Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
18 de julio del 2004


Cine

Fahrenheit 9/11


Silvia Arana
El independiente. EEUU, julio del 2004.


Los medios de prensa que masivamente desarrollaron una campaña de propaganda a favor de las invasiones de Afganistán y de Irak hoy tienen que informar del tremendo éxito de Fahrenheit 9/11 de Michael Moore. El film, ganador de la Palma de Oro de Cannes, empezó a exhibirse a fines de junio de EE.UU. con una concurrencia sin precedentes para un documental.

Algunos periodistas se muestran muy sorprendidos de que un film claramente comprometido en la denuncia de la intervención imperialista de EE.UU. en Irak haya superado todos los récords de ventas de entrada en el país. Sorprendidos porque la idea dominante es que para vender hay que hacer un producto ligero; cuanto más blanda y apolitizada y alejada de la realidad sea una obra, mayor será su éxito. Fahrenheit 9/11 ha roto con todos estos esquemas. Con un lenguaje directo, Moore nos presenta los hechos desde los atentados del 11 de septiembre del 2001, lo actuado por el gobierno de Bush y las consecuencias que la invasión de Irak están teniendo en el pueblo de ese país y en EE.UU.

Moore muestra como inmediatamente después del 11 de septiembre, el gobierno de Bush, a través de Rumsfeld, Wolfowitz y Perle principalmente, impulsó la teoría de que Sadam Husein era el responsable de los atentados. Los medios de prensa toman la versión, sin cuestionarla, y la difunden, la defienden y la adornan. No hubo un medio corporativo que cuestionara el bombardeo de ciudades ni el asesinato de civiles, ni la falta de pruebas sobre la existencia de armas químicas en Irak. Causa vergüenza ajena volver a ver a supuestos periodistas serios, como Ratner o Ted Koppel, maravillados ante el poderío destructor de los misiles, acompañando a las tropas, y repitiendo los reportes que recibían de las fuerzas armadas como si eso fuera periodismo. En Fahrenheit 9/11, el público alimentado por CNN, Fox, Univisón y demás medios podrá ver quizás por primera vez, imágenes de algunos de los más de diez mil iraquíes asesinados por las bombas estadounidenses.

Moore trata de explicar porqué fue Irak, y no Arabia Saudita, el blanco de los ataques de EE.UU. Uno de los motivos del gobierno de Bush sería el de proteger a los sauditas, con cuya familia real mantienen estrechas relaciones económicas. En los ochenta, George W. Bush contó con financiamiento saudita para establecer su compañía petrolera Arbusto. Desde hace años y hasta la fecha, Bush padre y la familia real saudita comparten intereses en el poderoso grupo Carlyle (este grupo ha sido uno de los mayores beneficiarios del conflicto armado como productor de tanques de guerra). Con amigos tan poderosos, hay que ser amables. Moore nos da una muestra del tratamiento especial que recibieron los sauditas:

El 13 de septiembre del 2001, el príncipe Bandar, embajador de Arabia Saudita y amigo personal de la familia Bush, estuvo invitado a cenar en la Casa Blanca con el presidente. Al día siguiente, más de cien sauditas, incluyendo decenas de personas de la familia Bin Laden, tomaron un jet privado con una autorización especial del gobierno rumbo a Arabia Saudita cuando los vuelos estaban suspendidos; y sin que ninguno de ellos fuera entrevistado por los servicios de inteligencia.

Hay, sin embargo, un factor que Fahrenheit 9/11 no considera. Y este es la conexión que la invasión de Irak tiene con la política genocida de Israel en el Medio Oriente. Israel es el principal aliado de EE.UU. en el área, y el principal beneficiario de la ayuda económica y militar de EE.UU. Los intereses de la derecha israelí y la derecha republicana se complementan. Claro que el resultado de la invasión no ha sido la sumisión del pueblo iraquí, sino un amplio y poderoso movimiento de insurgencia contra el invasor cuyo desenlace es imprevisible.

Fahrenheit 9/11 despierta muchas emociones. Conmueve la madre que descubre desconsolada que su gobierno ha mentido, que ha enviado a su hijo a morir en un país que no presentaba ningún peligro para EE.UU. ni poseía armas de destrucción masiva. Su angustia es devastadora porque ella misma estuvo de acuerdo con que su hijo formara parte del ejército y creyó que iba a defender su país. Lila Lipscomb, madre del soldado caído en Irak Michael Pedersen, se para al frente de la Casa Blanca y llorando dice: "Ahora se adónde debo dirigir mi bronca".

En Fahrenheit 9/11 Moore también hace gala de su humor genial. Cuando descubre que los congresistas habían firmado sin leer el Acta Patriótica decide que va a leer la ley con un megáfono sentado en un camioncito de helados mientras el vehículo da vueltas alrededor del Congreso.

Los detractores republicanos de Moore dicen que su film es propaganda para los demócratas. Parece que no vieron los primeros minutos del documental donde se muestran los alegatos presentados por mujeres afroamericanas en el Senado justo después del caos electoral que le otorgó la presidencia a Bush en el 2000. Irónicamente, Gore, quien ganara el voto popular en esas elecciones presidía el Senado. Las denunciantes presentan sus quejas de violación del derecho al voto cometida contra muchos ciudadanos afroamericanos y latinos, que trataron de votar y no pudieron hacerlo. Gore les alerta que si no cuentan con el apoyo de un senador deben retirarse. Una a una, con frustación, le responden que no hay un senador en todo el Senado de EE.UU. que apoye su reclamo. Esta escena demuestra la misma realidad que va a repetirse cuando los senadores y congresistas, demócratas y republicanos, le dan carta blanca al presidente para la invasión de Irak.

¿Va a influir Fahrenheit 9/11 en el resultado de las elecciones presidenciales? Hoy, tiene más sentido preguntarse si va a haber elecciones. El gobierno está considerando la opción de cancelarlas. Primero, el secretario de seguridad interna Ridge alertó de posibles atentados de Al Qaeda que se producirían antes de las elecciones con el supuesto objetivo de interrumpirlas. Ridge también declaró que el gobierno contempla la posibilidad de postergar las elecciones. Una vez más, y con gran ayuda de la prensa, se crea un clima de terror, del que resulta favorecido el gobierno. Antes de estos últimos anuncios, el nivel de apoyo a Bush había descendido a 49%, después de los anuncios, subió al 53%.

Faherenheit 451, de Ray Bradbury, es un alegato no sólo contra la censura, y la falta de libertades, sino fundamentalmente contra la acción estupidizante de los medios de prensa. En Fahrenheit 9/11, Moore continúa con esta tradición de cuestionar al poder en la búsqueda de la verdad y le rinde un merecido homenaje al gran escritor de ciencia-ficción que hace 50 años previó mejor que nadie hacia dónde se encaminaba EE.UU. y cuál iba a ser el rol nefasto que tendrían los medios de prensa como cómplices del poder totalitario.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto