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La insignia
2 de septiembre del 2002


La flor de Kovach


Rubén Moheno
La Jornada / La Insignia. México, septiembre del 2002.


«Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, que?».

Borges juzgó perfecta esa imaginación de Coleridge.

La experiencia floral de Michael Kovach, sin embargo, es más propia de nuestro tiempo, y corresponde a usted juzgar su naturaleza. El 13 de agosto reportó el New York Times que Kovach "tropezó" con "un secreto espectacular que los Andes habían guardado durante milenos;" la floración púrpura y magenta de quince centímetros de extensión que surgía de un tallo de treinta centímetros de alto: una orquídea totalmente desconocida en el mercado.

Kovach dijo haber llegado así al secreto: "Paramos en la cuneta del camino, donde una familia indígena vendía hermosas orquídeas que habían recolectado, y me dijeron que tenían algo allá atrás. Entonces vino hacia mí la hija con una de éstas en floración, y casi me tira al piso. Era algo tan estupendo. De seguro me dejó boquiabierto." La reacción de Kovach me hizo recordar que las orquídeas han sido una obsesión para mucha gente. Hace un siglo hubo aventureros capaces de morir en selvas y pantanos por buscar nuevas especies cautivantes. Han sido un regalo típico para las mujeres preferidas por los económicamente holgados. Los admiradores de orquídeas suelen ser compradores ansiosos a los que seducen sus muchas formas, tamaños y colores; algunos se fascinan incluso con la vida sexual de la flor, que a menudo representa el drama del deseo y el engaño.

"La observamos y dijimos, 'Guau, ¿dónde conseguiste eso?'" señaló el doctor Wesley Higgins, director de sistemas en Jardines Botánicos Marie Selby, de Sarasota, Florida, al recordar el momento en que Kovach entró con su trofeo.

Se le considera la orquídea más espectacular encontrada en los últimos 100 años. Los científicos están asombrados con esta nueva especie, por su color, forma y tamaño totalmente inesperados para una del género Fragmipedium, cuyas flores suelen ser típicamente pequeñas y de color soso.

Esa misma noche Higgins y sus colegas emprendieron un maratón taxonómico; el ilustrador bosquejó la planta mientras otro anotó su descripción científica. Hubo rumores de que otro científico también la había hallado y estaba por publicar. Si querían tener el honor de nombrarla en latín, para siempre, era necesario apresurarse. "Partimos de una especie no identificada en absoluto," dijo Higgins, "y publicamos literatura científica, avalada, en menos de ocho días." El 12 de junio los investigadores de Selby presentaron la novedad en su revista, Selbyana, y la nombraron Fragmipedium kovachii.

El orgulloso patriarca de la nueva especie dijo haberla comprado a la familia indígena 30 kilómetros al norte de Moyobamba, Perú, en 6.50 dólares; menos que el precio típico de una de invernadero comprada en tienda estadunidense. Y cuando regresó por más tres días después, la pendiente de musgo con 50 orquídeas que tanto lo asombró "había sido limpiada por completo." Kovach deploró que hubieran "desaparecido incluso los tallos de 3 centímetros: ejércitos de gentes habían arrancado las plantas." Después del bautizo Kovach descubrió "una trampa" para proteger especies, cuando el mismo doctor Higgins debió reconocer que todas las orquídeas Fragmipedium están incluidas en el Apéndice 1 de la Convención Internacional sobre Tráfico de Especies Amenazadas (Cites), que prohíbe llevarlas de un país a otro, sobre todo para el comercio. De tal forma que la portación que Kovach hizo a Florida desde el noreste peruano es ilegal.

Pero Kovach no despertó de su voluntaria suspensión de la incredulidad; más bien se preguntó "cómo podía haber sabido" que violaba un tratado internacional, cuando "nadie en el mundo" sabía de qué planta se trataba: "Yo sólo quería que la tuvieran los científicos y la estudiaran, por eso la llevé a Selby." Y lamentó que algunos lo hayan "estigmatizado como saqueador de especies, a causa de su negocio de venta de orquídeas" (es propietario de un vivero en Virginia).

