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La insignia
9 de mayo del 2002


El Brasil en escena

El teatro en verde y amarillo


Carla Guimarães


Ciento cuarenta millones de habitantes con nombre y apellido. Un país de dimensiones continentales. Brasil, cinco y media de la tarde.

Jackson baja por la calle Chile en la ciudad de Salvador, Bahía. Viste un saco negro, lleno de símbolos, escudos y broches, y lleva la cara pintada de un blanco exagerado que oculta su tez morena, la boca de un rojo carmín y los ojos acentuados por un delineador negro. La gente lo mira sin comprender lo que esta figura tan extraña hace ahí. Jackson sube al estrado de la Plaza Castro Alves y, acompañado por los tambores, anuncia: "La plaza es del pueblo como el cielo es del cóndor."

Zé Celso acompaña al sol que se pone sobre el barrio paulista de Bexiga, región que abriga la mayor concentración de salas de teatro de la ciudad. Ahí está en el histórico Teatro Oficina, donde se montó el antológico "El rey de la vela". Pero a pesar del bonito día que acaba y de la buena energía que emana del Oficina, Zé se siente en un callejón sin salida.

Gerald está retrasado y camina con prisa por los largos pasillos del aeropuerto internacional de Río, el Galeão. Tiene que montar una ópera, lanzar un libro y estrenar una obra. El vuelo sale en diez minutos.


Plaza Castro Alves

Jackson es Costa. Mejor dicho Jackson Costa, actor. La frase que grita en la calle es un verso del poeta bahiano que da nombre a la plaza. El poema se remonta al período colonial, pero su efecto ahora también es devastador. La gente se reúne bajo el estrado para escuchar el nuevo trovador creyendo que habla de la situación actual del país. Son varios los poemas y los autores revolucionarios del periodo, pero la reacción es la misma. Quizás los poetas sean atemporales, o quizás el país no haya cambiado tanto desde su época de colonia portuguesa.

Jackson lleva el teatro a la calle, a las plazas. El proyecto de un actor estrenado en 2000 en un gran palco: la ciudad. Obras de un Brasil antiguo renaciendo en el coro popular. "Es espontáneo, la gente es cogida de sorpresa y reacciona. Reacciona al actor, a la poesía y incluso a la política brasileña. La calle es viva y el público habla".

En la ciudad de Salvador, no sólo hay plaza, también hay sala: el Teatro "Vila Velha". En el verano de 1959 algunos alumnos de la primera promoción de la Escuela de Teatro de la Universidad Federal de Bahía deciden hacer una pequeña revolución. Rompen con la directoria de la escuela, renuncian a su graduación y forman la primera compañía teatral profesional del estado: la Compañía de Teatro de los Nuevos (Companhia de Teatro dos Novos).

En la búsqueda de una sede propia, ya que en este período Salvador contaba apenas con un teatro, Los Nuevos llevaron al gobierno del estado a ceder un espacio en el Paseo Público. En el 64, después de mucha lucha, es inaugurado el "Vila Velha". Días después ya estaba en pauta el antológico espectáculo "Nosotros, por ejemplo" que reveló nombres como Caetano Veloso y Gilberto Gil.

Una reforma después, hoy el Vila abriga eventos como el "Media Noche se Improvisa" que abre espacio en su palco para improvisaciones que muchas veces vienen del propio público. Obras como "Fatzer", escenificada por Los Nuevos y el Bando de Teatro Olodum, también encuentran un lugar ahí. El Bando de teatro es parte de la ONG Olodum, una institución que lleva su acción social y cultural a la comunidad negra. Entre sus ramas más conocidas está la Banda Olodum, cuyo renombre la ha llevado a tocar al lado de Paul Simon y del siempre mutante Michael Jackson. El Bando de Teatro, dirigido por Márcio Meireles y Chica Carelli, desarrolla un lenguaje muy propio llevando al palco la realidad socioeconómica bahiana, las cuestiones de la comunidad negra y la actualidad del país.

"No veo el teatro brasileño, y esto es un problema." Márcio Meireles opina que hay muy poca información sobre todo el teatro que se hace en el inmenso territorio brasileño. "Corremos el riesgo de tomar Río y São Paulo como referencia de lo que es la cultura brasileña y eso es un gran error." Márcio también cree que el teatro brasileño no es muy diferente de lo que es el Brasil de hoy. " Nuestro país se entrega a los encantos neoliberales como una puta." El teatro bahiano no es distinto. "Vivimos en un paraíso turístico con nuestra ciudad escenográfica llamada Pelourinho y una paz forjada por la falta de información."

Márcio cree que existe un lento pero efectivo cambio de cultura a industria cultural, consumo rápido y fácil. "Por lo tanto, éste es también el teatro que hacemos". Al contrario, Márcio lleva a los palcos "Fatzer", en verdad "La Caída del Egoísta Johann Fatzer" una obra inacabada de Brecht, completada por Muller y que cuenta ahora con la visión de Meireles, escenificando un mundo que permanece abandonado por el espíritu de la revolución.


Bexiga

El Zé que mira la puesta de sol es, nada más nada menos, que José Celso Martinez Corrêa, un nombre que forma parte de la historia del teatro brasileño. El Teatro Oficina, que dirige, abrió sus puertas en el año 58 con "El Puente" y ha tenido uno de sus mejores momentos con el montaje de "El rey de la vela" del gran escritor brasileño Oswald de Andrade. En 1982, fue declarado patrimonio cultural del gobierno de São Paulo.

