Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
19 de enero del 2005


Perú

Cómprale al Perú, sí (pero, ¿dónde está el Perú?)


Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, enero del 2005.


Pocas personas votaron por Alejandro Toledo para que mantuviera las políticas económicas fujimoristas que más inseguridad habían generado en los ciudadanos, desde las múltiples formas de desprotección laboral hasta los padecimientos de los jubilados ante la ONP. La campaña Cómprale al Perú, es por fin una clara ruptura en materia económica con el período de Fujimori, al promover la industria nacional.

Hasta hace poco tiempo, los teóricos neoliberales criticaban a quienes preferían comprar productos peruanos, señalando que un "consumidor racional" debía solamente fijarse en aspectos objetivos como la calidad o el precio del producto y no dejarse llevar por criterios románticos o chauvinistas. Esto lo decían mientras muchas fábricas de juguetes, plásticos y ropa sucumbían ante los precios ínfimos de la competencia china. Al mismo tiempo, varias empresas transnacionales cerraron sus fábricas en el Perú para importar desde otros países el jabón, la mantequilla o el café. Naturalmente, dichas prácticas generaban despidos masivos, inestabilidad social, frustración, delincuencia, emigración, pero los dogmáticos señalaban que eran los inevitables costos de la falta de competitividad.

Comprar productos peruanos se convirtió entonces en una especie de resistencia pasiva frente a la política del régimen. Ello explica en parte los fuertes niveles emocionales que alcanzó el caso Lucchetti o que en los últimos meses del gobierno de Fujimori haya estallado un escándalo al descubrirse que en muchos restaurantes de Lima se servía papas canadienses u holandesas, mientras se echaba a perder la producción nacional. "¿Ni siquiera podemos comer papas peruanas?", se preguntaban muchos consumidores, sintiendo una indignación "nacionalista" que para algunos observadores era sorprendente.

La campaña Cómprale al Perú busca generar una relación de identidad entre el producto y el consumidor y, al mismo tiempo, hacer a éste corresponsable de la economía de su país, al fomentar el empleo formal y el desarrollo industrial. De esta forma, se admite la posibilidad de que el consumo no sea un acto aséptico, sino que puede tener una carga valorativa, una implicancia social o política. Inclusive puede vincularse a la defensa de los derechos fundamentales, como cuando se boicotea a una empresa vinculada a prácticas de explotación de trabajadores o contaminación ambiental.

Sin embargo, debemos advertir que muchas de las empresas que se incorporan a esta campaña no se muestran muy entusiastas en parecer peruanas. Decimos esto porque su publicidad evita sistemáticamente presentar los rostros de la mayoría de sus clientes. Quien ve la publicidad de leche Gloria, por ejemplo, creería que el Perú es un país anglosajón o que los peruanos de rasgos andinos, mestizos y negros sufren de intolerancia a la lactosa. La publicidad de Backus haría pensar que, además, son abstemios, lo cual sabemos que no es rigurosamente cierto. En todo caso, ni siquiera la inminente llegada de Ambev y un oportuno discurso nacionalista le han permitido a Backus admitir que negros o cholos aparezcan en sus comerciales bebiendo Cusqueña o Cristal.

Es contradictorio pretender enfatizar la peruanidad de una empresa y al mismo tiempo considerar a los consumidores como "indignos" de aparecer en su publicidad. Los supermercados Santa Isabel buscan enfatizar que ahora pertenecen al grupo Interbank, mostrando a una niña que porta la bandera peruana. La niña es pecosa y pelirroja, bastante distinta de la abrumadora mayoría de las que usted encontrará en Santa Isabel. El grupo Añaños se enorgullece de haber nacido en Ayacucho, pero la publicidad de Sporade o agua Cielo evita cualquier asociación con los habitantes de este departamento.

De igual forma, resulta singular que muchos productos elaborados en el Perú pretendan ser más atractivos si disfrazan su nombre con palabras foráneas, desde Pardo's Chicken hasta los cigarrilos Hamilton Lights. Si tiene alguna duda, entre en un peruanísimo Bembos y pensará que está en una clase de reforzamiento de inglés (salad, chicken, cheese, grill, junior, fingers, lemon, diet, royal, order, etcétera).

Cuando las empresas peruanas se avergüenzan de expresar en castellano conceptos como entrega, cocina, niños, mascotas, servicio, efectivo, limpio, mostrador, hielo, media docena (le dicen six pack, por si acaso), no están transmitiendo status, como quizás pretenden, sino un problema colectivo de autoestima. Emplear un idioma extranjero de manera tan obsesiva muestra una ansiedad tragicómica de parecer menos peruano, que contradice el símbolo bicolor que se exhibe como parte de la campaña.

Aprender a comprar productos peruanos es un paso muy importante que muchos consumidores han dado desde hace varios años. En reciprocidad, los empresarios deberían aprender a aceptar los rostros de sus consumidores y a dirigirse a ellos en el idioma que hablan. Acaso el Ministerio de Producción debería ser más cuidadoso en desarrollar su campaña, para enseñar a las empresas que se afilian a sentirse cómodas en el Perú.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto