afirmación de que la ciencia es parte de un universo más amplio, que es la cultura. Sin embargo, insistimos en presentarlas separadas. Hace poco leí un ensayo de Monsiváis donde revisa el periodismo cultural, en donde incluye las humanidades, la danza, teatro, cine, etc., pero nunca menciona a la ciencia. ¿Por qué se presentan separadas la ciencia y la cultura?

MB: Probablemente por razones históricas, porque las facultades y escuelas de ciencia se separaron de las de humanidades, lo que a su vez se debe a razones muy prácticas: efectivamente los químicos pueden, además de descubrir nuevos conocimientos, pueden irse a formar industrias. Eso hace que la gente que estudió de un lado de la cultura crea que el otro lado no forma parte de esa cultura. Actualmente, incluso los propios científicos no tienen claro que esa división entre ciencias y humanidades es una falacia.

Hay que decírselos, y cuando lo haces dicen "¡Ah, pues claro!" Pero se nos olvida y entonces cae uno en lo de las dos culturas.

La gente cree que no vale la pena saber ciencia porque eso es lo que hacen los científicos, y para qué quieren saber eso. Sí da vergüenza decir que no leíste el Quijote, pero se ve bien que una señora de sociedad diga que no sabe nada de ciencia. No le da vergüenza; por el contrario, como que le da cierto caché. Contra eso es lo que hay que luchar.

AR: Sobre el periodismo: qué tan difícil te fue pasar de tus labores propiamente como científico a ser un escritor divulgador de la ciencia. ¿Qué dificultades tuviste?

MB: Más que dificultades me encontré con una gran suerte. Desde un principio, aunque no lo tenía muy claro, yo tenía una vocación de comunicador en el sentido de transmitir lo que me gustaba. Estudié la carrera científica, que disfruté mucho, pero siempre supe que no la quería ejercer, y tuve la suerte -que se la debo agradecer a mis padres- de que me despertaron el gusto por la lectura, y esto me facilito la escritura. Nunca tuve problemas para escribir.

Entonces cuando me quise poner a escribir no me costó tanto trabajo. Claro, me di cuenta que había que aprender, y llevé cursos, leí libros, hice ejercicios, incluso hice un taller con mi mejor amigo, y nos criticábamos. Ya redactaba decentemente.

La verdad es que no me enfrenté a muchas dificultades. Ya cuando me quise volver divulgador, encontré maestros a los cuales acercarme como aprendiz en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, como Ana María Sánchez Mora, a quien copié e imité en la interacción diaria, lo que me permitió irme formando.

Hay muchos otros divulgadores, con los que se formó la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, empezaron a hacer sus congresos anuales - a loq que asistí desde el primero-, y también allí aprendí mucho.

Entonces más bien tuve la suerte de encontrar un camino que ya antes habían abierto otros divulgadores, y no tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano ni grandes sacrificios. Siempre pude vivir de esto sin mayor problema.

AR: Haces algunos señalamientos en el libro sobre la cobertura que hacen los medios acerca de la ciencia, y hay algunos muy críticos como el de la cabeza de algún medio que decía "La medicina fracasa ante el SIDA" y otras cosas así. ¿Cuál es la responsabilidad de los medios cuando se refieren a los temas científicos?

MB: Creo que la misma responsabilidad que tienen al cubrir cualquier otro tema. Los temas importantes se deben poner al alcance del ciudadano. Eso ya nadie lo duda. Lo que pasa es que como el periodismo científico es una labor muy especializada, lo que se necesita es que se formen esos especialistas y eso es lo que ha costado trabajo.

Por eso salen malos resultados, porque los está haciendo gente quizá improvisada. No lo digo como crítica, sino como lamento. Pobres, si de pronto a un muchacho que estudió la carrera de Comunicación y nunca llevó una materia de periodismo científico, le dicen "Te toca cubrir la fuente de ciencia", pues hace lo mejor que puede, pero va a cometer errores.

Entonces creo que lo que urge en relación con los medios es formar especialistas. En la UNAM ya tenemos una maestría en Comunicación de la Ciencia., que no está específicamente dirigida a formar periodistas, pero ya cubre un poco esa falla. Espero que crezca ese posgrado y que haya más esfuerzos de las escuelas de Comunicación para tomarse más en serio la formación de comunicadores especializados en ciencia.

AR: Hay una mención muy dura que haces cuando hablas de las supercherías, cuando se le da tanto espacio al fenómeno OVNI con programas como los de Maussan, ahora ya está lo de los fantasmas, etc. Allí señalas las grandes desventajas que tienen los científicos frente a los simplismos que nos presentan en no pocos medios. Dices que los científicos y los divulgadores de la ciencia tienen atadas las manos ante el poderío de los gigantes comerciales de los medios de comunicación. ¿Cómo se pude revertir esto?

