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16 de abril del 2005 |
Carta abierta de escritoras peruanas Lima, 11 de abril del 2005
En el clima confuso y malevolente que reina en los últimos meses entre diversos autores y grupos literarios, se han publicado varios comentarios encaminados a minimizar el trabajo que las poetas peruanas de la década del ochenta vienen realizando hace más de veinte años.
Cierta crítica sigue empeñada en juzgar a los escritores "por unidad", y a las escritoras, en cambio, "a granel", como si estas perteneciesen a un compartimiento estanco homogéneo, ignorando sistemáticamente que se trata de voces individuales y no modulables en una sola frecuencia. Afirmar hoy, por ejemplo, que ciertas voces poéticas de clara personalidad son "epigonales" respecto de otras, no demuestra sino la persistencia de esa ligereza con que se aborda la escritura de las mujeres. Algunos poetas y críticos sostienen, así mismo, que la poesía escrita por las mujeres o "no existe" o "es un mito", por "no ofrecer nada novedoso", por ser "una seguidilla de clisés eroticones", por ser un "fiasco", por ser sus autoras "pésimas vates" o por haber sido "sobrevaloradas" por la audacia de sus lenguajes o sus temas. Han dicho, además, que han "matado el pudor", que han "proclamado su condición de género" y "exhibido sus aventuras sexuales". Por "decir-lo-que-no-se-debe-decir" han sido vinculadas a poetas anglosajonas tildadas, de modo tan irrespetuoso como infundado, de "mujeres-gárgola". En el colmo de la actitud despectiva, se ha llegado a afirmar que la importancia que le atribuyeron los medios masivos a las poetas surgidas en la década del ochenta no respondía a sus propios méritos, sino a que los "periodistas y amigos" de las autoras celebraban "las audacias eróticas de sus poetas favoritas con el mismo entusiasmo de quien asiste a un club nocturno". Este coro de opiniones que entran en el terreno de la caricatura, no revela una seria valoración crítica y estética, sino simplemente una aversión hacia las mujeres que, desde diferentes temáticas y estilos, se expresan con criterio propio y no con el criterio de quienes preferirían verlas asumir posiciones de sumisión y silencio, tan sospechosamente cercanas a las dictadas por San Pablo en su tiempo ("La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio". Epístola a Timoteo 2, 11-15). Sin duda, los escritores y críticos que se arrogan la identidad de Robinson Crusoe entran en estado de ofuscación cuando las escritoras no cumplen con el secundario papel de Viernes. Se trata, en fin, de una crítica que por razones personales y prejuicios de naturaleza extraliteraria, no logra acusar recibo de una poesía que fue más allá de lo que se esperaba de la escritura de las mujeres. Esta actitud, que podría caracterizarse como una especie de "racismo de género", es lo que la presente carta quiere denunciar, por cuanto implica, de un modo ofensivo, que la entrada de las mujeres en la literatura peruana resta en lugar de sumar. Empeñarse en restar, apuntalando y promoviendo prejuicios y actitudes maledicentes y segregacionistas, no es la clase de polémica entre escritores que necesita nuestro país, tan atrozmente golpeado por la guerra y por sus irresponsables clases políticas. Por todo lo expuesto, las escritoras abajo firmantes decimos: ya basta. Basta de esa lógica cultural que con su tendencia a segregar, su pasmosa mediocridad y mezquindad, se afana por mantener bajo su control las expresiones más limpias y enteras de la productividad verbal: la creación, la literatura, la poesía.
Rossella Di Paolo DNI 08260130 |
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