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La insignia
23 de diciembre del 2004


Privilegio de galera (IV)

De las cosas que el mareante
se ha de proveer para entrar en la galera


Fray Antonio de Guevara. Valladolid (España), 1538.
De «Libro de los inventores del arte del marear
y de muchos trabajos que se pasan en las galeras»


Dicho algo de los previlegios de la galera y de las condiciones de la mar, no nos queda ya que decir sino de las cosas necesarias para navegar; porque no abasta que el pasajero vaya avisado de todas las cosas que se ha de guardar, sino que también ha de entrar proveído de lo que hubiere menester.

Es saludable consejo que todo hombre que quiere entrar en la mar, ora sea en nao ora sea en galera, se confiese y se comulgue y se encomiende a Dios como bueno y fiel cristiano; porque tan en ventura lleva el mareante la vida como el que entra en una aplazada batalla. Es saludable consejo que antes que el buen cristiano entre en la mar haga su testabento, declare sus deudas, cumpla con sus acreedores, reparta su hacienda, se reconcilie con sus enemigos, gane sus estaciones, haga sus promesas y se absuelva con sus bulas; porque después en la mar ya no podría verse en alguna tan espantable tormenta que por todos los tesoros desta vida no se querría hallar con algún escrúpulo de conciencia.

Es saludable consejo que el curioso mareante ocho o quince días antes que se embarque, procure de alimpiar y evacuar el cuerpo, ora sea con miel rosada, ora con rosa alejandrina, ora con buena caña fístola, ora con alguna píldora bendita; porque naturalmente la mar muy más piadosamente se ha con los estómagos vacíos que con los repletos de humores malos.

Es saludable consejo, y aun aviso no poco bueno, que cuando hubiere de navegar, navegue en galera que la fusta sea nueva y la chusma sea ya en el remar curtida; porque después, allá en la mar, al tiempo que quieren doblar una punta, pasar un golfo, embestir con otra galera, dar caza a otra armada o le sobreviniere alguna endiablada borrasca, la galera tiénese bien a la mar y la chusma vieja vale mucho para remar.

Es saludable consejo trabaje el pasajero mucho de elegir para su navegaciín galera afamada y fortunada, en la cual no haya acontecido alguna notable desdicha; porque la fortuna también muestra su ferocidad en la mar como en la tierra, y más allende desto no me parece sano consejo osarse nadie arrojar y aventurar su vida a do sabe que allí perdió otro su vida y la honra.

Es saludable consejo que antes que el pasajero se vaya a embarcar vaya a visitar y a hablar al capitán de la galera y le diga muy buenas palabras y aun le haga algunos comedimientos; es a saber, que si está en la galera, le envié algún refresco, y, si es salido a tierra, le convide o acompañe; porque los capitanes de galera, como desean viento, andan con viento, navegan con viento, viven con viento, todavía se les apega algo del viento; y con esto quieren de los amigos ser honrados, de los enemigos ser temidos y de sus pasajeros servidos.

Es saludable consejo que a la hora que entrare en la galera se haga con el cómitre, porque le deje pasear por crujía, se haga con algún remero porque le alimpie, se haga con el piloto porque le admita consigo, se haga con el alguacil porque le favorezca, se haga con el cocinero porque le deje llegar al fogón, se haga con los espalderos porque le sirvan en popa y se haga con los proeles porque le saquen a tierra; porque si a cada uno destos no tiene contento él entró en la galera en muy mal punto.

Es saludable consejo que antes que se embarque haga alguna ropa de vestir que sea recia y aforrada, más provechosa que vistosa, con que sin lástima se pueda asentar una crujía, echar en las ballesteras, arrimarse en popa, salir a tierra, defenderse del calor, ampararse del agua y aun para tener para la noche por cama; porque las vestiduras en la galera más han de ser para abrigar que no para honrar.

Es saludable consejo que el curioso o delicado pasajero se provea de algún colchoncillo terciado, de una sábana doblada, de una manta pequeña y no más de una almohada; qie pensar nadie de llevar a la galera cama grande y entera sería dar a unos que mofar y a otros que reír, porque de día no hay a donde la guardar y mucho menos de noche donde la tender.

Es saludable consejo que para su provisión haga hacer bizcocho blanco, compre tocino añejo, busque muy buen queso, tome alguna cocina y aun alguna gallina gruesaa; porque éstas y otras semejantes cosas no las escusa de comprar el que quisiere navegar.

Es saludable consejo que el honrado pasajero haga provisión de algún barril, o bota o cuero de muy buen vino blanco, el cual, si es posible fue, sea añejo, blando y oloroso; porque después, al tiempo de revesar, preciará tener allí más una gota que en otro tiempo una cuba, y más y allende desto el sabor le reformará el estómago y el olor le confortará la cabeza.

Es saludable consejo que el que quiere comer liempio se provea de algún mantel, pañizuelo, olla, cántaro y copa; porque estas menudencias pocas veces las suelen en la galera nadie vender y mucho menos prestar.

Es saludable consejo, en especial al que es un poco bisoño, que si llevare a la mar alguna arca con bastimento, algún serón con armas, algún barril con vino, algún lío con ropa o alguna caja con escripturas, luego haga al capitán que lo vea, al escribano que lo registre y al cómitre que lo guarde; a causa que en la galera, por escrúpulo de conciencia, no dejan de aguja arriba.

Es saludable consejo mire mucho a quien se allega, con quien entra, de quien se fía, con quien habla y aun con quien juega; porque son tan avisados y tan taimados, los de la galera, que si le sienten al pasajero que es un poco necio jugarán con él al mohíno. Es saludable consejo que a la hora que embarcare en la galera importune al capitán. ruegue al cómitre, soborne al alguacil y aun se haga con algún remero para que, si no le dieren lugar en popa o le admirieren en alguna cámara, que a lo menos le señalen alguna ballestera; porque si en esto es descuidado y perezoso, téngase por dicho y condenado en que no hallará de día a do se asentar y mucho menos de noche a do se acostar.

Es saludable consejo que como en la galera no haya mucho que hacer ni menos que negociar, verá allí el pasajero que lo más del día y de la noche se ocupan en contar novelas, hablar cosas vanas, blasonar de sus personas, alabar a sus tierras y aun relatar vidas ajenas; y en semejantes pláticas y liviandades debe mucho el pasajero cuerdo guardarse de no ser prolijo, novelero, vocinglero, mentiroso, entrometido, chocarrero y porfiado, por que más pena da en la mar una conversación pesada que no la mala vida de la galera; y parece esto muy claro en que la marea, de cuando en cuando, os hace revesar y un necio porfiado cada hora os hace desesperar.

Es saludable consejo para el pasajero que presume de ser cuerdo y honrado, compre algunos libros sabrosos y unas horas devotas; porque de tres ejercicios que hay en la mar, es a saber, el jugar, el parlar y el leer, el más provechoso y menos dañoso es el leer.

Es saludable consejo antes que se embarque el pasajero se provea de anzuelos, cordel, cebo y cañas, para que cuando alguna vez estuvieren en calma, o metidos en alguna cala, o acogidos tras alguna roca o puesta la proa en tierar, saque sus aparejos y se ponga a tomar algunos pescados; pues tomará recreación en los pescar y gran sabor en los comer; porque muy mejor le está a su ánima y aun a su bolsa irse a pescar peces a proa que no estarse jugando dineros en popa.

Es saludable consejo que el mareante regalado se provea de pasas, higos, ciruelas, almendras, diacitrón, dátiles, confites y de alguna delicada conserva; porque en haciendo marea o sobreviniendo la tormenta, como luego las arcadas son a la puerta y el revesar en casa y se quita la vista y se pierde el comer, si en aquella hora y conflicto no tiene el pobre pasajero alguna conserva confortativa, yo le mando mala ventura.

Es saludable consejo se provea para un no menester de un ristro de ajos, de un horco de cebollas, de una botija de vinagre, de un alcuza de aceite y aun de un trapo de sal, porque dado caso que son manjares rústicos y vascosos, no son delicados para se marear ni muy codiciosos para hurtar; y más allende desto ya puede ser que de migas y agua y sal y aceite haga un tal gazpacho que le sepa mejor que un capón en otro tiempo.

Es saludable consejo que todo buen mareante se provea de pantuflos de corcho, de zapatos doblados, de calzas marineras, de bonetes monteros, de agujetas dobladas y de tres o cuatro camisas limpias; porque es de tal calidad el agua del mar y la indisposición de la galera que primero las has de ensuciar todas que se pueda jabonar una.

Es saludable consejo, mayormente para los hombres regalados y estómagos delicados, se provean de algunos perfumes, menjuí, estoraque, ámbar y áloes, y si no de alguna buena poma hechiza, porque muchas veces acontece que sale tan gran hedor de la sentina de la galera, que a no traer en qué oler hace desmayar y provoca revesar.

Es saludable consejo y aviso muy necesario que al tiempo que en la galera viere el pasajero alzar el ancla, coger los remos, meter el barco, apartarse de tierra, mudar la vela y andar gran grita, calle, recójase y no diga palabra ni ande por la galera; porque los amrineros, como son unos desesperados y aun agoreros, tienen por grandísimo agüero si en el conflicto de la tormenta oyen hablar o hallan en quien tropezar.

Es saludable consejo mire por sí el pasajero a que no ose de día traer por la galera olos pies descalzos, ni dormir de noche la cabeza descubierta; porque a los pies le hará mal la humildad y a la cabeza el sereno; de lo cual, si no se guarda en la mar mucho, no podrá escapar ni salir de la galera, si no cargado de algún catarro o muy malamente sordo.

Es saludable consejo, y aun necesario y provechoso, que cada pasajero trabaje en al mar de tener siempre el estómago muy templado y no de manjares cargado; es a saber, comiendo poco y bebiendo menos; porque si en la tierra es inhonesto en la mar es inhonesto, y para el tiempo de la tormenta muy peligrosos comer hasta regoldar y beber hasta revesar. Y porque no parezca hablar de gracia, pasando el golfo de Narbona con una grgavísima tormenta, vi en mi galera a uno que estaba borracho y relleno, el cual en dos arcadas echó la comida y con la tercera revesó el ánima.

Es saludable y experimentado consejo, para que uno no se maree ni reviese en la mar, ponga un papel de azafrán sobre el corazón y estése quedo sobre una tabla en el hervor de una tormenta; porque si esto hace puede estar bien seguro que ni se le revolverá el estómago ni se le desvanecerá la cabeza.

En toda la navegación que hecimos con mi señor y amo César, cuando él fue a conquistar a la gran Túnez de África, estos consejos tomé para mí, y me dieron la vida, digo la vida del cuerpo, porque la vida del ánima allá nos la darán la gloria ad quam nos perducat Iesus Christus Filius Dei, qui cum Patre et Spiritu Sancto vivit et regnat in secula seculorum Amen.



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