La insignia
20 de febrero del 2001


Gioconda Belli: «Quiero que mi voz sea la voz de muchos»


William Grigsby Vado
Enviado por Radio La Primerísima, frecuencia 680 AM de Managua.
Nicaragua, febrero del 2001.


La poetisa y escritora nicaragüense, Gioconda Belli, acaba de presentar en Nicaragua su última obra El país bajo mi piel, un conjunto de memorias autobiográficas de su vida como mujer, como escritora y como militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Su lucha por la causa sandinista y nicaragüense ha marcado la vida de Gioconda Belli. Nacida en un ambiente de privilegio en Nicaragua, fue educada para brillar en sociedad y asumir sus roles de esposa y madre. Tras casarse muy joven y dar a luz a una hija, empieza a preguntarse si eso es todo lo que la sociedad espera de ella. El terremoto de Managua precipita los acontecimientos y la lleva a involucrarse de lleno con el Frente Sandinista de Liberación Nacional. De colaboradora clandestina pasa a ser activista de la Resistencia contra el dictador Somoza; hace de correo secreto, es perseguida por los servicios de inteligencia, forma parte de los equipos que preparan una acción comando y se enamora del guerrillero que liderará la acción.

En 1975 se ve obligada a exiliarse en México, donde sufre la separación de su Patria y de sus hijas. Prolonga su exilio en Costa Rica y viaja a Cuba, donde se encuentra con Fidel Castro. Tras el triunfo de la Revolución Sandinista, el 19 de julio de 1979, Gioconda regresa a Nicaragua, donde ocupa importantes cargos políticos directamente subordinada a la Dirección Nacional del FSLN, hasta la derrota electoral de 1990.

A sus 53 años, Gioconda ha publicado numerosas obras tanto en prosa como en poesía. En 1972, Sobre la Grama. En 1978, su segundo libro, Línea de Fuego, gana el Premio Casa de las Américas en Cuba. Entre 1982 y 1987 publicó otros tres poemarios: Truenos y Arcoiris (1982), Amor Insurrecto y De la Costilla de Eva (1987). Su primera novela, La Mujer Habitada, se publicó en 1988 y ese mismo año fue traducida a varios años, convirtiéndose en un éxito editorial en Europa. En Alemania ganó el Premio a la Mejor Novela Política del Año (1989) y el Premio Ana Seghers. En 1990 y 1996 se publicaron otras dos novelas suyas, Sofía de los Presagios y Waslala. El país bajo mi piel se publica simultáneamente en seis países. Con la sinceridad e intimidad de quien cuenta confidencias, Gioconda Belli narra en este libro los años decisivos de su vida. Con la prosa fluida y poética que le ha ganado tantos lectores en el mundo, nos hace acompañar en su viaje interior hacia el descubrimiento del amor, la sexualidad y la maternidad, así como hacia la convicción de que haciendo la Revolución podría cambiar la realidad de su país.

Sin pretensiones de poseer la verdad absoluta, esta mujer apasionada, madre, intelectual y revolucionaria nos presenta una visión amorosa y crítica de uno de los procesos revolucionarios más memorables de América Latina. En un texto rico en registros, la autora va revelando los acontecimientos que la llevaron a vivir dos experiencias muy diferentes: una vida en la Revolución Sandinista hasta 1990, y una vida de escritora en California desde entonces. Con el amor como fuerza articuladora de su existencia, Gioconda reivindica en este testimonio aquello de que "lo personal es político" y defiende ardientemente el valor de la pasión, el romanticismo y el idealismo.

El miércoles 14 de febrero de 2001, compareció en el programa Sin Fronteras, de William Grigsby en Radio la Primerísima, la poetisa y escritora Gioconda Belli. Esta es una síntesis de esa entrevista.


William Grigsby, Sin Fronteras: Gioconda Belli es probablemente la mujer de Nicaragua más conocida en todo el mundo, según lo constaté en Internet abundantemente. Queremos aprovechar para hablar con la Gioconda militante y con la Gioconda poetisa. Digo, no son dos personas separadas, pero a veces me imagino yo, sobre todo en el exterior, que te ubican más como la poetisa y la escritora, que como la mujer militante que ayudó a transformar a Nicaragua, que es una faceta que no sé si se ha olvidado, pero al menos ya no está en el primer orden del día...

GB: Fijate que es interesante, William, ahora que decís eso, porque una de las cosas que me ha llamado a mí la atención, es cuánto pesa lo que yo fui, el rol político que jugué y la percepción que se tiene de mí como escritora. Es casi inevitable que en cualquier lugar que yo esté haciendo un recital o hablando de algo, se me pregunte sobre la participación política, sobre lo que pasó en la Revolución, sobre lo que pasó en Nicaragua. Me llama la atención porque yo sobre todo últimamente me pongo a pensar que Nicaragua ya no es una cosa de las noticias, ya a mucha gente se le olvidó, pero siempre sale dentro de la audiencia alguien que sabe y que se acuerda. O sea, que en cierta manera es reconfortante, porque uno se siente que nuestra Revolución dejó una huella importante en la conciencia de mucha gente, algo que nosotros ni sospechamos.

SF: Gioconda, de todas maneras vos has sido una mujer acostumbrada a romper esquemas desde muy joven, como por ejemplo, en el baile de presentación cuando regresaste de Europa en 1966, que te pusiste el vestido con la capa roja, según contás también en este precioso libro que acabás de publicar. Digo, acostumbrada a romper moldes, ¿incorporarse al Frente Sandinista también fue una ruptura de esos moldes?

G: Definitivamente sí, porque yo en ese tiempo, era una muchacha de cierto nivel económico, de cierto apellido, y mi rol en el mundo asignado por mi familia o como fui criada, era para casarme, tener hijos. Mi mamá era una mujer intelectualmente desarrollada, que me inspiró a mi en muchos aspectos --sobre todo a leer, a prepararme-- pero claro, ella me inspiraba de una manera como para que yo participara en cosas artísticas, dado que ella participaba en el Teatro Experimental de Managua y en otras actividades. Creo que no se esperó de que yo tomara las cosas tan a pecho, pero hubo una conjunción ahí en mi casa del rol intelectual, que lo jugó mi mamá, y por otro lado, mi familia era de tradición antisomocista.

SF: Pero en 1970, cuanto te metiste al Frente, ¿era con el afán de continuar esa ruptura de esquemas? ¿por una cuestión de convicción? ¿por una cuestión de hartazgo de tu propia manera de vivir en aquél momento? ¿cuál fue el móvil principal? ¿De qué manera decidís el sí, cuando te invitan a incorporarte al FSLN?

G: Creo que yo no me propuse quebrar esquemas. Tenía como un instinto para hacer cosas diferentes, actuaba instintivamente. Por ejemplo, me propuse trabajar desde que tenía 17 años, empecé a trabajar y quería ganarme mi propio salario, quería ser independiente económicamente, eso no sé de dónde me salió. Por otro lado, yo quería ser importante, en la agencia de publicidad donde trabajaba quería un trabajo que me respetaran, que me hicieran caso lo que yo dijera, no me veía a mí misma en el papel secundario como mujer.

Cuando me casé muy joven, en 1967, y mi marido me dijo "dejá de trabajar" --lo cuento en el libro-- yo dije "no. ¿Por qué? ¿por qué voy a dejar de trabajar si yo estoy produciendo, me gusta trabajar, me gusta estar metida en el mundo?

Cuando yo me meto al Frente Sandinista lo hago por una convicción política, que me la había forjado desde 1967, cuando de alguna manera fui testigo no presencial, de la masacre de la Dictadura Somocista realizada el 22 de enero (*). Yo había apostado en ese momento al Partido Conservador, por el cual había un gran entusiasmo y por su líder Fernando Agüero Rocha y todo el mundo andaba cantando esa canción: "Con Agüero ando, con Agüero muero". Tenía como 18 años, me acababa de casar; en esa masacre mataron a un muchacho que trabajaba en mi casa, eso a mi me impresionó mucho eso, porque yo sentí que había una traición espantosa de los conservadores al haberse arreglado con el embajador norteamericano, haber pactado con Somoza y después el triunvirato. (Nota: se refiere a la matanza ejecutada por la Guardia Nacional, contra una manifestación convocada por el Partido Conservador para pedir la renuncia del dictador de turno, Anastasio Somoza Debayle. Murieron más de cien personas y los líderes del partido se refugiaron en un hotel, mientras la masacre ocurría. Meses después, bajo la presión de la embajada de Estados Unidos, los conservadores pactaron con la Dictadura y fueron parte de una junta de gobierno y la mitad de los cargos gubernamentales, entre 1972 y 1974).


Camilo y el Frente Sandinista

O sea, fue una cosa terrible. Poco después me topo con el Frente Sandinista en la figura de Camilo Ortega Saavedra (el hermano menor de Daniel y Humberto), a quien conozco cuando yo estoy trabajando en un agencia de publicidad en Managua que se llama PUBLISA, él era amigo de Francisco de Asís Fernández (poeta, en aquél momento sandinista y hoy, del Partido Liberal) y llegaba con Carlitos Alemán Ocampo.

Al principio le tenía terror al Frente, pero yo después me doy cuenta de que el Frente si está proponiendo una opción que es aceptable, una opción que es decente para este país. Para ese momento ya he perdido la esperanza de que las cosas se puedan cambiar por la vía electoral, por la vía cívica, entonces es cómo todo coincidió para decidirme a participar en el Frente, con un gran miedo.

SF: ¿Camilo te lleva al Frente en 1970?

G: Sí, Camilo me reclutó para el Frente, y por eso mi único hijo varón así se llama.

SF: Hay en tu libro, dos cosas que me llaman la atención de esos primeros años. En 1972, vos hablás del juramento del FSLN en el Parque Las Piedrecitas, un mediodía, frente a una mujer embarazada y con dos niños de testigos. ¿Recordás la ceremonia como tal, el significado que tenía en el sandinismo en aquella época el juramento del Frente Sandinista?

G: Era una cosa de un profundo significado. Ya me andaba persiguiendo la seguridad y todo eso y ya me sentía militante. Me acuerdo que ser militante sandinista era una cosa tan profundamente honrosa, uno se sentía tan profundamente honrado de ser militante y ese juramento era especial. En mi caso fue hecho ante Leana Núñez (esposa de René Núñez Téllez, actual dirigente sandinista) en el Parque Las Piedrecitas, sentadas las dos en el carro con las grandes barrigas de nuestros respectivos embarazos. El lenguaje, a como lo cuento en el libro, era en cierta manera pomposo: "Yo juro ante la Patria, ante la historia, ante el Ché Guevara...", no me acuerdo exactamente las palabras, pero era muy épico.

SF: Era un rito.

G: Era un rito y me acuerdo que las dos estábamos reverentes, porque la palabra juramento inspira reverencia, y a lo que nos estábamos comprometiendo no era una cosa ligera. Nosotras, las dos, sabíamos que estábamos en una situación represiva, en una dictadura asesina, que la gente se moría y que estábamos haciendo una cosa que para las dos tenía importancia.

No me metí al Frente de una manera ligera, ni sin saber a lo que me estaba metiendo; yo me metí con la convicción de que me podía morir, de que era una decisión super trascendental en mi vida.

SF: ¿Y ya tenías hijos, hijas?

G: Ya tenía a mi hija y con gran miedo, pero por otro lado, como dijo Carlos Fonseca alguna vez, por vergüenza nos habíamos hecho sandinistas. En cierta manera yo creo que tenía razón porque yo tenía vergüenza, me daba vergüenza la situación de miseria del pueblo nicaragüense; o sea, que nosotros la toleráramos, que los nicaragüenses no nos alzáramos, no nos rebeláramos contra semejante injusticia y contra semejantes cosas que pasaban en nuestro país. Entonces yo me sentí que si yo no lo hacía, mi hija lo iba a tener que hacer y yo le reclamaba de alguna manera en mi corazón a la generación de mis padres que no lo habían hecho, y yo dije: "¿hasta cuándo va a parar esto? Si yo no lo hago, lo va tener que hacer mi hija. ¿Por qué no lo paramos aquí? ¿por qué no asumimos nosotros la responsabilidad?"

Lo escribí en este libro porque yo pienso que esos fueron momentos de una profunda trascendencia en mi vida y han hecho ser lo que yo soy ahora. Realmente yo le agradezco a la historia que me tocó mi vivir un momento tan hermoso, porque para mi es un momento que fue hermosísimo, porque me permitió trascender mi propio ser, me permitió trascender mi individualismo, que es natural en todo ser humano, pero cuando hay algo que te permite pensar en los demás, que te permite tener un sentido de que vos estás en este mundo con una responsabilidad, las generaciones que vienen detrás de vos dependen de lo que lo que vos hagás el día de hoy, dependen de tu participación el día de hoy en este mundo; entonces, por eso yo lo quería dejar escrito.


Sangre del sandinismo que inspira

SF: Gioconda, ese mismo año en 1972 hubo el terremoto de Managua, tuviste que emigrar a Granada y tuviste la oportunidad de conocer a Ricardo Morales Avilés, uno de los más importantes intelectuales en la historia del FSLN y en aquél momento, primer responsable de la organización, porque Carlos Fonseca vivía en Cuba. El segundo detalle que te decía es que luego vos narrás en tu libro lo que ocurrió el 18 de septiembre de 1973, cuando vos escuchás en la radio que habían matado a unos sandinistas, Ricardo Morales y Oscar Turcios, entre otros, y luego contás que había una compañera que junto con vos lloraron la muerte de Ricardo. ¿Que significa para tu vida la gente que murió en aquella época y en la siguiente época?