MB: ¿Qué es lo que pasa? Que ahora lo que manda es el mercado. Entones si yo soy la bruja fulanita que te dice que espolvorees canela sobre una vela, le des tres vueltas y con eso vas a tener prosperidad, la gente dice "qué bonito, pues lo voy a hacer", y se ilusiona y lo hace. Eso vende.

Si yo llego y digo "Los átomos se unen formando enlaces químicos que son pares de electrones...", pueden decir: "Y a mí eso qué me importa". Entonces lo que tenemos que hacer si queremos ganar la batalla en el mercado, sería ofrecer un producto que se venda.

¿Cuál puede ser ese producto? Uno que se a atractivo, placentero, interesante, y esa es la labor de los buenos divulgadores de la ciencia. Por eso batallo mucho con divulgadores de la ciencia que conciben su labor como escolar, de las cosas que la gente tiene que aprender, y entonces se vuelve una obligación. Esta concepción a mí me parece equivocada, porque es presentar a la ciencia como una obligación, y eso es lo peor. Para mí esa es la receta para que fracase la divulgación científica. Es como lo que dice Gabriel Zaid en ese famoso ensayo "Los demasiados libros": lo peor que puede hacer uno es regalar un libro porque es como regalar una obligación.

Por el contrario, hay que presentar a la ciencia como un placer. Claro, tenemos una agenda oculta, que es que detrás de ese placer se despierten vocaciones, se reconozca la importancia de la utilidad de la ciencia, que nuestra sociedad tenga una cultura científica más amplia que le permita opinar cuando los legisladores dicen una tontería respecto a temas de ciencias y tecnología.

Pero las puerta de entrada debe ser el placer. Así como al corazón de un hombre se llega por el estómago, creo que a la cultura científica se llega por el gusto.

Hay un mercado para la ciencia, lo que pasa es que hay que saberlo aprovechar. No se puede hacer con productos fraudulentos: si dices que va a ser divertido y es aburrido, lo que causas es un rechazo.

AR: Hablas en el libro de la relación entre ciencia y democracia, y de que se debe procurar la intervención de la sociedad en materia de ciencia. ¿Cómo es la relación entre las primeras, y cómo debe ser la intervención social en el ámbito científico?

MB: Se da a dos niveles fundamentalmente: una es que la forma en que funciona la ciencia básicamente es equivalente a la forma en que debería funcionar la democracia; es decir, las decisiones se toman con base en información y con base en los criterios de la gente después de considerar esa información, tras lo cual puedes argumentar, convencer, debatir, refutar, en vez de que sea la autoridad de alguien la que se imponga.

Pero para que una democracia sea real el ciudadano debe tener una cultura que le permita tener una opinión fundamentada. Si haces una democracia con base en "¿tú qué crees?" o "¿qué te gusta más?", que es lo que se hace con estos plebiscitos que hay ahora, pues dices: ¿cómo voy a opinar si ponemos un reactor nuclear en Laguna Verde si yo no sé cómo funciona, cuáles son sus riesgos, qué otras opciones hay, qué experiencias hay en el mundo? Si me preguntan si quiero un segundo piso en el Periférico, pues yo no sé si se puede caer o no, si es o no más barato, si aumenta o no la contaminación, porque eso lo saben los expertos. Si me lo preguntan, pues yo voy a decir lo que me late, lo que se me ocurre, lo que me imagino; pero entonces no va a ser realmente una democracia, porque eso puede ser muy manipulado por la propaganda, como vemos ahora.

Pero si los ciudadanos estuvieran informados, funcionaría como lo hace la ciencia. Un científico va a un congreso, presenta sus datos, y si eso no convence a la gente, pues ésta le dice: "No te creo por esto, por esto otro." Si el científico no convence, no le van a comprar su idea. Eso es como funciona la democracia: con base en la crítica informada.

Por otro lado, el conocimiento científico es una de las fuerzas más importantes que hay en la sociedad a nivel mundial. El conocimiento es poder, al grado que podemos hacer bomba, llegar a otros planetas, echar a perder el ambiente o componerlo, etc. Pero si ese conocimiento está sólo en manos de los expertos, es un peligro. El conocimiento científico se tiene que democratizar, en parte porque es muy importante y en parte porque los que pagan los sueldos de los investigadores somos los ciudadanos a través de los impuestos. Entonces tenemos derecho a que ese conocimiento no se quede guardado en esos cerebros.

El conocimiento científico está al alcance de todos, pero no lo puedes entender; está en un lenguaje que sólo entienden los especialistas. ¿A mí de qué me sirve que esté en la biblioteca libremente accesible, si no lo puedo entender? Se necesita que el ciudadano lo pueda entender, y para eso hay que democratizar ese conocimiento, hay que ponerlo a su alcance. Esa es una de las labores que cumple la divulgación de la ciencia.

AR: Entonces divulgar la ciencia es democratizar.

MB: Sí.

AR: También apuntas en el libro que el progreso de un país depende de su nivel de cultura científica. ¿Cómo ves ese nivel en México en este momento? Respecto a otros países con los que lo pudieras comparar, ¿cómo está?

MB: Muy bien preguntado. El nivel de cultura científica en México es paupérrimo. La gente no sabe lo que es la ciencia, tiene una serie de preconcepciones erróneas en el sentido de que es aburrida, peligrosa, venenosa, deshumanizante; pero además no sabe lo que es. La gente cree que los científicos son inventores o locos que quieren apoderarse del mundo como el ratoncito Cerebro. Ni la conocen, pero la desprecian y le temen.

Pero a la vez hay un gran aprecio, porque si quieres vender un shampoo le dices que está comprobado científicamente y la gente lo va a creer. Hay como una relación de amor-odio con la ciencia, pero básicamente hay un gran desconocimiento.

Eso no es nada más en nuestro país; también en Estados Unidos hay una gran incultura científica que se demuestra por el florecimiento de todos estos pensamientos mágicos, esotéricos, charlatanerías y seudoreligiones. A nivel mundial eso es un problema; pero al menos en los Estados Unidos sí hay un sector de la población que tiene un mínimo de cultura científica, y saben que la ciencia es importante para el bienestar de la sociedad. Los más apoyan a la ciencia, ya que saben que gracias a eso ha adquirido su poderío ese imperio.

Aquí ni siquiera eso. En todo el mundo la situación está mal, pero en el Tercer Mundo estamos mucho peor. La ciencia la dejamos para cuando haya dinero, es algo secundario, al igual que el resto de la cultura.

AR: También polemizas acerca de las conflictivas relaciones entre la ciencia y la religión. ¿Cómo han influido las religiones en el desarrollo científico?

MB: Es un tema polémico. Sé que cuando uno critica a la religión, en particular en México a la católica, vas a encontrar a mucha gente que se molesta. Pero creo que hay niveles en que sí hay un conflicto entre ciencia y religión, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, porque la gente siempre dice que son cosas distintas y que no hay pleito. Pero hay cosas en las que sí hay, por ejemplo el aborto, y hay toda una serie de temas.

El problema es que como la religión es un sistema de pensamiento basado en creencias sobrenaturales y en la fe. ¿Qué es la fe? Creer en algo sin necesidad de pruebas. En ese sentido es diametralmente opuesta a la forma en que funciona la ciencia, que es no creer en algo a menos que haya pruebas; cuestionar todo y rechazar de antemano cualquier explicación sobrenatural, y sólo aceptar explicaciones naturalistas.

Entonces encontramos que hay un conflicto. Hay pruebas de eso. Por ejemplo, Marcelino Cereijido opina que el gran atraso que hay en los países del Tercer Mundo en América, se debe precisamente a que fuimos dominados por una potencia católica, España o Portugal. ¿Qué pasó en España? Que cuando en los países como Alemania, Inglaterra, Francia, hubo una reforma de la iglesia, surgió una nueva religión y una nueva forma de pensamiento así como una serie de valores basados en el trabajo, en aquél país hubo una contrarreforma y al revés: se fortaleció el poderío del Papa, por ejemplo. Finalmente lo que aquí hubo fue inquisición, quema de brujos, quema de libros, obstáculos a la investigación científica -porque aquí te podían acusar de brujo si te dedicabas a la investigación-. En Estados Unidos al contrario: se aprovechaba esa nueva manera de pensar y de investigar para descubrir conocimientos, aplicarlos y tener tecnología. Ahora hay un Primer Mundo que tiene ese poderío.

Cereijido ve esta relación entre religiones, la protestante en el caso anterior, mientras que nosotros, Centro y Sudamérica, no tenemos una cultura ni un pensamiento científico. Y esto tiene que ver con el dominio de la religión católica, que prohibía de alguna manera el cuestionamiento, la búsqueda, y que se opone de alguna forma al pensamiento racional. Quizá sea doloroso decirlo, pero hay algo de razón en eso.

No es que la iglesia sea enemiga de la ciencia; pero hay que procurar la iglesia no le estorbe al avance de la ciencia, que es una fuerza importante para nuestro bienestar. No abogo porque se quiten las religiones, simplemente que no estorben al avance de cosas útiles.

AR: Finalmente, dime tres libros que nos den placer y una buena aproximación a la labor científica.

MB: Aunque ha sudo muy criticado, yo veo que a la gente que lee la Historia del tiempo de Stephen Hawking, le maravilla. Lo que sucede es que mucha gente no lo termina, pero no importa, porque te abre un poco la puerta a cosas muy maravillosas: el espacio-tiempo, el Big Bang, los hoyos negros. Ese podría ser un buen libro inicial.

Al que quiera entender el pensamiento científico siempre le recomiendo El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, que puede no ser tan ameno pero es muy interesante; te muestra por qué la ciencia es más confiable que el tarot, el feng shui y cualquier cosa de esas.

¿Cuál otro? Pues el mío o cualquier otro libro de divulgación de la ciencia que a ti te resulte atractivo; léelo y seguramente vas a descubrir algo.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad
Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción