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8 de agosto del 2005


Huracanes: Alerta roja en el Atlántico


Patricia Grogg
IPS, agosto del 2005.



La Habana.- La elevada temperatura en aguas del océano Atlántico tropical y el mar Caribe son este año causa fundamental de la intensa y temprana actividad ciclónica en la región, que podría ser aun peor de lo señalado en recientes previsiones, advierten expertos.

El riesgo de que nuevos huracanes pasen por Cuba es "alto", dijo a IPS Maritza Ballester Pérez, investigadora del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de este país. La cantidad de tormentas tropicales que podrían pasar por el área en la presente temporada de ciclones se elevó de 13 a 20, confirmó la experta. De acuerdo con el nuevo pronóstico, emitido el 1 de este mes, nueve de esas tormentas podrían pasar a categoría de huracán.

El pronóstico cubano se acerca al de la gubernamental Agencia Nacional Océanica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), que también espera una temporada más activa de lo que inicialmente se previó.

A principios de esta semana, la NOAA anunció que la temporada ciclónica, que va de mayo a noviembre, será más activa de lo previsto, con 21 tormentas tropicales y 11 huracanes. En mayo, había calculado entre 12 y 15 tormentas y de siete a nueve huracanes.

Los pronósticos toman en cuenta el comportamiento anómalo de los dos primeros meses de la temporada. Habitualmente, los meses más activos son septiembre, agosto y octubre, en ese orden. Pero este año ya hubo siete tormentas y dos huracanes de gran intensidad en junio y julio.

La "causa fundamental de esta actividad radica en las altas temperaturas del mar observadas a lo largo de todo el Atlántico tropical y el mar Caribe", comentó el jefe del Centro del Clima del gubernamental Instituto Cubano de Meteorología, Ramón Pérez Suárez.

Los ciclones se forman siempre en el mar y bajo determinadas condiciones, por ejemplo, que la temperatura de la superficie del agua sea superior a los 26,5 grados y existan condiciones favorables en la atmósfera superior. Se les da un nombre luego que alcanzan la fase de tormenta tropical.

El calentamiento de la superficie del mar en la zona del mar Caribe occidental ha alcanzado cotas de 30 y 31 grados, según datos brindados en julio por el jefe del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, José Rubiera.

Pérez Suárez dijo a IPS que en abril, mayo y junio las temperaturas resultaron las mayores desde 1951, tanto en el Caribe como en el Atlántico.. "Pero en esta última región, tales valores extremos se están observando desde la segunda mitad del pasado año", alertó.

Por otra parte, en la circulación atmosférica se observan también condiciones favorables para esa temprana e intensa actividad ciclónica, como "el predominio de altas presiones en la tropósfera alta y un debilitamiento del Anticiclón del Atlántico en los niveles bajos y de superficie".

La tropósfera es la zona inferior de la atmósfera, que se extiende hasta 11 kilómetros de altura desde la superficie de la Tierra. El anticiclón es una perturbación atmosférica que consiste en un área de altas presiones y circulación de viento en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio norte, e inversamente en el sur.

"Entre las condiciones oceánicas y las atmosféricas existe una conocida relación. Un mayor calentamiento del mar condiciona presiones más bajas de lo habitual en la superficie, incluyendo un debilitamiento del anticiclón del Atlántico en ese nivel, así como refuerza la circulación anticiclónica en la tropósfera alta", indicó Pérez Suárez.

Pero el experto es más cauteloso a la hora de relacionar los cambios climáticos globales con una mayor intensidad de los ciclones tropicales, que, cuando sus vientos igualan o superan los 118 kilómetros por hora, devienen huracanes, a veces de impacto desastroso.

"No se puede descartar totalmente que el incremento observado en la actualidad sea en parte consecuencia de los cambios climáticos, pero, al menos por el momento, no se tienen evidencias de ello", afirmó Pérez Suárez, quien admitió que el asunto es una preocupación constante de la comunidad científica internacional.

El impacto de la excesiva concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, incluye un aumento de la temperatura de los océanos y un aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos climatológicos extremos.

Para afrontar el problema, en febrero entró en vigor el Protocolo de Kyoto, que impone a los países industriales que lo firmaron y ratificaron la obligación de reducir sus emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990. El plazo para concretar esas reducciones vence en 2012.

Buena parte de los gases invernadero son liberados en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles --como petróleo, gas y carbón-- en procesos industriales o de transporte. A pesar de ser el principal emisor de gases invernadero, con una cuarta parte del total mundial, Estados Unidos se niega a aceptar ese acuerdo con el argumento de que afectaría la economía nacional.

El experto estadounidense Kerry Emanuel, del Instituto Tecnológico de Massachussets, aseguró este mes que el efecto invernadero aumentó en alrededor de un grado la temperatura promedio en la superficie oceánica desde 1970.

"Mis resultados sugieren que este calentamiento futuro podría dar lugar a un aumento del potencial destructivo de los ciclones", dijo el científico. Otros expertos afirman que la mayor intensidad y frecuencia ciclónica obedece, más bien, al ciclo natural de la región atlántica.

Al respecto, Pérez Suárez acotó que el hecho de que una temporada ciclónica sea muy activa se enmarca primero dentro de las variaciones temporales que ocurren en el clima de cualquier región y que son parte intrínseca de éste. Así, la temporada de 1933 ha sido la más activa del océano Atlántico, con 21 tormentas tropicales, ciclo al que siguieron los años 1969 y 1995, con 18 y 19 tormentas respectivamente.

"Las causas de esos incrementos han estado relacionadas con los aumentos de la temperatura del mar y con variaciones de la circulación atmosférica", de forma similar a lo observado en la actual etapa, dijo el experto.

Hasta julio pasado, de las siete tormentas tropicales que se formaron en la región, que abarca América Central, el Caribe, México y el sudeste de Estados Unidos, dos se convirtieron en los destructivos huracanes Dennis y Emily.

La cifra superó a igual periodo de las temporadas de 1933 y 1995, las dos más activas de los registros. A partir de 1996 y particularmente desde 2001, la actividad ciclónica se ha incrementado notablemente, señaló el científico cubano.

Los ciclones tropicales se clasifican, de acuerdo con la intensidad de sus vientos máximos sostenidos, en depresión tropical (hasta 62 kilómetros por hora), tormenta tropical (entre 63 y 117 kilómetros por hora) y huracán (118 kilómetros por hora o más).

Los huracanes, a su vez, se clasifican según la escala Saffir-Simpson, que los divide en categoría 1 (vientos máximos sostenidos de entre 118 y 153 kilómetros por hora), 2 (154 a 177), 3 (178 a 209), 4 (210 a 250) y categoría 5 (más de 250 kilómetros por hora).



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