G: La única manera que yo puedo tolerar ahora esas muertes es pensando que sí tuvieron un sentido, porque realmente ¡hubo tantos compañeros que fueron tan valiosos y murieron! Yo cuento ahí la de Ricardo, porque fue la primera vez que yo sentí la muerte de alguien que yo había visto, que conocía, fue mi primer muerto del Frente, ya siendo parte del Frente, ya sintiéndome carne y sangre del sandinismo y que era mi cuerpo también el sandinismo y que de alguna manera yo me estaba muriendo con ese sandinista que habían matado.

Recuerdo que en esa época para nosotros esas muertes eran muy difíciles. Recuerdo profundamente el sentido de impotencia que sentí de saber que ese hombre, que era irremplazable, que era un ser especial, un elegido como diría Silvio Rodríguez, lo habían matado y que no teníamos manera de revivirlo, que era un ser que se había muerto, que ya nunca más lo íbamos a poder reponer.

Pero entonces, el sentido de la lucha era con mucha más razón: "hay que lograr este sueño por el que este hombre murió"; esta creencia, esta afirmación, esta convicción que se haga realidad, yo sentí una enorme responsabilidad , como cuando perdemos las elecciones en 1990. Eso lo he sentido muchas veces a través de estos años.

Una cosa que uno no logra aceptar, es que eso haya sucedido en vano. Yo lo razono y digo: "no, no ha sido en vano, si hoy estamos pudiendo hablar lo que estamos hablando vos y yo aquí es porque esa gente murió; si salimos de Somoza, es porque esa gente murió; si se logró la Reforma Agraria imperfecta que se hizo, es porque esa gente murió; si el pueblo nicaragüense se organiza en sindicatos y los patronos le tienen miedo a los sindicatos, es porque esa gente murió... ¡Pero hay tanto todavía! ¡Esa gente se murió para más! Siento como que todavía no hemos completado ese sueño y que talvez no nos va a tocar a nosotros completarlo, pero por lo menos que la semilla de ese sueño tiene que seguir creciendo en otra gente, en los jóvenes. Esa es nuestra responsabilidad ahora.

SF: ¿En algún momento conociste a Carlos Fonseca, el fundador del FSLN?

G: No, no lo conocí personalmente, aunque estuve muy cerca. Fue él, incluso quien dio la orden de que yo me fuera de Nicaragua, cuando ya me había andado siguiendo la Oficina de Seguridad de la Dictadura.

SF: Eso fue en 1975. Pero en todos tus relatos iniciales de esa época, está Carlos presente, porque lo citás con frecuencia. Por ejemplo decís --cuando hablás lo del lavado de la ropa en las casas de seguridad de los militantes clandestinos-- que Carlos aconsejaba a las mujeres militantes "cuidado le van a andar lavando la ropa a los hombres". Ese era el estilo de Carlos, estaba como presente siempre. En esa época, ¿así era la cosa? ¿tan grande era la influencia de Carlos?

G: Si, él estaba presente, se hablaba mucho, era como la figura de la autoridad benigna, era una autoridad moral sobre todo y citaban sus escritos, se leían cosas de él, esa era su influencia. Porque además la figura física de Carlos --me acuerdo de él cuando en 1964 lo llevaron a testificar a la Corte-- como una persona larga, de anteojos, tenía una figura romántica incluso, como de Quijote, quijotesca. Esa discusión que yo menciono se dio en 1970, hubo varias circulares sobre la participación de las mujeres, sobre el hecho de que las mujeres tenían que tomar un papel más beligerante y que dependía de nosotras aceptar o tomar un papel más beligerante y no aceptar simplemente llenar los roles tradicionales de las mujeres dentro de las casas de seguridad o dentro de cualquier tipo de trabajo clandestino.

SF: Muchos años después hiciste ese poema: Carlos, ojalá las hormiguitas no te lo cuenten, en el cual hablás de que es mejor que Carlos Fonseca esté muerto, y entre otras cosas planteás "las cenizas de los sueños", y, cito: "Es tu muerte, Carlos y la de tantos otros la que hoy alza su dedo acusador y nos confronta con nuestra propia miseria. Porque ya no somos aquellos que juramos ir hacia el sol de la libertad"; "Nos tomamos el Cielo por asalto pero qué lejos estuvimos de ser ángeles"; "Nicaragua está triste Comandante Carlos, triste y sola, pobre y desempleada, descalza y casi sin esperanzas mientras hay quienes pelean por tus vestiduras y pronuncian cada día tu nombre en vano". Este poema Gioconda, por lo menos a mi, me hizo trizas en aquella época 1991 o 1992..

G: ...a mí me eriza los pelos también...

SF: ...fue para un 8 de noviembre, fecha de su muerte en combate (en 1976) y creo que había el problema con el Mausoleo, fue en esas circunstancias, ya estaba agitada la discusión en el Frente Sandinista, después de la derrota electoral...

G: ..horrible.

SF: ...en este poema hay mucho dolor y hay mucha frustración. ¿Así te sentías, así te sentís?

G: O sea un terrible dolor. En ese tiempo sucedió también que había leído una novela muy buena de Mónica Zalaqueth (periodista de origen chileno, ex militante sandinista y quien desde hace 22 años vive en Nicaragua) que se llama "Tu fantasma Julián", donde habla de toda la tristeza del campo, que es otra parte tremenda de lo que fue la guerra, la guerra de la contra, y la familia dividida y la tristeza del campesino y el sacrificio enorme que significó. Entonces, toda esa combinación de cosas de repente me dio tanta rabia contra la Dirección, contra los compañeros en los que yo había creído tanto en determinado momento, aún sabiendo que eran falibles y seres humanos, tampoco esperábamos que fueran perfectos, pero que habían ciertas líneas que, según mis convicciones no se cruzaban, y entonces uno empezaba a ver que se dilapidaba ese capital moral.

Porque yo siento de que el Frente Sandinista lo que tuvo sobre todo, fue un capital moral, que la riqueza del Frente Sandinista ni siquiera fue una estrategia lúcida para tomar el poder, sino que fue la vitalidad y la generosidad con que se tomó el poder, la hermandad que tuvimos entre nosotros, la capacidad de ser nuevos que tuvimos entre nosotros, lo que decíamos nosotros la mística, eso era para mi lo que era el sandinismo. Lo que más me ha dolido y lo que más me dolió, está expresado en ese poema, de que yo sentí que lo estaban pisoteando ese capital moral, esa mística que fue lo que hizo del Frente Sandinista un movimiento que inspiró a tanta gente en todo el mundo y haber dilapidado esa riqueza por posiciones, por pactos de cúpulas, por la misma piñata (la repartición de propiedades y recursos del Estado entre los dirigentes sandinistas en 1990) todas esas cosas que pasaron que fueron mal hechas, torpes, que no eran necesarias y pasar por encima de toda esa cantidad de riqueza que teníamos en el sandinismo, de vida acumulada, de muerte acumulada, de experiencia, eso es lo que es ese poema, es una sensación de vergüenza, de vergüenza de que nosotros mismos le hubiéramos fallado a los muertos, eso es lo que es ese poema.

