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La insignia
31 de julio del 2005


El caso español

Los caminos del dinero oscuro


Armando Fernández Steinko (*)
Attac. España, julio del 2005.


Dos son los caños que lo alimentan: el dinero gris y el dinero negro. El primero es el que se genera todos los años en los pequeños y grandes actos de elusion fiscal vinculados a todo tipo de actividades legales. Es el dinero "B" que cobran los grandes profesionales y artistas, los directivos de grandes empresas, pero también muchos pequeños autónomos que no extienden facturas. El IVA que no se paga, el IRPF que se elude y los impuestos de sociedades que se consiguen evadir son los impuestos impagados correspondientes al 25% de todo el PIB español. Este líquido gris forma parte de la realidad cotidiana de muchos ciudadanos. En una sociedad que tienen que convivir desde hace décadas con un desempleo superior al 10% y que no ha recibido históricamente demasiado del estado, la elusión fiscal es un mecanismo para minimizar la precariedad haciendo de ella una práctica poco censurada socialmente. El segundo caño es el del dinero negro que procede de actividades ilegales como el tráfico ilegal de estupefacientes , la prostitución y el tráfico ilegal de armas. A estos se vienen sumando en los últimos años el tráfico de residuos y de sustancias peligrosas, el tráfico de personas y de documentos y, en España, la extorsión de ETA. La criminología tradicional tiende a separar dinero gris y negro, pero se engaña. Lo cierto es que el líquido gris y el negro conviven en un mismo estanque y que, además, comparten una misma unidad de destino: el lavado.

Porque el dinero oscuro es dinero a medias. Una parte importante se incorpora de forma natural y sin llamar la atención a la economía legal. La pequeña prostituta que va a al compra y paga su alquiler con la recaudación de la semana, el autónomo que compra los libros del colegio del niño con lo que no le ha pagado a Hacienda, el pequeño traficante que tiene que vivir todos los días. Esta parte del dinero oscuro abandona el estanque y retorna sin llamar la atención a su origen, a la economía blanca que es donde se encuentran los consumidores de drogas ilegales, de sexo mercantil o las pequeñas economías familiares que no pagan sus impuestos. Los delincuentes e infractores de nivel medio lo lavan gastándolo en objetos de lujo: la adquisición de automóviles de marca, de abrigos de visón, de griferías de oro o de obras de arte también son mecanismos legales de lavado. En España se ha producido una expansión sin precedentes de todos estos sectores, expansión que repercute, por ejemplo, en récords extraños como es el de las ventas de la feria de Arco en un país más bien poco interesado por el arte. Pero el gran traficante de armas, el gran actor millonario o el gran traficante de personas y documentos ya lo ha comprado todo. ¿Qué hace con el resto? El resto se anda pudriendo en cajas fuertes públicas y privadas, es susceptible de robo, genera gastos, se lo comen las ratas y pierde valor con la inflación. En sus chalets rodeados de setos con altas arizónicas tupidas, los grandes infractores tienen empotrada una caja fuerte llena de billetes, casi siempre de 500 euros (el Banco de España está desconcertado: ¿dónde han ido a para tantos billetes de 500 euros?) pero las bandas organizadas tienen buenos sistemas de información y, además, están armadas hasta los dientes de forma que los asaltos son frecuentes. Está claro: hay que lavarlo, aunque cueste dinero hacerlo (entre un 25% y un 45% de su valor inicial según su procedencia). Sólo el dinero blanco es realmente dinero, puede circular libremente y, sobre todo, convertirse en más dinero, es decir, ganarle la batalla a la implacable corrosión que sufre el efectivo cuando está inmovilizado. Aquí, en el escenario del lavado, se junta lo gris y lo negro, lo criminal y la discreción burguesa de "Lo B". En el ansia de llegar a ser realmente dinero se borran los límites entre el delito y la infracción, lo gris tapa a lo negro, lo negro tapa a lo gris. ¿Pero cómo lavar tanto dinero?

El lavado es un proceso que va haciendo más largo y complejo a medida en que aumenta el volumen a lavar y, por tanto, la necesidad de estabilizar el proceso para hacer frente el incesante vertido en el estanque. Tiene, básicamente, tres fases que pueden coincidir en el tiempo pero que conviene diferenciar para poder seguirle el rastro al proceso: la fase de colocación, la fase de encubrimiento y la fase de integración en los circuitos económicos legales.

La primera es la más delicada. Consiste en alejar físicamente el dinero en efectivo del lugar del delito, difuminar la identidad del propietario y, sobre todo, integrarlo en el sistema bancario, es decir, consiste en convertir el papel que se rompe, apolilla, pudre y es susceptible de ser robado, en una anotación bancaria, en dinero electrónico. El peligro de incautación es alto porque los bancos están obligados por ley a notificar la procedencia sospechosa de dinero a partir de una determinada cantidad. Antes de la introducción del euro era aún más arriesgado este momento, puesto que para alejar el efectivo del lugar físico en el que fue acumulado (los burdeles de Hamburgo, el sur de Italia etc.) tenía que pasar por arriesgados procesos de cambio de moneda, otro momento sensible en toda la cadena. Esto explica el incremento de la movilidad del dinero oscuro desde la creación de euro y la conversión de España en la gran lavandería de la Unión Europea en esta primera fase de colocación. La mejor forma de dar el salto de la calle al banco es fragmentar el efectivo en pequeñas cantidades e introducirlo, poco a poco pero continuamente, en el circuito bancario. Para que no llame la atención se suelen crear o subcontratar empresas que funcionen con mucho efectivo, es decir, que muevan diariamente pequeñas cantidades de dinero: los todo a cien, las pizzerías , tiendas de kebab y demás restaurantes, los locutorios, las casas de cambio y de juego son excelentes candidatos. El truco es mezclar el dinero blanco de la caja con dinero oscuro e ingresar las cantidades totales, poco a poco, en las cuentas corrientes de los pequeños y pequeñísimos negocios. Otra mecanismo muy frecuente de integración consiste en pagar a proveedores en efectivo, algo casi imposible de evitar en algunos sectores como el el sector de la construcción, máxime cuando una parte sustancial de mano de obra no tiene papeles. La integración explica una realidad sorprendente en el centro de muchas grandes ciudades españolas: negocios perfectamente legales que venden barras de pan y litronas para hacer el botellón pueden pagar alquileres que no se pueden permitir grandes boutiques internacionales, restaurantes sin clientes que resisten abiertos durante años en esquinas comercialmente estratégicas de la ciudad. Esto es una distorsión de la competencia que hunde muchos negocios legales y desbarajusta la actividad económica legal, el propio trabajo y esfuerzo como fuentes principales de ingresos económicos. Los negocios-tapadera pueden subcontratar servicios para un gran coordinador del proceso de lavado de dinero a cambio de una comisión pero también pueden formar parte de la propia red de lavado. El sistema de módulos de muchos Ayuntamiento, es una invitación a este tipo de prácticas. Su crisis fiscal, provocada en última instancia por la precariedad laboral, les hace mirar a otro lado.

Cuando el dinero ya no pesa y puede circular a la velocidad de la luz, es cuando se hace realmente dinero. La fase de encubrimiento consiste en hacerlo circular por el sistema financiero internacional con el fin de borrar toda conexión económica con su propietario y con el turbio el proceso de acumulación de negro o gris del que es hijo. Para conseguirlo, lo mejor es crear una red de testaferros y empresas-buzón a lo largo y ancho del paisaje mundial de los paraísos fiscales que permite mover el dinero de una cuenta a otra como si de transferencias inocentes se tratara. En este ir y venir de dinero caliente se van haciendo ya las primeras inversiones financieras a corto plazo que, en caso de necesidad o peligro, pueden pasar a convertirse en líquidas rápidamente. Aquí hay todo un universo de ingeniería y creatividad financiera que funciona a toda máquina al servicio del encubrimiento: desde el negocio de primas únicas hasta las operaciones especulativas de cambio de moneda. Al tratarse de operaciones en parte reguladas por la Ley, se hace esencial la complicidad de notarios y abogados. Al tratarse de operaciones de naturaleza esencialmente financiera también se hace imprescindible la colaboración de bancos, gobiernos de países con secreto bancario como el suizo, el austriaco, el de Lichtenstein etc. Lo legal y lo ilegal ya es imposible de discernir, el mundo asiste atónito al engaño del que es objeto después de crear la infraestructura neoliberal para hacerlo posible.

Pero el negocio financiero es volátil y arriesgado, las fortunas criminales y las sólo infractoras necesitan estabilizar el flujo de sus retornos, el dinero necesita descansar para producir con seguridad, para convertirse en inversión no financiera. No es fácil discernir exactamente la fase de integración de la anterior, pero el dinero, ya casi blanco en manos de sus propietarios iniciales, busca sectores económicos estables, que funcionen de acuerdo a leyes económicas más normales que, además, les permitan sentar cabeza y no andar siempre jugando al gato y al ratón con el fisco y la policía. Es el momento en el que el dinero baja del cielo para tocar de nuevo la tierra, un momento menos peligroso que el de su subida a las nubes financieras (integración) pero también sensible puesto que muchos de sus propietarios no saben de negocios legales, adolecen de profesionalidad y para ello necesitan vincularse al mundo legal de la empresa, entrar en alianzas y pagar a profesionales, alcaldes y técnicos, lo cual mengua el margen de beneficios. El objetivo de esta fase es crear una infraestructura económica para el retiro, asegurar el patrimonio, pasar a ser buenos chicos, pero también ir preparando un nuevo ciclo de acumulación invirtiendo en infraestructuras logísticas que minimicen los riesgos y reduzcan los costes del mismo. La creación de empresas de transporte perfectamente legales que escolten el tráfico de estupefacientes y de personas, la inversión en redes de distribución que mejoren el tráfico ilegal de armas, en negocios intensivos en efectivo que reduzcan las comisiones a pagar en la fase de integración, el villas de lujo para el descanso de prostitutas exhaustas, etc. , son muchas veces el final de una cadena y el principio de la siguiente. La inversión en inmobiliarias es especialmente atractiva. Primero por sus altas tasas de rentabilidad, segundo porque facilita el acercamiento al poder político y municipal; y tercero porque genera una estructura magnífica para abaratar los costes de la integración. Pero no hemos de olvidar la imagen, la reputación y la política de los que dependen cada vez más negocios, tanto los legales como los ilegales. Aquí, las fundaciones, los clubes fútbol y las donaciones benéficas de todo tipo son las que mejor funcionan para lavar las caras de los criminales de guante blanco y garfio negro. Así, por ejemplo, la popularidad del fútbol en España convierte la presidencia de un club en un lugar ideal para los grandes infractores. Las conexiones con el mundo inmobiliario, los blindajes mediáticos o capacidad de influir en la opinión pública, son recursos muy valioso cuando se trata de teñir de blanco.

¿Qué hacer? Hace años que los expertos vienen recomendando el control de la actividad de los notarios, años que se sospecha que una parte del mercado inmobiliario no es trigo limpio, años que asistimos a la proliferación de negocios raros a la vuelta de la esquina, años que nos separan ya de aquella extraña Asociación de Amistad Marbella-Moscú que traía a muchos rusos multimillonarios en vuelo directo a Málaga. Los gobiernos saben muy bien lo que tienen que hacer pero los gobiernos se hacen los remolones. ¿Porqué? No por falta de buena voluntad sino porque, tal y como se ha configurado el actual orden socioeconómico, la economía legal y la ilegal están fundidas, porque nadie se atreve a tocar le economía gris sin antes haber creado alternativas estables de empleo, y porque hace falta una acción coordinada de la Unión Europea pero la Unión Europea, hoy por hoy, apuesta por una economía basada en las finanzas ultraliberalizadas y no por el trabajo. Hasta que no se produzca un golpe de timón, la realidad arrojará una y otra vez a ayuntamientos, ciudadanos y políticos a ese territorio en el que fructifica la acumulación y el lavado, a la latente criminalización de la vida económica, a la silenciosa y forzada complicidad colectiva con la suciedad económica y la pérdida optimista de ética social.


(*) Armando Fernández Steinko es profesor titular de sociología de la Universidad Complutense de Madrid.



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