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La insignia
17 de abril del 2001


Entrevista con Andrés Rivera

«Lo único que nos cambia la vida es la lucha de clases»


Carolina Broner y Martín Latorraca
El Espejo de Argentina y el Mundo. Argentina, abril del 2001.


Andrés Rivera: el autor de El Farmer y La revolución es un sueño eterno -premio Nacional de Literatura 1992- repasó en una larga entrevista el papel de la literatura en la actualidad, los espacios de militancia y la situación de la izquierda argentina.


Lo más importante de las cuatro horas de charla con Andrés Rivera queda fuera de esta página. Un dato que él mismo advirtió durante la entrevista. No están sus golpes a la mesa enfatizando una respuesta, su voz de trueno ni su hospitalidad paternal. Falta la humildad de su casa en Bella Vista, barrio cordobés alguna vez obrero y combativo y hoy perfecta radiografía de las miserias del sistema. No se detallan sus cuarenta y cinco años escribiendo, sus más de quince obras publicadas, sus premios, su pasado como obrero textil, su militancia histórica ni sus rodeos para contestar. Quien habla es el Rivera del aquí y ahora. El de las palabras feroces, el que sonríe como chico cuando cuenta de sus nuevos libros, el del pasado obrero y militante, el de la casa humilde, el del rodeo, el de los premios y los golpes a la mesa.

-¿Considera que la literatura tiene un rol en los procesos de transformación social?

-En el mundo, después de la muerte de Sartre no hay ninguna otra voz que influya en los movimientos sociales. Lo que se conoció durante el siglo XIX , el Yo acuso de Emile Zola, que sacudió a toda Francia y a Europa, el peso de León Tolstoi en la literatura y en la política rusa, es algo que hoy no se da.

En la Argentina de hoy la literatura no cumple ningún papel. Anteriormente sí, pero de un modo relativo con Rodolfo Walsh o Haroldo Conti. Y paremos de contar. Yo creo que más allá de la audiencia, los políticos burgueses argentinos son indiferentes a cualquier crítica. Basta leer los diarios. Claro que la literatura tiene importancia en los procesos sociales, pero hoy la buena literatura que circula en el país está huérfana.

-¿Por qué cree que no aparecen escritores con esa influencia?

-Hay varias causas. En primer lugar los escritores practican un oficio que es muy solitario y en consecuencia muy burgués. Provoca todas las fantasías que uno pueda llegar a tener y no. Además, han desaparecido las pequeñas editoriales. Hoy las editoriales, en su mayoría dominadas por capital español, van a lo seguro, a un escritor que tiene un público cautivo y que paga el costo del libro en un mes o dos. Y encima, para publicar hay que ir a Buenos Aires. Este es un país unitario.

Los diarios de circulación nacional como La Nación o Clarín sólo hablan de libros de grandes editoriales. Entonces, cuál es el peso del escritor en el aquí y ahora. De dónde se puede esperar una crítica inteligente, de la izquierda, y si la izquierda no tiene espacio, digámosle adiós. Lenin solía citar a algunos escritores del siglo XIX, de la Rusia zarista. Hoy en día la izquierda no lee. ¿Cuántos dirigentes de izquierda han leído a Eduardo Belgrano Rawson?, ¿cuántos periódicos de izquierda escribieron sobre eso? Me pregunto si el diputado porteño Jorge Altamira lo leyó. Hay que leer a Marx, claro, y repasarlo, pero también hay que leer a ciertos escritores argentinos. Y aunque ellos no se enteren, los periódicos de izquierda deberían hablar de ellos para su público lector, para inducirlos a comprar el libro. Pero igual su influencia es nula, digo, pensemos en los gobiernos que nos merecemos. Hay alguien que se llama Darío Lopérfido y es Secretario de Cultura, qué se puede esperar de un caballero como ese.

-¿Piensa que la izquierda no le da espacio a los intelectuales?

-Hay, pero esta es una pregunta a la que yo no le doy respuesta ¿Qué hizo y qué hace la izquierda por los intelectuales argentinos? Ustedes están aquí entrevistándome, dentro de dos números o tres saldrá un fragmento de lo que yo dije aquí. Esta debería ser una labor no sólo de El Espejo, sino de todas las publicaciones de izquierda.

Esto que hoy acá se llama izquierda es incapaz de lograr la adhesión de nadie, de ningún escritor. Conozco historias de escritores que expusieron su vida durante la época de la dictadura escribiendo textos para periódicos clandestinos. Y hoy quién los solicita. Da la impresión de que la izquierda no necesita de los intelectuales.

Y sí que los necesita. Las organizaciones políticas de izquierda en el mundo desprecian a los intelectuales. Son pequeño burgueses, dicen. Son caprichosos, no se los puede tratar, no son disciplinados. La segunda razón no es tanto que no son disciplinados, sino que pueden decir cualquier cosa .

-¿Cree que los escritores, los intelectuales, deben dedicarse exclusivamente a escribir o deben tener otro papel?

-Uno ocupa una buena parte de su tiempo en estar al día con lo que ocurre en el país, leer el libro de algún amigo. Ser escritor implica para mí eso que Sartre llamaba compromiso. Lo que escribo tiene que ver con quién soy yo, con mi militancia, con lo que yo hice. Es una necesidad.

-¿El trabajo solitario de un escritor es una forma de militancia?

-No. Es otra cosa. Voy a tratar de explicarlo. Yo nunca lo sentí como una militancia, sentí que tenía que escribir lo que escribí. Sin embargo es innegable que todo tiene contenido social. Aunque el eje de una historia sea un triángulo amoroso, difícilmente pueda eludir el entorno, en qué mundo se mueven. Pero escribir surge de una historia que le crece a uno y se vuelve irrefrenable. O la escribe o se muere.

-¿Qué opina sobre la visión de algunos sectores de la izquierda acerca del supuesto pesimismo de sus últimos libros?

-Yo no soy un optimista profesional, este país no da para que uno sea optimista. Ni este país ni sé qué lugar de la Tierra. Personalmente yo no soy neutral, y creo que hay muy pocos escritores argentinos que sean neutrales, para eso hay una frase de Simone de Beauvoir: "El que dice que no es de derecha ni de izquierda, es de derecha". Bueno, yo no voy a decir que soy de izquierda, sólo les digo que no soy neutral. Sólo les digo que no soy de derecha.

Estoy reescribiendo un libro que se va a llamar Guido y que va a desmentir esa afirmación. Y cuando salga este año una novela que se llama Tiempo para matar, vamos a ver qué pasa con los críticos. Vuelvo a decir que yo no soy un optimista profesional. No puedo decir que tenemos mil afiliados cuando tenemos veinte. Estuve 25 años en el Partido Comunista para saber cómo se miente. Siempre había éxitos, "la clase obrera está con nosotros" y no sé cuántas otras mentiras más. Y ahora en mi segunda juventud me propuse estudiar, leer y tener paciencia. Un revolucionario debe tener sobre su espalda una mochila cargada de paciencia.

-¿Guido es una forma de respuesta a quienes lo tildan de pesimista?

-No, ni lo pensé. Cómo voy a contestar a esas idioteces. Si no explíquenme por qué aquí en este país no hay una organización revolucionaria fuerte. No digo gorda, no digo llena de miles de afiliados, digo fuerte. Incrustada no sólo en la universidad, no sólo en la clase media, sino en lo que queda de la clase obrera argentina. No me vengan a hablar de pesimismo, es muy fácil eso. Cuando yo era joven y militaba en el PC con Raúl González Tuñón, Vittorio Codovilla era el representante en Argentina de la IV Internacional dominada por Stalin. Un día lo llamó a Raúl y le preguntó porqué él no era tan famoso como Pablo Neruda. La respuesta de Raúl fue contundente: "El día que me des una clase obrera como la chilena y un partido como el chileno, yo voy a ser tan famoso como Neruda". Fin de la conversación acerca del pesimismo.

-Entonces, en función de la realidad que nos rodea, ¿qué queda para los jóvenes?

-Mi mensaje no es desalentador. Insto a que la juventud milite. Una vez un chico de unos 18 años me dijo que La revolución es un sueño eterno le había cambiado la vida. Ese chico se equivocaba. Lo único que nos cambia la vida es la lucha de clases.



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