Al leer esas reflexiones, acudió a mi memoria una máxima de derecho escuchada en la escuela hace muchos, cuya aplicación es prácticamente universal: La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Para apreciar mejor uno de los dos filos de la máxima (el que más suele aplicarse en la realidad), hay que confrontarla con la experiencia indígena cotidiana en sus propias tierras (precisamente donde sobreviven las especies raras): con los indios, y casi para todo efecto, la ignorancia de la ley e incluso del idioma en que serán juzgados suele ser una agravante en realidad.

Después de consultar el Apéndice 1 de Cites, donde se indica con claridad que son indispensables los permisos de exportación e importación para esas especies, supuse que el de Kovach debió ser un caso especial. Entonces recordé una ocasión en que yo viajaba de México a Los Ángeles. Había guardado para más tarde una manzana del almuerzo en el avión, pero al revisar mi equipaje después de cruzar aduana, ya no estaba ahí. Algún funcionario hambriento, supuse. Pero después un amigo me explicó que las leyes de sanidad en Estados Unidos son muy estrictas para proteger su agricultura.

No atiné a imaginar cuál razonamiento habrían aplicado para la flor y para Kovach mismo los aduanales de Florida y de Perú. Cites sólo pide aplicar la ley local a los que se adhieren a la convención, en la que Estados Unidos y Perú dejaron su impronta hace ya un cuarto de siglo. Supuse que un misterio así debía ser el acompañante natural de tan singular flor.

En cualquier caso, los especialistas consideran que la orquídea recién llegada es una mercancía multimillonaria; su floración y colorido insólitos permitirán producir un nuevo conjunto de esplendorosas Fragmipedium. Es una industria floreciente la biotecnología en ciertas especies; y el cultivo de orquídeas, en particular, es una empresa de miles de millones de dólares, con millones de clientes. Gracias al descubrimiento de la Fragmipedium kovachii, una cápsula única de su semilla permitirá obtener un millón o dos millones de semillas más. "En un laboratorio usted puede hacer que un gran número de éstas tengan éxito," señaló Higgins.

La nota del periódico registró prolijas disquisiciones sobre si Cites proporciona siempre la mejor protección para las especies en peligro de extinción. Higgins expresó que en algunos casos "puede obstaculizar" la protección de plantas amenazadas. La convención, abundó él, se formuló para proteger animales salvajes y sus partes: "Eso era para elefantes, rinocerontes, cebras; ese tipo de cosas," dijo él. Y razonó: "Las plantas son diferentes. Con las restricciones es esencialmente imposible que los investigadores obtengan una planta fuera de Perú." Al advertir que las Fragmipedium tienen características singulares, que incluyen su hábitat de gran altura y sus flores inusuales, concluyó que lo más explicable es que los científicos "quieran estudiar las especies."

"No sabemos nada de la polinización de esta nueva orquídea,", dijo su colega John Beckner, curador del centro de identificación de orquídeas de Jardines Selby. El color brillante y el tamaño de la flor, señaló él, sugieren que sería "altamente improbable" que la visitaran las típicas moscas y abejas Fragmipedium. "Hago una adivinación alocada," arriesgó Beckner: "Yo supondría que va a ser una de esas enormes mariposas o polillas de aquella parte del mundo." Y anticipó una aventura científica. "Sería fascinante hallar unos arbustos de esos en Perú y sentarse por una semana o dos a ver qué llegaba a ellos."

Tal descubrimiento, sin embargo, puede estar algo fuera de tiempo dado que la especie "desapareció" del único sitio donde se conocía silvestre, "merced a los competidores de orquídeas," y nadie sabe si se hallarán otros arbustos floridos.

Tampoco hay fecha para que la planta de Kovach se encuentre disponible para otros investigadores y criadores hasta que avancen las investigaciones en Selby. "Es muy difícil explorar esas montañas tropicales y hallar algo en la tierra" dijo Beckner, ya en su propio ensueño científico, "escondido entre los helechos y la vegetación y la niebla, hasta que entre en floración. Sería un trabajo hallarlos. Pero están allá afuera en alguna parte."

El personaje de Coleridge obtuvo tan sólo una prueba real de sus sueños; pero es altamente probable que Kovach, y más seguro Jardines Botánicos Marie Selby, alcancen los suyos completos.



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