SF: Gioconda, vos trabajaste con la Dirección Nacional de cerca, casi siempre, cuando estuvimos en el poder. También tuviste responsabilidades muy importantes en el Consejo de Partidos Políticos, la Comisión Electoral del Frente, en la propaganda exterior, en la televisión; etcétera, un montón de cargos importantes que en aquel momento eran cruciales en el juego del poder. ¿Puedes ubicar en qué momento se perdió eso de lo que tanto has hablado, la mística, la ética, el compromiso? ¿hay algún momento, hay algún proceso? ¿En qué momento te percataste? ¿eso ocurrió con la derrota del 90? ¿antes? ¿qué pasó en esa esfera del poder, de la Dirección a la que todos idolatrábamos y que ahora como vos decís en este poema ya no solo los pies, sino todo el cuerpo era de barro? ¿qué fracturó, qué causó esa fractura? ¿se percibe en algún momento lo que ha ocurrido?

G: Pienso que así como un momento en particular, no. Creo que se fueron acumulando las cosas que uno veía, cuando se fue perdiendo la capacidad crítica. Yo por lo menos empezaba a ver de que las ideas no se discutían, había como una cantidad de bandazos que se daban: en un momento éramos muy radicales, en otro momento éramos muy acomodaticios.


La formación de los militantes

Nosotros planteábamos que había la necesidad de pararse, de reflexionar. Cuando digo nosotros, era la estructura media, pues yo estuve en el Departamento de Propaganda, en células partidarias etc, y siempre se decía que no era el momento. Recuerdo una vez que yo planteé que debíamos estudiar ciertos libros clásicos como Marta Harnecker --talvez era "cuadrada" (esquemática) en ese momento-- pero cuando yo empecé en el Frente, a adquirir mi propio criterio, a partir de leer cosas, de cuál era el proyecto, en qué estaba basado este análisis de clases. Entonces, cuando planteé lo de los libros de Marta, me dijeron: "no, eso no. Los compañeros de la Dirección no quieren de que se estudien esos libros, lo que hay que estudiar son los discursos de los comandantes". Eso a mi me pareció inaudito, o sea, nunca entendí, y yo dije: "¿cómo es posible que no les vayamos a dar a los militantes las bases fundamentales para adquirir una conciencia crítica?". Y se optó por una educación muy esquemática, táctica, era como a nivel de consignas y de lo que vamos a hacer ahora.

Pienso que de alguna manera es lo que le pasa al Frente Sandinista en este momento, la incapacidad que ha tenido el Frente Sandinista en su conjunto para exigir más la democracia interna, para analizar lo que de verdad se dice en ciertos discursos de los dirigentes y tener un criterio más formado. La causa es eso, es precisamente que se formó la nueva militancia y la nueva gente dentro del Frente, a partir de líneas bajadas desde la Dirección, en base a esquemas muy autoritarios, donde a la gente no se le enseñaba cómo analizar las cosas por sí misma, sino que se les daba el análisis hecho por los dirigentes que daban su opinión "esto está pasando por esto y por esto" y había que aprendérselo como propio.

Ahora estaba viendo por ejemplo, un programa donde sale el comandante Daniel Ortega hablando de lo que dice Humberto Ortega, quién dijo en diciembre pasado que Daniel no debe ser candidato y entonces Daniel dice: "Es que él no está aquí y él es un compañero que está despegado del Frente Sandinista desde hace mucho tiempo", y yo me puse a pensar: ¡qué barbaridad! O sea, porque lo que Daniel está diciendo, es a partir de la autoridad que él tiene en un partido donde lo que él dice es dogma, es misa, entonces la gente no cuestiona lo que él está diciendo. Yo no necesariamente apoyo a Humberto Ortega, yo tengo una actitud muy crítica con Humberto Ortega, pero descalificar lo que dice Humberto Ortega, a partir de decir "es que él viene y va", cuando Humberto es un hombre que ha estado en esta Revolución, que tiene tanto derecho a opinar como cualquiera y decir que él no sabe como hacemos las cosas dentro del Frente porque él estuvo en el Ejército, como dijo Daniel, me parece una actitud tan cínica, tan deshonesta de cierta manera, porque es usar su autoridad para descalificar a otro compañero que además es su hermano. Entonces yo digo, ¿cómo es posible que se hable así? ¿que se hable al peso de la lengua? Y eso yo creo que tiene que ver con toda una forma de actuar, que viene no solo de ahorita, sino que viene después del triunfo de la Revolución, porque yo si puedo decir que antes del triunfo si había discusión, si había debate, si nos preocupábamos por formarnos profundamente en las ideas, en la filosofía.

Camilo Ortega a mí me ponía a leer George Pulitzer (con su libro "Principios Elementales y Principios Fundamentales de la Filosofía), me ponía a estudiar los libros donde yo podía aprender, a que nadie me dijera cómo eran las cosas, éramos cuadrados en muchas cosas, pero teníamos de base un conocimiento más de fondo de las fuerzas que se mueven en la sociedad, de las fuerzas que se mueven en la economía.

Una cosa es que ahora con la experiencia nosotros podamos incluso, cambiar nuestra manera de ser en muchas cosas --yo ya no creo en la dictadura del proletariado por ejemplo-- uno puede evolucionar pero evolucionar, a partir de una base que es la base de izquierda, porque la izquierda la tenemos que seguir defendiendo y la izquierda en este momento más que nunca necesita haber tenido una formación para luego decir, estas ideas que teníamos no funcionan ya, hay que replanteárselas, hay que reinventar todo esto, pero reinventarlo desde una perspectiva de izquierda, sin perder el norte, y ¿cuál es el norte? La justicia social, la igualdad, el respeto, la gente, la dignidad, la educación, los derechos que la gente tiene a toda una serie de bienes que no son negociables, que son bienes que la sociedad debe producir para todos sus miembros sin distingos de clase o de nada.