Entre sus montajes casi siempre osados y polémicos, Zé Celso llegó a escenificar la obra "Para dar un fin al juicio de Dios" en una iglesia excomulgada. Perseguido por el gobierno militar, el grupo pasó un periodo en Portugal, donde continuó actuando. De vuelta al Brasil, el Oficina reabrió en el 79 con "Veinticinco".

Después de un incendio y varias muertes y renacimientos, el Oficina llega al año 2002 llevando en su curriculum polémicas y innovadoras montajes como "Bacantes", con actores desnudos en el escenario que invitaban el público a desnudarse también. Uno de los momentos de mayor repercusión fue el espectáculo en que el cantor Caetano Veloso fue invitado desde el público a desnudarse en el escenario. Caetano no sólo ensayó un semidesnudo como fue amamantado por una de las actrices. "Nuestro ritual diario de comunión con el público aún va a ser percibido como oro, algo raro, un lujo, pues nuestro teatro apunta hacia el futuro, con la ambición utópica de que el arte, así como el fútbol, sea el deporte de las multitudes." Así piensa el artista Zé Celso.

Y sin embargo, no es fácil. El área detrás del Oficina, soñada por el grupo para el Proyecto Ahora, una instalación de una arena abierta para presentaciones, está destinada a convertirse en un centro comercial. Hoy, esta zona es un aparcamiento y el Oficina se siente en un callejón sin salida, buscando la mejor negociación posible con el gobierno y los empresarios.

Pero no sólo de Oficina vive el teatro brasileño, también de esencia. "Lo que me encanta en el teatro es la posibilidad de escoger. Así que escojo para mí el Teatro Esencial y lo establezco como mío" dice Denise Stoklos sobre su teatro, un espacio que revela la forma de pensar de esta artista. Especializada en mímica en Londres y premiada en distintas partes del mundo, Denise cree en un teatro con un mínimo posible de efectos y que contenga la máxima teatralidad en sí mismo. "Que en la figura humana en el escenario se concretice una alquimia única: aquella en que la realidad de la representación es más vibrante que el propio tiempo cronológico". Denise desea cambiar la fantasía de la composición por la presencia viva del actor.

A pesar del casi impronunciable apellido Stoklos, Denise es una brasileña nacida en el estado de Paraná. Multifacética, actúa y dirige, pero también canta, compone y monta exposiciones de fotografía.


Aeropuerto Galeão

Con tantos compromisos nacionales e internacionales, Gerald debe pasar buena parte de su tiempo en el aeropuerto. A pesar del éxito de su propia compañía, Ópera Seca, el artista Gerald Thomas es un nombre, más que brasileño, internacional. Con el Ópera Seca escribió y dirigió "Electra Con Creta", "Trilogía Kafka" y "Carmen con Filtro", entre otros, pero su carrera individual es impresionante. En el teatro La Mama de Nueva York adaptó y dirigió 19 estrenos mundiales de obras de Beckett. En Río dirigió su primera de muchas otras óperas "El navío fantasma" de Wagner. Trabajó con la Compañía estatal de Munich y con Pontedera Theatre Company, teniendo su vida dividida entre Brasil, Alemania y Estados Unidos. Polémico, aclamado, amado y odiado, Gerald Thomas es uno de los más destacados artistas brasileños del teatro y sus montajes son considerados espectaculares e innovadores.

Otro nombre ahora exitoso pero con montajes más simples es la Compañía Latão, que se presenta como un grupo de investigación teatral de São Paulo interesado en la reflexión sobre los temas de la actualidad social brasileña. Su método de trabajo es la "dramaturgia en proceso": el texto del espectáculo es generado en la sala de ensayos a partir de las propuestas escénicas de los actores. Es una narrativa colectiva, con perspectiva crítica, haciendo del espectáculo, según el propio grupo, "una materia en constante transformación". Se logra así una relación directa entre actores y público, sin mayores efectos escenográficos.

La compañía estrenó, en el 2000, "La Comedia del Trabajo" que trata de las cuestiones del desempleo, el mercado, el subempleo, la explotación y el deseo de ser explotado. Con una asistencia de 40 mil personas, la comedia superó las 150 presentaciones.

Escenificando una temática siempre crítica, Latão consigue llevar sus montajes a los más distintos lugares del país y hasta a los campamentos del MST - Movimiento de los Sin Tierra - uno de los más importantes movimientos sociales de Brasil. El líder del movimiento, Pedro Stedile, comenta en la pagina web del grupo: "Nuestro país necesita cada vez más de compañías como Latão que de las compañías a las cuales el gobierno entregó nuestra economía".

El Brasil en una plaza, un barrio, un aeropuerto, un teatro... Un país inmenso, con muchas otras expresiones y proyectos artísticos en otros tantos estados y ciudades, desde los pequeños montajes a los grandes espectáculos. Un territorio con mucho más teatro que el descrito aquí, pero también mucho menos de lo que debería tener, y eso hablando desde los montajes taquilleros con galanes de telenovelas al teatro de calle.

Pero hay los que llegan a decir, como la profesora Walnice Nogueira en su texto publicado en el periódico el Estado de São Paulo, que por aquí "la poesía escapó a la mercantilización, el mercado no tiene interés en ella... pero de una cierta manera eso la preserva". Y sigue hablando de las pequeñas compañías: "con presupuestos reducidos y sin mucha concesión al público, ocupan espacios alternativos, son más experimentales y, muchas veces, traen una nueva dramaturgía." Así que Jackson, Zé, Gerald y tantos otros brasileños con nombre y apellido pueden seguir haciendo poesía. Y como el teatro llegó al Brasil con los jesuitas para cristianizar los indígenas, que siga su tradición: más que arte, una religión.


(*) Carla Guimarães es escritora, guionista y dramaturga brasileña. Vive actualmente en Madrid.



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