SF: Gioconda, de los nueve miembros de la Dirección Nacional histórica --el otro día conversaba con un amigo sobre este tema-- uno ha fallecido (en 1990) Carlos Núñez, otros cinco ya no están en el Frente: Jaime Wheelock, Luis Carrión, Humberto Ortega, Víctor Tirado (se acaba de salir, luego del desastre de la Consulta Popular) y Henry Ruiz"; y tres quedan en el aparato oficial, Daniel, Bayardo Arce y Tomás Borge. Eso ocurre con aquellos que fueron de la Dirección Nacional, pero veamos el siguiente eslabón, los cuadros intermedios, de esa segunda generación de jefes de los comandantes guerrilleros, que fueron 29 en total. Si se hiciera una lista de aquellos que sobreviven dentro de la estructura oficial no creo que lleguen a la docena: Cristian Pichardo, Lenín Cerna, Alvaro Baltodano, Omar Cabezas, Manuel Rivas Vallecillo y debe haber algunos más. De las mujeres ninguna, ni Leticia Herrera, ni Dora María Téllez, ni Mónica Baltodano y de los cuadros políticos que no eran guerrilleros la inmensa mayoría ya no están en el Frente Sandinista. De la generación de la Segunda Promoción para ponerle de alguna manera, la famosa del 21 de febrero del 81, de esa segunda generación de 1.200 militantes que reconocimos éramos al 19 de julio del 79, habrá 200, 300 quizás en este Frente Sandinista. ¿Tanto hemos cambiado nosotros? ¿tanto hemos abjurado nosotros o tanto han cambiado los que se han quedado?

G: Es difícil decir, hablar por los demás porque les he preguntado personalmente, sería atrevido de mi parte decir, pero mi idea, mi percepción es que hay de las dos cosas. O sea, nosotros hemos cambiado y el Frente ha cambiado y el cambio no es malo, yo no estoy en contra del cambio, yo creo que era necesario un cambio, incluso, cuando se da la derrota electoral y uno empieza después de ver el tremendo golpe que eso significó, uno empieza a pensar positivamente y tratar de convertir el revés en victoria, como decía Fidel Castro. Empecé a pensar: "admito que lo que hice es bueno, ahora nos queda a nosotros la oportunidad histórica de convertirnos en una izquierda en la oposición, en una izquierda con una fuerza tremenda como pocas izquierdas en América Latina y en replantear un proyecto de izquierda a partir de una nueva situación mundial y a partir de una nueva situación. Cómo nos lo vamos a plantear?"

Para mi era un reto riquísimo el que teníamos enfrente, pero ¿qué pasa? Siento que es una gran responsabilidad de la dirigencia de no haber permitido esa discusión, de haberse concentrado en mantener ciertas estructuras de poder. Creo que era importante mantener ciertas cosas como el Ejército, ciertas conquistas de la Revolución, garantizar que no se iban a perder, pero dentro del Frente Sandinista no hubo ninguna discusión aparte de aquella reunión de El Crucero en marzo de 1990, que fue muy crítica, no hubo una discusión, ocurre esa cerrazón de la cúpula, no se da la discusión, no se agarra ese golpe y se transforma en otra cosa.

Entonces se comienza a dar esa dispersión, ahí es donde la gente que estaba más golpeada buscó como hacer su propia vida. También hay que ver la parte práctica, mucha gente se quedó sin trabajo, sin fuentes de ingreso, tuvo que buscar como hacer su vida o sea tuvo que buscar como ganarse la vida, pero no hubo la capacidad del otro lado, de la gente que se quedó en las estructuras, de funcionar en esa otra realidad, flexibilizar el partido, dejar de funcionar como una estructura de poder, porque eso es lo que nos pasaba, que nosotros, el partido se estructuró después del triunfo de la Revolución a partir del poder. Entonces, cuando el poder del Estado deja de ser parte del partido, el partido trata de ir funcionando con una estructura como si estuviera en el poder y esa estructura ya no sirve, entonces esa estructura se va burocratizando y congelando y eso yo pienso que es lo que ha cambiado dentro del Frente Sandinista, que hay muy poca discusión.

Las discusiones que yo he visto --en realidad ya no soy miembro del Frente, yo observo al Frente desde afuera-- son para cargos, yo no veo grandes discusiones en cuanto a ideas, a propuestas o sea, a mi me parece que las discusiones son: cómo nos vamos a arreglar con este gobierno, cómo vamos a hacer esta Consulta Popular y son discusiones como las que habían durante la época que estuvimos en el poder, cuando se generó todo ese estilo autoritario, ese estilo que yo creo que la guerra ayudó a forjar, porque se decía: "aquí no discutimos porque no le podemos abrir brechas al enemigo". Ahora el asunto es con la unidad que fue otra gran trampa, la otra gran trampa fue que nos dijeron no podemos discutir, porque el que discute está contra la unidad.

Si me preguntás a mi personalmente donde yo sentí eso, recuerdo de un incidente que tuve con la Unión de Escritores. Los miembros querían que yo fuera presidenta de la Unión de Escritores, porque yo ya me había enfrentado en determinado momento a Rosario Murillo (poetisa, esposa de Daniel Ortega y en la Revolución, máxima autoridad en la política cultural) y a las estructuras del Frente, y entonces yo era popular en ese momento y lo hubiera podido ganar perfectamente con los votos de los miembros de la Unión. Entonces Daniel Ortega, en aquél momento Presidente de Nicaragua, prácticamente me exige que yo decline la candidatura. Recuerdo que me dijo: "vos podés optar por seguir con la candidatura, pero si vos hacés esa opción, no estás siendo militante disciplinada, entonces vos perdés tu militancia.

O sea, me dijo: "tenés la opción o hacés lo que yo te digo y te quedás siendo militante, o hacés lo que vos querrás y perdés tu militancia, porque la militancia quiere decir obedecer y ser disciplinada". Me violentó profundamente, ese fue un momento que a mi me violentó horriblemente, porque yo, todo mi ser, mi convicción y mis principios me decían: "vos tenés que hacer eso, vos tenés que ser candidata", pero por otro lado, estaba todo ese enorme recuerdo del juramento, lo que la militancia significaba para mí, y de repente empecé a pensar "a lo mejor estoy obcecada", y opté por hacerle caso, pero le hice caso con un corazón pesadísimo, mi corazón me pesaba, mi corazón me decía "vos le debistes haber dado ese carnet, porque vos no querés ser militante así".

Porque ¿qué significaba esa militancia? La opción de violentar tus principios para que se cumpla qué, para que se cumpla una cosa arbitraria de defender a una persona (Rosario Murillo) que había estado haciendo una política cultural arbitraria.

SF: Gioconda, ahora se presenta una nueva oportunidad de asaltar el poder, una manera de decirlo, es la tercera oportunidad electoral de los últimos 12 años y la cuarta en términos históricos, la primera fue en el 79, la perdimos en el 90 y 96, y ahora otra vez tenemos otra en este 2001. ¿Existen condiciones para que el Frente Sandinista recupere ese poder? ¿vos creés que el Frente Sandinista tiene un proyecto parecido al del 79?

G: Las condiciones existen, porque yo pienso que este país está muy mal o sea que las mayorías de este país, si vos te ponés a ver los índices de calidad de vida han bajado tremendamente. Nicaragua estaba en 1990 en el lugar 85 de todo el mundo, en términos de índices de calidad de vida y ahora estamos en el lugar 126, porque ha subido la mortalidad materna, es el segundo país con el mayor índice en América Latina; la situación el desempleo... no necesito decirle a la gente todo esto porque ya lo sabemos y lo vivimos.

A mí me parece que las condiciones existen, la gente está cansada de la corrupción, está cansada de la politiquería. Creo que sería tan fácil para el Frente Sandinista con un proyecto político adecuado, un proyecto político ni siquiera tan radical, sino más bien de plantearse por etapas dentro de una democracia de respeto a las minorías -ideológicamente, me refiero-- pero sinceramente creo que se va a desperdiciar otra vez la oportunidad.

SF: ¿Por qué?


Dos Frentes Sandinistas

G: Porque yo creo que el Frente va a volver a elegir a Daniel Ortega como candidato. Con el Frente digo las estructuras partidarias, que son las que mueven y convencen a la gente de que así tiene que ser, desgraciadamente, porque hay esa mentalidad. La militancia lleva esa cuestión como lo que me pasó a mi, de decir: vos sos militante, vos tenés que actuar así porque el partido te lo dice y si no hacés así o mejor te vas o ya no tenés derecho, no tenés ningún derecho, o te adaptás a lo que el partido dice, o te vas.

Pienso que Daniel va a salir electo y Daniel Ortega no va a lograr aglutinar a toda la cantidad de gente que podría aglutinar a un candidato que no fuera él, porque a Daniel Ortega la gente lo identifica y lo asocia con todo un período muy difícil que vivió el país y además que lo identifican como una persona que no está comprometida con la democracia, que no está comprometida con una cantidad de valores que yo creo que ahora el pueblo nicaragüense aprecia más que antes porque los ha venido disfrutando por una cantidad de tiempo -imperfectamente, si querés-- y ha venido entendiendo mejor lo que significa la libertad de prensa, lo que significan ciertas libertades que hemos ganado los nicaragüenses.

SF: Pero, ¿el problema es la candidatura de Daniel? Si cambia de candidato, ¿el Frente gana? ¿es ese el problema? ¿el problema es Daniel?

G: El problema no solamente es Daniel, pero yo diría que Daniel es una pieza fundamental de este problema, porque cuando decimos "Daniel", no solamente estamos diciendo la persona, estamos hablando de una mentalidad, de una concepción de partido. No creo que el Frente Sandinista a como está en este momento vaya a ser un partido revolucionario en el poder, porque está demasiado comprometido.

SF: ¿Comprometido con quién?

G: Está comprometido con otras fuerzas políticas para gobernar en conjunto, porque este pacto por ejemplo, lo comprometió con el Partido Liberal y son compromisos que el Frente va a tener que honrar si llega al poder. El partido está comprometido con sectores económicos, porque dentro sí mismo existe como una fuerza económica. El Frente Sandinista está organizado actualmente como un poder económico dentro del país, tiene intereses económicos, entonces ya no es el partido que era. El Frente Sandinista de hoy, es un partido mucho más parecido a un partido tradicional. Para mi que hay un Frente Sandinista del que yo hablo en mi libro, el de antes de la Revolución, y hay un Frente Sandinista que es el que existe actualmente. Definitivamente.

No es que yo digo que el Frente Sandinista que debería de existir ahora es el Frente del libro, porque ese es otro Frente, pero el Frente que existe actualmente ya no tiene parecido, ningún rasgo en términos de proyecto, ni de izquierda, ni como principiod, ni a nivel de ética.

Como analista política, si yo me pongo a ver qué es el Frente Sandinista en este momento, digo que el Frente Sandinista oficial es una mescolanza de todo, no se ve claro qué es lo que propone el Frente Sandinista como partido, que se dice de izquierda, que se llama representante de los pobres en este país, pero yo no le veo ninguna coherencia a nivel de las ideas, a nivel de las propuestas con lo que hace, y eso me preocupa por supuesto, me preocupa bastante.

SF: Sos una mujer exitosa en la literatura, como poeta y como novelista. ¿Has fracasado como política?

G: Todo es relativo en esta vida. Siento que no he fracasado como política, porque yo he seguido siendo fiel a las cosas que he creído. Le decía a alguien el otro día, que mi compromiso cuando yo me metí al Frente Sandinista, no era con un partido, ni con unas siglas, el Frente Sandinista para mi era el vehículo, era el medio para lograr algo, la organización que se proponía lograr algo con lo que yo estaba de acuerdo, entonces mi compromiso y mi vínculo no ha sido con un partido o con unas siglas, sino con un proyecto y el proyecto se llama Nicaragua.

Para mi, mientras exista Nicaragua, mientras existan necesidades en Nicaragua, mientras yo tengo un hálito de vida en mi cuerpo, yo voy a seguir tratando de poner mi contribución en esta lucha. Ahora mi contribución es a nivel de las ideas, de las palabras, de la poesía, de la prosa.

No soy una persona que me propongo puestos políticos ni posiciones políticas, me propongo un acceso a la conciencia de la gente, o sea, exponerles lo que yo pienso, sin decirles "esta es la verdad porque la verdad es mía". Creo que la gran verdad surge a partir de la discusión de muchos y a partir de que todos nos demos cuenta que cada verdad no es total y que cada uno de nosotros tiene un pedacito y que juntos podamos hacer la verdad, lo que se llama el Pacto Social, un mínimo de arreglo y que nos podamos poner de acuerdo para que este país avance, que este país se desarrolle, que este país vaya generando más gente que sea capaz de mejorarlo.

Otra cosa que yo veo y que me preocupa es la capacidad de desarrollo, no veo que estemos desarrollando gente nueva, no veo donde están esos nuevos liderazgos, me alegra ver gente joven, pero no sé si esa gente joven, incluso en los actos del Frente, si esa gente joven está ahí por la pachanga, por el eco de toda la lucha del Frente o porque si realmente se ha molestado en leer los programas, en ver lo que se propone; es un misterio realmente el por qué, pero yo si siento que la gente tiene una profunda sed de propuestas de alternativas, aunque haya un 60% de apáticos.

SF: Hablaste de un pasado, de tu convicción de que el Frente era el vehículo para un proyecto. ¿Hablaste del pasado porque estás fuera del Frente o porque ya el Frente no es ese vehículo para el proyecto de Nicaragua?

G: Ahorita no siento que el Frente lo representa. O sea: el Frente podría volver a ser, porque si hay algún partido que tiene esa posibilidad al alcance de su mano es el Frente. El Frente podría volver a replantearse "unámonos, replanteémonos, abrámonos, discutamos, abramos este partido a la democracia, abramos este partido a la discusión, abramos todo y veamos que realmente vamos a hacer", pero eso es casi como pedirle peras al olmo.

SF: También era pedirle peras al olmo que se fuera Somoza y Somoza cayó por la acción de quienes lo hicieron posible.

G: Si creo que definitivamente puede haber esa posibilidad de cambio.

SF: Te pregunto en nombre de esa posibilidad, ¿no te plantearías volver al Frente?

G: No.

SF: ¿Por qué? ¿por un rechazo a la militancia o por un rechazo al Frente? ¿No querés seguir militando en política o ..?

G: No, es porque pienso que el papel que yo puedo jugar en este momento es mejor desde afuera que desde adentro. No rechazo la idea de volver algún día al Frente, si el Frente se abre, se convierte en un partido que oye a otra gente, que pierde esa rigidez estructural, esa serruchadera de piso, esa descalificación espantosa que se da. Yo he estado viendo lo que hace con Mónica Baltodano, con vos mismo o con compañeros que de repente los descalifican porque se opusieron al pacto, que para mí es una posición absolutamente válida. Yo no puedo con ese tipo de cosas; prefiero no tenerme que enfrentar. Porque si yo entrara al Frente, en una semana me estoy peleando y ya me corren, o me vuelvo a salir porque la verdad me salí yo sola. Pienso que uno tiene que ver su momento, y ver donde uno es más útil en determinado momento. Y pienso que en este momento soy más útil como vos, independiente del Frente oficial, pero vinculada a lo que fue un sandinismo, con la parte de un sandinismo que quisiera volver a ver una esperanza en este país de izquierda.

SF: Con frecuencia has hablado de izquierda. ¿Qué es la izquierda?

G: Izquierda para mi, es una propuesta de una democracia más radical de lo que nosotros llamábamos la democracia burguesa; una democracia más radicial en el sentido de que se preocupe por generar una organización desde la base, desde el municipio, que invierta en un desarrollo que incluya a la gente y ese desarrollo tiene que ser pensado como algo que incluya educación por ejemplo, como un eje fundamental de cualquier proyecto político, de cualquier proyecto de desarrollo, que incluya la educación de la mujer, que se plantee la felicidad de la gente como un objetivo fundamental del programa, que se plantee la ética.

¿Qué quiere decir esto? Que se plantee el respeto a los derechos individuales, que se plantee la responsabilidad social del capital, o sea, ya no estamos hablando de expropiar al capital, creo que hay que pensar en una sociedad donde el capital pueda coexistir con la pequeña empresa, que pueda coexistir con lo que podríamos llamar el proletariado, que el capital pague con impuestos por el desarrollo del propio país, que seamos responsables de nuestro propio desarrollo, que dejemos de depender tanto de la ayuda externa o sea...

SF: Has hablado de muchos ques, y de pocos comos, no es el gran secreto ese.

G: Bueno, si querés nos quedamos hablando hasta mañana...

SF: Me refiero a que el gran problema de la izquierda no es tanto el qué, pues todo el mundo está claro hay demasiada pobreza, demasiada injusticia social, la bandera de los derechos humanos es nuestra, la bandera de la democracia integral económica es nuestra, pero el gran problema es el cómo. Vos decís que convivan el capital con la pequeña empresa y entonces que le pongan un gran impuesto al capital...

G: Estoy clara de que el cómo es fundamental y ahorita precisamente creo desde la izquierda se está planteando eso, hay un pensamiento de izquierda en América Latina y en el mundo, donde se está discutiendo precisamente ese como y por ejemplo, de las cosas interesantes que yo he leído, hay un libro que se llama "El Desarrollo como Libertad", de alguien de la India que se ganó el Premio Nóbel de Economía en 1998, donde él dice que las economías asiáticas más desarrolladas lo que hicieron fue una inversión consciente, ocuparon los fondos del país en programas de educación y de desarrollo de las mujeres y de educación en general de la población y se ha comprobado de que nada tiene una influencia tan grande sobre el nivel de vida de la población, que cuando las mujeres se educan, porque eso tiene una influencia directa sobre la tasa de natalidad, porque la mujer que se educa tiende a planificar su familia, porque la mujer por ejemplo, paga el crédito que adquiere.

Entonces, esos programas de educación con otra mentalidad, de cuadra en cuadra, que no fuera con grandes estructuras; si estás en un barrio, en una comarca y vos les decís a la mujer que sabe leer que le enseñe a las otras, por ejemplo, podés hacer un desarrollo distinto, pensar de una manera diferente en como podríamos estructurar nosotros nuestras fuerzas, nuestro potencial para avanzar rápidamente en niveles de educación. Eso para mi sería como una parte fundamental del cómo, porque con una población que no sabe leer, ignorante, que no tiene ni siquiera lo elementos rudimentarios para hacer operaciones matemáticas es muy difícil que vos objetivamente te plantees avanzar en el desarrollo.

Y la otra cosa que me parece que se puede hacer, es desarrollar lo que se llama una economía de vanguardia y una economía de retaguardia. Esto lo plantea un economista brasileño que se llama Roberto Mangaveira, en un libro muy importante que se llama "La alternativa democrática". La economía de vanguardia es una economía más desarrollada, una economía como de hacer componentes electrónicos, pero que esa economía sostenga a la más atrasada y esa economía más atrasada genere un montón de trabajo a partir de pequeños préstamos, o sea, es una estrategia de desarrollo distinta.

Creo que sería accesible, pero tendría que haber una voluntad de poder tremenda y una capacidad de consensar porque eso no lo podés hacer por decreto, tendría que haber una capacidad de persuadir a toda la población. Claro, no se podría hacer con una sola generación. Habría que tener un consenso social en vez de andar haciendo tantos pactos políticos para ver cuánto vas a tener vos en esta elección, o si cambiamos la Constitución para que haya reelección. ¡Cuanto tiempo nos pasamos discutiendo estos asunto, cuando aquí lo que se necesita discutir es otra cosa! A mi me parece que realmente que quien quiere a este país tendría que estar discutiendo otra cosa, no estar discutiendo cuotas electorales y cosas de esas.

SF: A veces siento los que nosotros los que nos confesamos sandinistas vivimos mucho del pasado. ¿Será porque no tenemos nada de qué enorgullecernos del presente y el futuro tampoco es muy prometedor? ¿por qué será?

G: Creo que el pasado en nuestro caso es probable que las generaciones como la nuestra, que vivimos un hecho tan trascendental, pueda competir con ese hecho la vida cotidiana porque la Revolución es un hecho que te quiebra los esquemas, que te hace vivir en un estado de constante ebullición. Es como la gente que se va a hacer alpinismo: hay como un sentido más intenso en la vida, cuando uno está haciendo cosas arriesgadas, heroicas, épicas en este caso.

Pienso que por eso existe esa vinculación. He leído que en los ratones de los laboratorios han visto que cuando el recuerdo tiene que ver con una emoción, el recuerdo es más profundo, entonces yo creo que eso es lo que hay, no es que seamos infelices o que no nos guste la vida que llevamos. Porque la vida que hemos tenido ha sido una vida intensa, no siempre linda, no siempre alegre, pero después de todo una vida en la que hemos experimentado todos estos altos y bajos que marcan la existencia humana.

A mi me gusta la vida que tengo ahora, me siento súper dichosa de poder escribir, de poder vivir hasta en dos mundos. De alguna manera yo llegué a Estados Unidos con una visión muy negativa de ese país sintiéndome traidora y que me iba en un momento difícil, pero yo no quería ver lo que iba a pasar en Nicaragua, cuando perdimos la Revolución y estaba muy deprimida; mi mamá se había muerto y después de vivir muy atormentada y de sentirme de que yo no tenía nada que hacer en este país y con muchas angustias, poco a poco yo he ido aprendiendo a ver este país de otra manera.

Los nicaragüenses sobre todo debemos aprender a ver en Estados Unidos, porque ahí pasan cosas interesantes a nivel de cómo funciona la sociedad por ejemplo, de ver cómo logran resolver ciertos problemas, de cómo está montado el Estado de derecho, de cómo coexisten tantas razas distintas, tantos idiomas distintos, los gringos realmente tienen un montón de problemas, no es una sociedad que me gusta particularmente, ni que le deseo a Nicaragua, pero en términos de aprender de otras sociedades así como hemos aprendido de los occidentales, de los europeos, a mí me ha parecido una experiencia interesante.

Entender el mundo desde otras perspectivas, salir de la mentalidad chiquita, provinciana, yo creo que eso me ha ayudado a ver un poco a distancia las cosas, me ha ayudado a perder esa pasión violenta que tenemos que a veces nos ciegan.

SF: De alguna manera ¿no es una opción egoísta distinta a la opción que tomaste en los años 70?

G: Es diferente, pero yo pienso que no es egoísta, porque yo he aprendido que mi misión no es ser líder político, que talvez yo no tengo la madera para eso, pero que si la vida me ha enseñado y yo misma me he ido poniendo en el camino de la literatura, que a través de la literatura se pueden tocar muchas fibras del corazón de la gente y que esa es una cosa importante.

De alguna manera uno tiene que encontrar donde calza en este gran diseño de la vida y yo creo que cada vez lo voy encontrando más y yo tengo algo que decirle a la gente, tengo de alguna manera que hacer que mi voz se pueda convertir en la voz de muchos y que la gente se sienta identificada, como vos me has dicho se sienten identificada con mis poemas eróticos y otros poemas. Yo digo: ¡qué lindo que otra gente pueda sentir e identificarse con eso, que yo haya podido darle palabra a un sentimiento con lo que otra gente se podía identificar!

SF: ¿Y cómo llegar a tanta gente en un país como Nicaragua? ¿cómo te proponés por ejemplo hacer llegar este libro, no el libro como tal, sino esos contenidos, esos que vos tenés que transmitir? ¿tenés algún plan en especial, alguna propuesta en especial de trasmitir no el libro como tal, te repito, sino esa manera de pensar, ese aprendizaje tuyo de estos últimos diez años, un poco tomando la distancia.

G: Estoy pensando en ello, William, esta es una de las cosas de que me estoy ocupando últimamente, pensar de qué manera yo puedo tener una contribución o sea que no sea nada más escribir, sino comunicar, transmitir y lograr socializar esa experiencia, pero todavía no lo tengo totalmente claro y en eso estoy.

SF: Quiero aprovechar esta última parte para hablar de la Gioconda poetisa, con tus famosos poemas eróticos que te merecieron el Premio Casa de las Américas en 1978.

G: Eran poemas de erotismo y de patriotismo decía el jurado.

SF: ¿Acaso esa fuente se agotó?

G: No, por supuesto que no.

SF: Pero ya no fluye ese manantial con la fuerza de antes, ¿por qué?

SF: Porque estoy escribiendo más prosa.

SF: ¿Pero porque ya no te nace escribir la otra cosa o por un asunto de prioridades?

G: Como no, si me nace y he escrito, pero lo que pasa es que mirá, para mi el poema es como un rayo que me parte, yo no lo hago suceder, el poema me pasa a mi, yo no le paso al poema sino que a mi de repente me asalta el poema y yo lo escribo.

En el caso de la prosa, puedo decidir cuando escribo y cuando no y puedo elaborar más, me siento empleada si querés, siento más que tengo trabajo si estoy escribiendo prosa que con la poesía, la poesía no puedo yo disponer de ella, no la tengo así a mi disposición; la palabra de la poesía es una palabra mágica para mi, es una palabra que viene como en un acto casi de la naturaleza, es como un tormenta, como un rayo en seco, un aguacero, como querrás llamarle.

En el caso de la prosa las palabras las tengo así, a mi disposición o sea las puedo convocar en el momento en que yo quiero y puedo decir Ok, vamos a contar este cuento, vamos a hacer esto.

En ese sentido para mi escribir prosa ha sido una aventura bien interesante porque me ha demandado una disciplina, me ha demandado un análisis más grande de mis propias debilidades como escritora y me ha hecho crecer como escritora. Aprender a dominar la prosa ha sido como aprender a dominar a un caballo desbocado, porque yo soy medio desbocada.

SF: ¿La prosa es un oficio, la poesía es un sentimiento?

G: Podría ser esa una definición, pero la prosa es un sentimiento también, lo que pasa es que es distinto como ese sentimiento se organiza, pero también hay sentimiento en la prosa.

SF: ¿Vas para España?

G: A principios de marzo voy a España, después voy a Italia, después a Holanda y después a Alemania, voy a un mes entero a una gira donde voy a presentar el libro en todos esos países, quería primero hacerlo en Nicaragua y ya una vez lanzando el libro oficialmente en Nicaragua, voy a irlo a presentar en esos otros países.

SF: ¿Y tu siguiente proyecto?

G: Es una novela que la estoy cocinando en mi cabeza y ahorita no puedo decir nada.

SF: ¿Cuál es tu obra de mayor éxito?

G: La de mayor éxito editorial la "Mujer Habitada", la primera novela.

SF: ¿Tu mejor novela?

G: Este libro.

SF: Pero esta no es una novela..

G: No, yo sé, pero es mi mejor obra desde el punto de vista literario, que yo siento que quedó mejor, es lo que te decía de la madurez, que ya me siento...

SF: Madura, pero no vieja...

G: Vieja nunca, pero te digo que estoy sintiendo que ya tengo un mayor dominio sobre la palabra, ahora me estoy sintiendo mucho más en poder de mis habilidades, de mi oficio, entonces ese libro por eso me alegro de haberlo escrito, porque fue un reto bastante grande porque hay que ver que seleccionar los recuerdos es dificilísimo. SF: Sobre todo porque a determinadas alturas de la sociedad...

G: No, fijate que yo creo que no es eso tanto, sino haber tenido una vida bastante intensa y de repente querer hacer una selección de que fue lo más representativo, de lo que más le interesaría saber a la gente, como cuento este cuento, la estructura fue un reto tremendo para mi.

SF: Muchas gracias Gioconda Belli, poetisa, escritora, militante.



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